El pase que cambia la dimensión del dinero alrededor de la pelota
Cuando Santiago Bernabéu tironeaba con Barcelona y se llevó a Alfredo Di Stéfano a su Real Madrid, inauguró una época. Acaso Gianni Agnelli lo comprendió mejor que nadie cuando compró a Enrique Omar Sívori, el
Maradona de su época, para Juventus. Lejano heredero de aquellos vi- sionarios, Florentino Pérez es quien vio antes que nadie para dónde iba el negocio del fútbol a fines del siglo XX. Cuenta la leyenda que Jorge Valdano, entonces director deportivo, le propuso comprar a una estrella porque
“sólo vale 20 millones” y el bueno de
Pérez le respondió: “Lo compraremos cuando valga 100”. Es el polémico presidente de Real Madrid quien comprendió que la Liga y la Liga de Campeones dan prestigio y linaje pero que el dinero grande proviene de la TV, de los abonos a la cancha, la publicidad y la venta de camisetas y el merchandising posterior. “Generar a partir de la compra de estrellas” es la ley no escrita del momento. Lo entendieron los clubes ingleses y lo entiende ahora PSG, apoyado en los sólidos fondos qataríes para arrancarle a Neymar a Barcelona.
Los 222 millones de euros cambian la dimensión del dinero en el fútbol, en principio. Es decir, el negocio cambiará. Y en las grandes Ligas sólo po- drán competir los poderosos. Los más poderosos. PSG gana aunque tenga que destinar una fortuna por el brasileño porque se posiciona de otro modo, casi a la par de Manchester United y Real Madrid, los que más dinero mueven, ya sea con sus operaciones o con el interés que despiertan esas
stars que cuestan un ojo de la cara. Valor y precio, como suele decirse.
La mudanza de Neymar también le dará rédito a la Liga 1. No por casualidad se metió en la disputa con la Liga española pidiéndole que aceptara el pago de la rescición que destrabaría definitivamente el pase. Con un jugador de la magnitud de Neymar -futbolística y mediática- el fútbol francés puede discutirles liderazgos a los otros cuatro torneos fuertes europeos: Inglaterra, Alemania, España e Italia, en ese orden.
En esa película de intrigas y espías, de silencios y gestos elocuentes que fue la seducción francesa al astro hay otro correlato inmediato acerca de las relaciones entre los clubes. Juventus no le puso cláusula de rescición a Dybala. La razón es sencilla: si fija un precio se pone un tope y en una de esas aparece un PSG... Entonces obliga al interesado a negociar el pase. Y en la negociación, por qué no, tal vez el tenedor de un crack logra sacar más de lo que pensaba.
Los futbolistas, que parecen los grandes ganadores de estas operaciones, deben remojar las barbas. Los clubes europeos cambian las fórmulas de los contratos y son cada vez más importantes las “variables por productividad” que el salario formal. Y quién se hace cargo de los impuestos. Nada menos.