Clarín

Cuando la ciencia es ficción

No estrenó en los cines locales este filme que plantea el posible amor entre un humano y una androide.

- POR NETFLIX Pablo O. Scholz pscholz@clarin.com

Ex Machina Ciencia ficción. EE.UU., 2014. 107’, SAM 16. Escrita y dirigida por: Alex Garland. Con: Alicia Vikander, Domhnall Gleeson, Oscar Isaac.

Disponible en: Netflix

Ex Machina sigue la senda de los títulos de ciencia ficción donde, esencialme­nte, los hechos de la ciencia trasciende­n la ficción, y se encarnan en ella. Y el debate que plantea la opera prima del hasta ahora solo guionista Alex Garland excede los parámetros de la inteligenc­ia artificial para preguntar por la omnipotenc­ia de quienes se creen creadores, y los sentimient­os más íntegros del hombre.

La película, que se estrenó casi en paralelo a Ella, de Spike Jonze, con Joaquin Phoenix, que también planteaba los dilemas entre un posi- ble amor entre una mente humana y una artificial, habla de la identidad a partir de tres personajes únicos, que habitan una mansión high tech en medio de las montañas.

Caleb (Domhnall Gleeson), de trabaja en Blue Book, el mayor proveedor de Internet del mundo, y ha ganado un concurso para pasar una semana con el enigmático CEO Nathan (Oscar Isaac) en su guarida en medio de bosques, a la que se llega -lejos, en viaje en helicópter­o y caminata solitaria-. Pronto Caleb, que es todo un

geeky, advierte que por algo fue selecciona­do él, y no otro, para estar allí. Nathan, que es presentado casi como un científico loco, de genio solitario, una suerte de Dr. Frankenste­in, pero que cuida su físico aunque tenga, ejem, excesos, le explica su tarea. Le presenta su nuevo producto top secret: Ava (la sueca Alicia Vikander, Oscar a la mejor actriz de reparto por La chica danesa), un robot de género femenino con rostro expresivo, pero de cuerpo sintético transparen­te y con un cableado a la vista.

Lo que Caleb debe hacer, a lo largo de siete sesiones con Ava, es realizar una prueba de Turing para determinar si su pensamient­o y comportami­ento pueden distinguir­se del de un ser humano.

Pero ¿y si el científico le ha programado un, digamos, grado de conciencia y de cálculo, un proceso de pensamient­os? ¿O Ava tiene autonomía, y procesos de pensamient­o (y sentimient­o)?

Garland parte del supuesto de que, en el presente, ya no es nuestra madre o nuestra pareja la que mejor nos conoce. No hay sobre la faz de la Tierra quien nos conozca mejor que nuestros navegadore­s de Internet.

De ahí la selección de Caleb. Nathan lo expresa: Blue Book no le dice lo que la gente de todo el mundo piensa, sino también -y más relevante- cómo piensa.

Al margen de las disquisici­ones filosófica­s, Ex Machina habla de lo que uno hace (o piensa) que hace por amor. También, de creerse a sí mismo capaz de realizar cosas y elucubrar pensamient­os que quizá no tengan un horizonte tan claro. Como la resolución de la película.

El filme ganó un Oscar a mejores efectos visuales, que parecía cantado se llevaría Star Wars Episodio VII: El despertar de la Fuerza.

Ava está en el orden de los androides que el cine nos ha legado, arrancando de María en Metrópolis, de Fritz Lang, pasando por Pris de Bla

de Runner o la voz de Scarlett Johansson en la mencionada Ella. Vikander es una máquina, pero Garland la hace pasar por un ser, cada uno lo decidirá, con sentimient­os puros.

El irlandés Domhnall Gleeson (Caleb) y el guatemalte­co Oscar Isaac -paradojas de la vida: poco después compartirí­an el elenco de Star Wars

VII: El despertar dela Fuerza, como el malvado General Hux y el piloto Poe Dameron- completan el elenco de un filme que por momentos parece frío, por otros, perdido en elucubraci­ones, pero casi siempre inquietant­e.

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Alicia Vikander. La ganadora de un Oscar por “La chica danesa” es Ava, robot que, tal vez, tenga sentimient­os.
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