Gonzalo Abascal
El Gobierno, entre la percepción y la culpa
Las vacaciones de invierno parecen terminar con algunos números auspiciosos. Al menos así lo indican desde diferentes oficinas de Turismo del país. En el norte, Salta recibió cerca de 245 mil visitantes, un 11% más que el año pasado, y su récord histórico. Jujuy, en tanto, mostró sus incomparables paisajes a más de 63 mil turistas, lo que marcó un crecimiento del 8% respecto de 2016. Incluso destinos menos tradicionales, como Catamarca, disfrutaron de un éxito inédito de su temporada invernal. Una tendencia similar se repitió en Tucumán, Santiago del Estero, Corrientes, La Rioja y Misiones.
En el mismo sentido, hubo récord de turistas en las Cataratas del Iguazú, ye n Barilo-
che se ocupó más del 90% de las camas disponibles para alojamiento.
Para cerrar, la CAME informó que 4,9 millones de personas (cifra superior al año pasado) viajaron durante las vacaciones, y gastaron más de $13 mil millones en este periodo.
Si todo esto pasó en los últimos quince días, ¿por qué el Gobierno sigue contra las cuerdas esquivando los golpes que lanzan desde la oposición sobre la crítica situación de la economía?
Hay una respuesta inicial insoslayable: porque el consumo en supermercados y autoservicios sufrió una caída que ya lleva varios meses (en junio fue del 6,4%) y demora en recuperarse.
Ahora, si ambas cosas son ciertas (el movimiento vacacional y la caída del consumo) ¿por qué sólo la idea de crisis parece instalada en la conversación pública?
En este punto la contundencia de los número cede a la subjetividad de las interpretaciones. Y todas las miradas son debatibles.
Una razón posible se vincula al tramo final de la campaña electoral. La oposición trabaja, muchas veces con éxito, sobre los datos que abonan la idea de crisis. Y potencia esa”realidad” (que se apoya en algunos números ciertos) en el terreno siempre delicado de las percepciones. Lo reconocen los propios funcionarios del oficialismo. Luego de ofrecer cifras de la recuperación del consumo en el último mes, en la Casa Rosada admitieron con resignación “la idea de que no hay reactivación es una percepción, es un misterio en qué momento cambiará” (pag. 6, Clarín del sábado).
Pero quizás haya otro motivo para que la percepción de crisis gane musculatura en detrimento de algunas buenas noticias. Y está vinculado al estilo discursivo de los dirigentes y candidatos de Cambiemos. Impulsados por la intención de diferenciarse del modelo kirchnerista, cuya mejor representante es la ex presidenta (que no admite ningún error, lo dijo el propio Randazzo), y seguramente aconsejados por el gurú ecuatoriano, los funcionarios macristas desfilan por los canales de TV repitiendo con gesto culposo: “sabemos que esta recuperación no les llegó a todos”; “somos conscientes de que todavía falta”, y otras motivadoras frases por el estilo. La excepción es Elisa Carrió, quien transmite su optimismo electoral con la confianza necesaria incluso para minimizar los resultados que hoy ofrecen las siempre controvertidas encuestas. Y para sostener sus dichos no necesita de otra justificación más que sus “20 elecciones nacionales encima”.
La pregunta final sería: ¿cuánto de este estilo discursivo es valorado por su sinceridad por los votantes, y cuánto opera para consolidar la percepción de crisis sin salida?
En dos semanas empezaremos a conocer la respuesta.
Los macristas repiten con gesto culposo “sabemos que esta recuperación no les llegó a todos”.