Clarín

Cada vez más tanguero

Brilló en los Twist y presenta disco del 2x4.

- Pedro Irigoyen pirigoyen@clarin.com

En el barrio me decían ‘Turco’”, recuerda Daniel Melingo, que en su aventura artística viajó en tiempo y espacio hasta la Constantin­opla del 1500 en busca de las señales de su ADN musical que su ojos no pueden esconder. “De Constantin­opla -hoy, Estambulse trata esta historia, porque el Asia Menor siempre fue el límite entre Occidente y Oriente. Ahí giraron milenariam­ente un montón de culturas y yo me sitúo en esas fronteras. Como pasó acá entre la ciudad y el campo, fue el arrabal de la historia. Ahí nace la música rebética, que habla de fumadores de hachís, jugadores de dados marcados y situacione­s de bajo fondo. Se la compara con el tango porque es un grito de dolor de la gente más desprovist­a”, explica construyen­do un puente imaginario. Así, se dedicó a bucear en su propio sonido como quien se ve reflejado por primera vez en las piezas quebradas de un espejo roto. “Puede que no me alcance la vida para terminar de juntar las partes, pero “rebete” significa vagabundo, buscavidas. Me asombro y siento que cada vez estoy más cerca”, dice entusiasma­do. Justo él, que viene trabajando el concepto de Linyera en sus tangos hace dos discos. “Linyera es un punto de partida muy importante, porque seguí desarrolla­ndo el personaje en Anda y descubrí sus posibilida­des. A tal punto que se transformó en una trilogía que se completará con el disco que estoy grabando ahora. Tiene mucho que ver con el tango, la música rebética y mi propia búsqueda personal”. Todo esto nació en un sueño que tuvo “como una epifanía”, en la época de Los Twist, que luego se convirtió en

La cueva de Alí: “Me desperté, fui al piano y lo grabé. Es una melodía oriental que descubrí hace 30 años. Desde entonces, me aparecen melo-

días árabes todo el tiempo”, confiesa. -¿Qué le conviene al tango, seguir siendo algo propiament­e argentino, o tener personalid­ades múltiples en cada rincón del mundo como pasó con el rock, por ejemplo? -El tango es a pesar nuestro. Esta en nuestro ADN, nuestra identidad cultural. Llegamos a esto por el bagaje de la influencia de muchas colectivid­ades. No sólo las músicas folclórica­s de los inmigrante­s, sino por la postura de vida que se fue conformand­o a pesar nuestro. Son muchas partículas, y los que tenemos la suerte de viajar y buscar señales por el mundo, nos damos cuenta las ramificaci­ones que tiene. Yo tengo una teoría, y es que para los europeos es su música de cámara que salió a dar una vuelta de ciento y pico de años por los arrabales del sur de Buenos Aires y Montevideo, y se curtió. Es nuestra devolución para el mundo, una música de cámara europea con la reminiscen­cia de nuestro ADN. Se sienten identifica­dos, y no es para menos. -Ahora que sale a girar como tango por el mundo, en cada puerto adquiere una personalid­ad diferente. No es lo mismo un tango en Japón que en Barracas. Más allá de la musicalida­d, termina siendo una actitud o una personalid­ad musical. -Sí, pero amigas entre sí. Vos lo dijiste: somos puertos. El puerto es el punto de encuentro de las culturas. Ahí está el intercambi­o. Vengo de hacer muchos puertos de Europa como Amsterdam, Rotterdam, Hamburgo, Amberes, y en todos veo ese ida y vuelta con el tango que viene de ahí. De los puertos. -¿Lo pensás como un género o como una forma de ser musical? Es un todo, es nuestra cultura, y es mucho más amplio de lo que nosotros imaginamos. No termina en el 2x4. Conlleva filosofía, literatura, baile, manera de pensar, de vestir, de ser, música, ritmos de todo tipo, del vals a la milonga y todas sus influencia­s, el paso doble, la tarantela, la habanera, folclore, la milonga surera de los payadores, todo ese intercambi­o es el tango. La dialéctica de los inmigrante­s que vivían en el centro con nues- tros gauchos que llegaban con sus payadas. Venir acá para nuestros abuelos era hacer la América, y esos inmigrante­s venían signados por la pobreza y la falta de trabajo. Acá era el nuevo mundo y estaba todo por hacerse. -Tenés una escuela de lunfardo que empieza con tus tíos y se consolida en tu encuentro compositiv­o con Luis Alposta. ¿Cómo lo ves hoy? -Se enriquece. Es un sitio que se va engrosando. Cambia sus voces, pero siempre evocando determinad­os ambientes. De la calle devino a lenguaje literario. No hay tango sin lunfardo. -¿Tiene con ver con culturas domi- nantes que se expanden? Hoy, por ejemplo, se dice flasheó... -Y antes se decía bichicome, que viene de beach home. El que vive en la playa y junta la basura. El vagabundo, el croto, el linyera. Hay mucho del inglés, no es sólo italiano. El chimichurr­i, por ejemplo, viene de “Give me the Curry”. Son deformacio­nes, como con nuestros apellidos. El mío, por ejemplo, lo cambiaron por Melingó. Pero yo averigüé y era Melingo. De eso trata mi nuevo disco. Me conecté con mi línea de sangre, mis ancestros y averigüé mucho de mi procedenci­a. Llego hasta el origen mismo, al primer Melingo y de dónde viene en el Mediterrán­eo por el 1500. De ahí la rebética. El disco también va a tener un documental, como fue Su rea

lidad -de Mariano Galperín- en Linyera y el de Anda, que ya está en camino. En el desenlace, el Linyera se reconoce y adquiere nombre propio. No es sólo de dónde viene el tango, sino de dónde vengo yo y me lo pregunto musicalmen­te. ¿Por qué en 40 años de música siempre tuve una tenden- cia quedade gustode identidadh­acia esto? colectivaE­s una y bús- propia. -”Anda” también habla de vos y tu filosofíag­as, yo tambiénde vida. Esa estoy idea perdido”.de “no me si-Pero en un momento nos vamos encontrand­o, de eso se trata. Somos como un trompo que gira en cuarto oscuro, perdido, pero vamos atando cabos. Es el sentido de la vida, armar el rompecabez­as para entender qué carajo estamos haciendo acá y para qué vinimos. ¿Estamos todos muertos? ¿Estamos re imaginando la vida? Qué sé yo... Cada uno hace su recorrido y va sacando conclusion­es ajenas y colectivas. Es prueba y error la vida. -Hablando de la vida, también sobrevuela el disco la idea de la muerte o del paso del tiempo. “Anda que nada está viejo, es sólo el pellejo del traje mortal”, dice “Anda”. ¿Cómo te sentís hoy en ese sentido? -Hay un momento de la vida que nos sentimos inmortales, la juventud. Yo voy juntando las piezas. El cuerpo es un envase que vamos llenando y cada vez nos da más experienci­a. El problema es material, el cuerpo se va desgastand­o a medida que el conocimien­to se va expandiend­o. La espiritual­idad igual. Y cuando el cuerpo va flaqueando, es bueno tener un cofre lleno de proyectos. -¿Por dónde pasa tu espiritual­idad hoy? -Por la música. La concibo como mi gran eje espiritual. Una religión sin dogma. Una autopista invisible y espiritual que está ahí, donde todos, los melómanos, los músicos, intentamos conectarno­s. Es como el escape, como la droga, muy necesario espiritual­mente. Sobre todo para los músicos porque oficiamos de canalizado­res, como sacerdotes. -Así como las religiones tienen sus mandamient­os, ¿podría decirse que lo primero y fundamenta­l para la música es la libertad? -Es un tema de debate largo. ¿Qué es la libertad? Para mí pasa por el sentimient­o. La libertad de corazón, que nuestro propio sentir le va poniendo un límite. A veces, queremos expandirla y no sabemos dónde está. Es algo muy abstracto. Además, la libertad propia tiene que terminar en el encuentro con los límites de la libertad de otros. Y se complica. Yo estoy aprendiend­o a ser libre. Porque a veces nos sentimos muy libres, pero cuando miramos en detalle nos damos cuenta que no era tan así. Había ataduras inconscien­tes. Por eso es importante “sentirse” libre. Sentir la libertad sin joder al prójimo. -Y sin joderse a uno. -Es difícil, porque a veces el gran enemigo es el que está adentro. Hablamos de libertad y no hacemos otra cosa que meternos en una nueva prisión. Hay que tener mucho cuidado con este asunto, porque es muy delicado cuando vivimos en comunidad. No se puede ir pisando cabezas en nombre de nuestra libertad si el precio a pagar es la esclavitud de mucha gente. En el arte, en la música, para mí son muy importante­s los límites. Porque así el proyecto tiene un marco y no se vuelve algo muy disperso. Una manera de definirla, sería marcar los propios límites. No tener límites puede paralizart­e para la creación. No sé si nos gusta tanto ser libres, no es fácil y es confuso.

 ?? GUILLERMO RODRÍGUEZ ADAMI ?? Trilogía. Después de sus discos “Linyera” y “Anda”, Melingo está enfocado en un nuevo álbum para cerrar el círculo. Viene de ganar dos premios Gardel.
GUILLERMO RODRÍGUEZ ADAMI Trilogía. Después de sus discos “Linyera” y “Anda”, Melingo está enfocado en un nuevo álbum para cerrar el círculo. Viene de ganar dos premios Gardel.
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