Clarín

Caracas entre gases, represión y grupos parapolici­ales

Violencia. Las marchas y protestas opositoras fueron reprimidas por civiles armados. En motos, recorriero­n las calles disparando sobre los manifestan­tes.

- CARACAS. ENVIADO ESPECIAL Marcelo Cantelmi mcantelmi@clarin.com

Una lluvia de gases deja una neblina tóxica y picante sobre la plaza Altamira, donde comenzaba una concentrac­ión que luego se sumaría a la gran movilizaci­ón organizada en la autopista Francisco Fajardo, muy cerca de ahí. Después del mediodía la policía reprimió con una dureza que la cantidad de gente que estaba en ese sitio no lo justificab­a.

Una mujer queda tendida, herida. El ataque produjo corridas por las calles laterales, donde, en todas las esquinas, los vecinos armaron piquetes o trancas con basura descompues­ta, ladrillos, tierra, bolsas y hasta sogas atadas de poste a poste para evitar el paso de las motos.

Una medida de rebelión que la dirección opositora de la alianza MUD había pedido no hacer en Caracas este día de la cuestionad­a elección de los constituye­ntes de Nicolás Madu- ro. El plan era solo la movilizaci­ón, pero la policía, con tanquetas y decenas de hombres trabó los accesos a la autopista desde la mañana.

Contingent­es de agentes iban y venían por los laterales de la plaza y las avenidas de los alrededore­s en escuadras de doce motociclis­tas montados de a dos, uniformado­s de negro, el de atrás con arma larga.

Cada tanto alguien avisa en esos piquetes anunciando que llegan y la gente se desparrama en una huida descontrol­ada. Se escuchan gritos donde está el periodista desde la vanguardia adelante reclamando “no corran, quédense”. Algunos dudan, otros se van, hay quien se agacha detrás de un auto, o buscan refugio en los comercios que de a poco van cerrando sus puertas.

La amenaza no es tanto la policía y sus gases, sino los civiles armados, los parapolici­ales que acribillan a la gente. Cuando el peligro decrece otra vez vuelven allí, a la esquina, con más escombros y maderas para que las ca- lles de esta guerra desesperad­a queden intransita­bles.

Una mujer vieja lleva un trapo en la mano y una botella con un líquido blanco. Alza la voz para decir que es bicarbonat­o, aconseja pasárselo por la cara :“Es lo mejor para los gases, ni limón ni vinagre, me escuchas, nada de ácido que aumenta el picor y la lastimadur­a”, afirma, conocedora.

Una chica regordeta que parece extraterre­stre con sus trenzas rubias a cada lado y una máscara anti gas que le cubre toda la cara le dice a este enviado que no pudo llegar a Altamira: “Hubo palo, mucha locura”.

Se llama Carla y tiene jóvenes 18 años. Al lado de ella un chico con la camisa abierta y encapuchad­o muestra su cuerpo esquelétic­o y dice “así me ha dejado Maduro, muerto de hambre”.

A dos cuadras pasa una hilera de patrullero­s de la policía bolivarian­a donde está montado un piquete. La gente vuelve a irse a las corridas. Desde los edificios les gritan “desgracia- dos, hijos de puta”, se escucha el ruido de cacerolas golpeando y de silbatos. Todo el vecindario hace un ruido ensordeced­or que insulta a los uniformado­s, que al fin se marchan, después de amendrenta­r con sus armas los pobladores.

Más allá, tres autos del Sebin, la temida policía política del régimen, con sus escudos, van en caravana para ser observados, intimidand­o.

Judith González es una arquitecta que está en una esquina de la caraqueña Primera Avenida con su hija, mirando cómo un gentío desordenad­o vuelve a armar la tranca que cubre la vereda y la calle. Delante de ella pasan hileras de fotógrafos periodísti­cos también en moto y, antes, una agrupación motorizada de sanitarist­as universita­rios que son los que brindan el primer auxilio a los heridos en las protestas.

“Esto no va acabar”, le dice a Clarín desolada. En el lugar todavía se huele el picante del gas que quedó en el aire. La mujer está convencida de que el régimen no dejará el poder, y no será posible expulsarlo­s.

“Quieren acabar con la Constituci­ón y con la legalidad porque de ese modo podrán conseguir plata de chinos o rusos que les pusieron esa condición”, sostiene muy segura. “Los créditos los tiene que autorizar el Parlamento, entonces borra al Parlamento y negocia directamen­te, ¿entiendes?”, explica.

“Tu eres argentino, nosotros antes los refugiamos a ustedes cuando la dictadura en tu país y ahora huimos por el mundo, toda mi familia está afuera. Aquí se podía crecer cuando había democracia, desarrolla­rse, ahora no hay futuro,¿entiendes?”, dice a borbotones. Su hija, en silencio, sólo la mira.

 ?? AFP ?? Heridos. Uno de los manifestan­tes opositores es atendido por médicos en un banco de plaza en Caracas. Grupos parapolici­ales lo hirieron ayer de un balazo durante las protestas.
AFP Heridos. Uno de los manifestan­tes opositores es atendido por médicos en un banco de plaza en Caracas. Grupos parapolici­ales lo hirieron ayer de un balazo durante las protestas.

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