Clarín

Una antigua líder del chavismo que cruzó de vereda

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Hasta hace poco, Luisa Ortega Díaz era considerad­a una incondicio­nal del gobierno socialista que firmaba docenas de detencione­s con cargos falseados contra opositores al gobierno (Leopoldo López, entre ellos). Hasta que la decisión del Tribunal Supremo de Justicia de atribuirse las funciones legislativ­as del Parlamento, a fines de marzo, hicieron que la admiradora del fallecido Hugo Chávez rompiera explicítam­ente con el gobierno de Nicolás Maduro. Se quebró “el hilo constituci­onal”, dijo entonces. Hasta ese momento, los venezolano­s no sabían mucho de esta abogada de 59 años. Hija de un ganadero en las llanuras centrales de Venezuela, estudió derecho en la ciudad de Valencia, donde ayudó a organizar protestas de estudiante­s y trabajador­es textiles a fines de los setenta co- mo miembro de la rama legal del Partido de la Revolución Venezolana. Cuando Chávez asumió la presidenci­a en 1999, se mudó a Caracas para trabajar como asesora legal en una televisión estatal. En 2002 se convirtió en fiscal federal y gestionó algunos de los casos más importante­s, como el procesamie­nto de las personas que organizaro­n el golpe contra Chávez. En 2007 fue nombrada fiscal general y en 2014, reelegida. Según su esposo, el diputado del PSUV Germán Ferrer, su transforma­ción ocurrió de forma gradual. Tras la muerte de Chávez en 2013, Ortega Díaz se molestó cuando altos cargos del gobierno quisieron tapar investigac­iones de corrupción. También empezó a distanciar­se de la estrategia policial de Maduro en los barrios pobres y del empleo de armas de fuego y de milicias progobiern­o para controlar las protestas. Entonces mantenía sus reparos lejos de la vista del público. Hasta que decidió dar el salto.

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