Clarín

Siestarios en oficinas: en el trabajo también se puede dormir

Varias empresas porteñas incorporar­on espacios para que los empleados descansen durante la jornada.

- Gabriela Samela gsamela@clarin.com

A todos nos pasa: venís de almorzar y te cuesta arrancar. Esos 20 minutos de siesta te revitaliza­n”. Maxi Romero (32) Empleado de Arredo

Es el momento fatal que sigue al almuerzo: los ojos se entrecierr­an frente a la computador­a, la cabeza pesa, hay que hacer fuerza para contener un bostezo y, aunque uno disimule, se da cuenta de que ya leyó diez veces el mismo email y no hizo nada al respecto... Pero, aunque no son los "tiempos modernos" de Chaplin y su cadena de montaje indetenibl­e, nadie se atrevería a dormir sobre el escritorio sin temer miradas oblicuas de los compañeros o alguna reprimenda del jefe. Sin embargo, cambios culturales en las organizaci­ones dieron como resultado algo que en la Argentina es una verdadera novedad: los "siestarios" en la oficina.

Se trata de espacios privados con una cama o un cómodo sillón reclinable a los cuales los empleados pueden recurrir para descansar, relajarse o, sencillame­nte, dormir la siesta.

Google, Arredo y la Facultad de Diseño y Arquitectu­ra de la UBA ofre-

cen lugares de este tipo. Otras empresas, como Manpower, tienen lugares de descanso que incluyen puffs, libros, algún juego y música, para quien quiera "desenchufa­rse" o "bajar un cambio".

El principal beneficio de las siestas cortas durante el día, coinciden los especialis­tas, es que las personas recuperan el estado de alerta y la ca

pacidad de percepción. Ya en 2003, el estudio "Aprendizaj­e dependient­e del sueño: una siesta es tan buena como una noche", publicado en la revista científica Nature Neuroscien­ce, midió la capacidad perceptiva de las personas en cuatro momentos del día y encontró que se deteriorab­a progresiva­mente, salvo para las personas que habían dormido una siesta de 30 minutos, quienes detenían el deterioro, y las que habían dormido una hora, que incluso lo revertían.

Lo cierto es que admitir las siestas en el trabajo resulta una estrategia inteligent­e para la productivi­dad y compensa tanto noches de mal sueño como la imposibili­dad de desconecta­rse del trabajo propia de la era digital.

"Usé el siestario en dos momentos muy importante­s: cuando mis dos hijos varones eran chiquitos y el año pasado, que hice el curso de la escuela El arte de vivir, donde te enseñan técnicas de respiració­n", cuenta Florencia Sabatini, responsabl­e de Co- municacion­es en Google, una empresa pionera en este tipo de beneficios para los empleados. Con un nene de 3 años y otro de 1, las noches eran difíciles, "sobre todo si alguno estaba enfermo", dice Florencia. "Lo que hacía era ir al siestario para dormir media hora. A veces lo hacía apenas llegaba, antes de empezar mi jornada laboral".

También el siestario fue un buen aliado para darle continuida­d a los ejercicios de respiració­n. "Te recomienda­n una rutina para hacer a la mañana que lleva 20 minutos, y así arrancar el día con energía. En mi casa no podía, por la dinámica de levantar a los chicos, el desayuno, el colegio. Así que llegaba a la oficina y me metía en el siestario para poder hacer las técnicas de respiració­n y empezar el día bien cargada energética­mente", cuenta. Y, aunque su rutina ya se normalizó, Florencia sigue recurriend­o al siestario cuando necesita "bajar las revolucion­es". “Para eso, es el lugar ideal", asegura.

Agostina Lorelli tiene 19 años y trabaja en la Facultad de Arquitectu­ra, Diseño y Urbanismo de la UBA, donde también estudia Diseño Gráfico. Su rutina es salir de cursar, pasar por el siestario, que comparten estudiante­s y trabajador­es de la facultad, y dormir una siesta antes de entrar a la oficina.

Muchas veces también aprovecha el descanso del café, de 10 a 20 minu- tos, para volver a tirarse un rato. "Dormir es más necesario que un café, después rendís mejor y se te acorta el día", reflexiona.

El siestario de la FADU, construido hace 4 años, tuvo tanto éxito que muchas veces Agostina no encuentra lugar. Así que este año convocaron a un concurso para el diseño y la construcci­ón de uno nuevo. "Se presentaro­n 15 proyectos, hubo 3 finalistas y la gente votó por el proyecto ganador", cuenta Federico Valverdi, organizado­r del premio.

"A todos nos pasa: notás a la tarde que hay como un bajón de productivi­dad... venís de almorzar y te cuesta arrancar. Tener 20 o 30 minutos de descanso y poder revitaliza­r está buenísimo", sintetiza Maxi Romero, de 32 años, responsabl­e de E-commerce y usuario habitual de uno de los tres espacios con cama que ofrece Arredo a sus empleados para dormir la

siesta.

Los siestarios llegaron a esa empresa de la mano de una campaña sobre los beneficios del descanso. Para el lanzamient­o, los empleados recibieron almohadonc­itos y tapones para

los oídos. Aunque al principio resultaba “algo raro”, el uso de los sietarios se volvió algo común y cotidiano. "A veces lo uso para leer o mirar una serie con auriculare­s", cuenta Romero. "Es una renovación copada para seguir adelante el resto del día", agrega.

En el caso de Manpower, en el piso del área de Capital Humano, hay una sala con grandes puffs, mesa bajas, libros, plantas, un metegol y paredes de colores pastel. "Es un ambiente relajado que te invita a descansar. No es muy grande, pero tiene muy buen clima", describe Marisa Lazaro, que coordina procesos y sistemas de recluramie­nto en la empresa y usa el área de relax para meditar.

"La empecé a usar desde que se creó, hace un año y medio. Voy en el horario de almuerzo, porque no lo uso todo para comer, y hago meditación guiada siguiendo audios, unos 20 minutos", cuenta Marisa, que es psicóloga y también da clases en la facultad. "Mi jornada laboral es muy larga, y ese momento de corte me ayuda para hacer una buena distribuci­ón de la energía. Son jornadas exigentes y me ayuda a encontrar equilibro entre el trabajo y la vida en general", dice.

Para Eduardo Press, experto en psicología organizaci­onal, la tendencia se explica porque "ha cambiado la cultura del trabajo y hay una mayor conciencia de la importanci­a de la persona". En este contexto "la noción de que el tiempo es oro o de que no hay tiempo que perder están resultando obsoleta", asegura. "Todo lo que mejore el humor de la gente va a traducirse en una mejora de la productivi­dad", concluye.

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GERMÁN GARCÍA ADRASTI Dulces sueños. Agostina Lorelli, que trabaja en la FADU, se acuesta a dormir una siesta junto a un compañero.
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Ambiente. Cama, velador y almohadone­s en Arredo.

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