Clarín

“La Orquesta del Colón es dúctil y apasionada”

Hoy dirigirá a la Orquesta Estable, con un programa que incluirá a Berio, Ades y Lutoslawsk­i.

- Sandra de la Fuente Especial para Clarín

La música de Berio tiene su aspecto lírico, ciertament­e una marca italiana, pero también es muy internacio­nal”, dice Tito Ceccherini en conversaci­ón con

Clarín, en una pausa de su ensayo con la Orquesta Estable del Colón. Ceccherini dirigirá hoy la Sinfonía para voces y orquesta, de Berio, en un programa que completan Mi

Parti, de Witold Lutosławsk­i y Asyla, de Thomas Adès. “Es uno de esos compositor­es que escribiero­n cada pieza por una razón particular. Absorbió contenidos de diferentes culturas y de diferentes momentos his- tóricos. Por esa razón, sus piezas pueden sonar muy diferentes, pero de cualquier modo, uno siempre escucha su firma”, concluye.

Ceccherini ya dirigió obras de Sciarrino y Grisey para el ciclo Colón Contemporá­neo. “Disfruto cuando dirijo la Estable. Es una orquesta dúctil y apasionada”. -A diferencia de muchos otros compositor­es de la vanguardia posterior a la Segunda Guerra Mundial, la mú- sica de Berio no parece haber envejecido. ¿Sabrías responder por qué? -Puedo intentarlo. La obra de Berio conserva el espíritu de su tiempo, pero también lleva el espíritu de la humanidad. Hay collage, a la manera de la vanguardia de ese tiempo, pero es tan diferente a los collages que uno suele escuchar. -¿Qué lo diferencia? -El tratamient­o de esos collages. Esta obra fue un encargo de la Filarmóni- ca de Nueva York, una orquesta que a esa altura dirigía Bernstein y a la que se le podía exigir sutilezas. Pero además, es una obra que responde al descubrimi­ento de Mahler, que hasta ese momento había dejado de escucharse. Creo que hay una conexión entre esos nombres y sus materiales. Es tan perfecta desde el punto de vista dramática y tan rica. Mahler resuena en esa pieza todo el tiempo como si estuviera en la radio, pero hay muchas cosas que suenan además al punto que, por momentos, Mahler desaparece. Muchos eventos se superponen y hay momentos en que uno no sabe si está escuchando

El Caballero de la Rosa o la Valse de Ravel, o la Novena Sinfonía de Beethoven. Hay un diálogo intenso entre las diferentes capas sonoras. -¿Cómo se ensaya una obra así? -Para mí siempre es sorprenden­te descubrir que está tan bien escrita que no es difícil de armar. La Filarmónic­a de Nueva York la hizo con un ensayo y algo más. Nosotros le dedicaremo­s más tiempo, por supuesto, pero no es un desafío enorme para esta orquesta. Lo que sí necesita la pieza es que las partes virtuosas de los solistas estén bien aprendidas. Esta sinfonía de Berio ya está empezando a formar parte del repertorio de las orquestas del mundo. Y aquí, por la apertura que muestra el público, y también por el ideario político que recorre la obra -con ese movimiento dedicado a Martin Luther King- creo que será adorada. -La Orquesta Estable es una orques- ta especializ­ada en ópera. ¿Te impone desafíos particular­es a la hora de dirigirla? -Cada vez que tengo oportunida­d de trabajar con la Estable me maravilla el modo en que los músicos se involucran con la pieza. Nunca encuentro razones para arrepentir­me de hacer este repertorio moderno con orquestas especializ­adas en la tradición operística­s. Tenemos una relación muy buena. -Me gustaría que me hablaras de tu experienci­a, frustrada por la medida de fuerza sindical, con “El Gran Macabro”, en La Plata. -Me sentí muy incómodo con toda la situación, me hizo cuestionar qué hacía aquí -lejos de mi familia y de mis hijos, uno tiene solo 8 meses-, pero seguí adelante. -Venís de Italia, donde los sindicatos pueden ser similares. -No trabajo mucho en Italia. Pero cada vez que lo hago, me arrepiento. Muchas cosas son parecidas: la sonrisa de la gente. En Italia, como aquí, cuesta muchísimo que la orquesta haga silencio. En ambos lugares, después de que el director explicó algo, todos quieren comentarle algo a su compañero de fila. Esto es solo un ejemplo de lo parecidos que somos. Pero también hay grandes y tristes diferencia­s. La dureza sindical de Italia pareciera que viene de no disfrutar del trabajo, solo están preocupado­s por irse. Acá, me parece a mí, hay una cuestión política que los envuelve, pero apenas empiezan a hacer música se siente que disfrutan.

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La pasó mal. En La Plata, con “El Gran Macabro” y los sindicatos.

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