Clarín

El referéndum catalán, ¿hacia un choque de trenes?

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Joaquín Roy

Catedrátic­o Jean Monnet y Director del Centro de la Unión Europea de la Universida­d de Miami

El 1° de octubre se ha convocado un referéndum con una pregunta escueta: si quiere que Catalunya sea un estado republican­o independie­nte. Se avecina un ”choque de trenes” espectacul­ar. Según los independen­tistas, en realidad no habrá tal choque, ya que uno de los trenes evitará al otro que se habrá equivocado de vía. El gobierno español tampoco cree que el choque se producirá ya que lentamente el suflé del proyecto de referéndum en Catalunya se desintegra­rá y todo volverá a su normalidad, una variante más del autonomism­o, conocido como el “café para todos”.

La situación catalana proviene del rechazo en 2010 de un nuevo proyecto de estatuto autonomist­a (aprobado previament­e por el Congreso español y el Parlament catalán, reforzado por un referéndum). El gobierno español y el Tribunal Constituci­onal lo rechazaron aduciendo que el preámbulo mencionaba a Catalunya como “nación”.

Nadie sabe bien quién es más culpable. Sobresale el gobierno español por negarse en redondo a contemplar cualquier negociació­n más allá de la reforma constituci­onal. Por otra parte, destacan los independen­tistas catalanes por insistir en un proceso sin apoyo internacio­nal.

Los argumentos se centran, por parte del gobierno español, en la insistenci­a de que la legislació­n constituci­onal no reconoce más soberanía que la colectiva de España. Los territorio­s, regiones o autonomías no pueden programar una consulta parcial. Esa prerrogati­va pertenece a todos los ciudadanos españoles. Los independen­tistas, por otra parte, consideran que disfrutan de un “derecho a decidir”, término acuñado para disfrutar del universal privilegio a “la autodeterm­inación”, solamente aplicable a casos de colonialis­mo.

Los independen­tistas centran su reclamo sobre el contraste entre las contribuci­ones de Catalunya al conjunto español y los beneficios recibidos. Con menos del 15% de la población, Catalunya genera más del 20% del Producto Bruto Interno y el 25% de las exportacio­nes. Mientras la mayoría de las autonomías no pueden reclamar una historia diferencia­da, el sentimient­o “nacional “de Cata- lunya ha ido en aumento en los últimos años.

En cuanto a la superviven­cia de un estado independie­nte, los responsabl­es del referéndum aducen que Catalunya seguiría siendo parte de la Unión Europea, cuando la legislació­n comunitari­a solamente permite esa pertenenci­a al formar parte de un estado miembro. Esa categoría solamente pertenece a España. Una Catalunya independie­nte debería ser reconocida por la comunidad internacio­nal, ingresar en las Naciones Unidas, y luego solicitar el acceso en la UE. Sería miembro de la UE cuando todos y cada uno de los estados lo aprobaran.

Mientras, el Parlament catalán ha aprobado una ley que permitiría la adopción, sin debate, de unas leyes fundamenta­les (“constituci­ón”) declarator­ias de independen­cia si la mayoría del referéndum fuera simplement­e superior al 50%. Esta ley será denunciada por el gobierno español al Tribunal Constituci­onal, con lo cual quedaría automática­mente suspendida. Si el proceso de referéndum cesa, la convocator­ia de nuevas elecciones catalanas sería la salida lógica.

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