Un homenaje a medias
Una de las grandes habilidades de Roberto Fontanarrosa como escritor era su capacidad para captar el habla oral y llevarla al papel. Un arte tan exigen- te como el de trasladar un texto escrito al plano visual, una tarea cuya dificultad aumenta cuando lo que hay que poner en escena son situaciones humorísticas o absurdas. Porque muchas veces -como sucede con tantos cuentos de Fontanarrosa- la gracia no está tanto en la situación en sí, sino más en cómo está contada, y entonces las palabras son insustituibles. Una imagen vale más que mil palabras: a veces sí, y muchísimas veces no. Esa es la barrera contra la que se chocan la mayoría de los cortometrajes de este homenaje al autor rosarino, a diez años de su muerte.
Son cinco cuentos y tres historietas llevados a la pantalla por seis di- rectores nacidos en Rosario o vinculados de algún modo a la ciudad: Elige tu propia aventura (Hugo Grosso); Vidas privadas (Gustavo Postiglione); Sueño de barrio (Néstor Zapata); El asombrado (Héctor Molina); y No sé si he sido claro (Juan Pablo Buscarini), y animaciones a partir de tres episodios de Semblanzas deportivas, por Pablo Rodríguez Jáuregui.
Estos últimos son, a la vez, los únicos sobre fútbol y los más logrados. Porque Fontanarrosa está ahí: están sus trazos y sus palabras, sin más mediación que una técnica de animación simple y las voces de algunos de los personajes. Vemos, en cuerpo y alma, al Chancho Volador, a Virginio Rosa Camargo y al Conejo Fumetti viviendo sus aventuras futbolísticas.
Quedó dicho: la cuestión se complica al crear un nuevo mundo a partir de las meras palabras del autor de
Uno nunca sabe. El que sale airoso es Buscarini, que eligió al narrador ideal -Dady Brieva y su tonada campechana- para su corto . En los demás, falla el tono. Postiglione dijo que Fontanarrosa siempre le pareció “anticinematográfico”: tenía razón.