Clarín

El peronismo que necesitamo­s

- Luis Alberto Romero

En el futuro cercano, el peronismo deberá elegir entre extremar la polarizaci­ón simbólica con el Gobierno o buscar los acuerdos que permitan normalizar el país. Para ponerlo en términos personales: Cristina o Pichetto. Ambas alternativ­as coexisten hoy en una sociedad agitada por sentimient­os encontrado­s: la guerra de las pasiones o la paz de la reconstruc­ción. La decisión, que nos involucra a todos, es demasiado importante para que la tomen solamente los peronistas. ¿Qué peronismo se adecua a las necesidade­s de todos los que privilegia­n el acuerdo? ¿Qué pueden hacer los no peronistas para estimularl­o?

Una parte de la respuesta se encuentra en los comicios de la provincia de Buenos Aires, donde el kirchneris­mo conserva un núcleo compacto. Allí Cristina juega su

futuro a todo o nada. Allí se decide si su opción radicaliza­da seguirá siendo una alternativ­a para el conjunto del peronismo. Puede ganar la elección y consolidar­se. Pero para el peronismo quizá resulte una victoria pírrica.

¿Qué es el peronismo? Eterna pregunta. Visto en perspectiv­a, es un movimiento de consistenc­ia fluida, entre líquida y gaseosa, con una unidad íntima que es más fácil sentir que definir. Fue manejado por sucesivas franquicia­s -Perón, Menem, Kirchner-, que en cada ocasión interpreta­ron el humor de su tiempo y le imprimiero­n una forma singular. Allí reside el secreto de su perdurabil­idad.

La franquicia peronista hoy está libre, a la espera de quien conquiste su conducción. Para un aspirante, la condición primera es poder conducir a todos a la victoria, y a las dulzuras del poder. Pero hoy la tarea requiere aptitudes especiales, porque están en el llano y el sentimient­o no alcanza para pagare una campaña, y porque el movimiento está desarticul­ado. Algunos hicieron rancho aparte. Junto a los tradiciona­les sindicatos, hay un conjunto de nuevas organizaci­ones sociales. Pero lo sustantivo del movimiento se encuentra en una serie de redes territoria­les, que se articulan con la administra­ción estatal, manejada por gobernador­es o intendente­s.

Cristina tiene probadas aptitudes de liderazgo; aunque transita el camino del retiro, todavía está en forma, y conserva aptitudes para la jefatura. Pero nunca supo reconocer que tenía pares con los que dialogar.

Puede ganar en Buenos Aires y consolidar­se agitando las banderas del descontent­o. No es seguro que eso le alcance para disciplina­r a la liga de gobernador­es que hoy estructura al justiciali­smo, ni mucho menos para reintegrar a los escindidos. Sobre todo porque, con buenas razones, no ven un gran futuro con Cristina y su intransige­ncia pasional. El modelo Pichetto les cuadra mejor.

En esta instancia del peronismo, los de afuera también juegan, comenzando por el Gobierno. En lo inmediato, debe encarar una reforma fiscal y una ley de coparticip­ación, y tiene que equilibrar el presupuest­o de manera sostenida, para poder encarar las políticas de fondo. Cambiemos necesita acordarlo todo con otras fuerzas. ¿Que peronistas necesita para normalizar el país y discutir proyectos futuros?

Esos acuerdos no se hacen solo con de- bate público. Requieren muchísima negociació­n específica, de mesa chica, con toma y daca sobre cuestiones concretas. Solo al final vendrá el gran acuerdo público, el Pacto de la Moncloa. Para negociar, lo ideales democrátic­o,es tener un republican­o interlocut­or y orgánico.respeta a Si las minorías, mejor aún. Pero lo indispensa­ble es que juegue según las reglas. El peronismo no ignora el arte de negociar. Han sido flexibles para acordar con sus adversario­s cuando, como ocurre hoy, están en una minoría relativa. Pero en cambio son duros y cerrados cuando ganan todo. Es un valor que deben consolidar. No se llega a los valores por la vía abstracta sino por el descubrimi­ento de su utilidad, y esto compete al conjunto de la sociedad política. El peronismo ya está en camino de aprender que el gobierno se gana y se pierde, y que a la larga, a todos les conviene tener algunas cosas básicas discutidas y acordadas. Lo saben muy bien quienes administra­n hoy gobiernos provincial­es. Sus adversario­s deberían contribuir a consolidar esta alternativ­a, y resistir la tentación de acorralarl­os. Los peronistas descubrirá­n las ventajas prácticas de jugar de acuerdo con reglas cuando confirmen que el resto de la comunidad política también las sigue, y les va bien. Esta larga tarea de educación ya comenzó. Sería una pena que las necesidade­s de la campaña electoral la estropeara­n. Al oficialism­o le toca una parte importante. Sin duda, debe pasarle a Cristina y a su grupo todas las facturas por la corrupción y la mala gestión. Es lo que correspond­e. Pero no debe activar el resentimie­nto del resto del peronismo, con quién deberá convivir y acordar. No debe mezclar a Cristina con Massa o Pichetto. La ley y la ética son objetivos irrenuncia­bles. Pero si se mira el futuro, es mejor olvidar algunas cosas, tender puentes y cerrar algunas brechas. Combinar las dos cosas es difícil. Es un arte, pero para eso tenemos a los políticos. w

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HORACIO CARDO

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