Minnicelli, el prófugo que los fines de semana se iba a bailar a Mar del Plata
Fue delatado por un vecino que se hizo de la recompensa de 250 mil pesos. Allanaron la casa donde estaba.
Lo hacía mientras estaba escondido en Chapadmalal y con pedido de captura. El cuñado de De Vido, que estuvo prófugo 9 meses, tuvo un pico de presión y quedó preso en una unidad policial porteña. Lo acusan de integrar la mafia de los contenedores en la Aduana.
Roberto Martínez no tenía computa
dora ni televisor en la pieza que el almacenero Juan Castillo le alquilaba en Estación Chapadmalal. Se movía en colectivo para ir a Batán y en remise a Mar del Plata, a 12 kilómetros, un viaje de unos 300 pesos, los fines de semana cuando “iba a los boli
ches”, generalmente a un bailable del macrocentro donde tocan Dj, cantan estrellas de la bailanta y hay shows
de baile en el caño. Roberto era, como dijo un muchacho con el que solía hablar de fútbol (nunca de política), “un vecino más”. Hasta la noche del domingo, cuando llegó la Policía y lo identificó: Martínez, que en realidad es el apellido de su madre, era
Claudio “El Mono” Minicelli, el cuñado prófugo del ex ministro y diputado Julio De Vido. Anoche, la Policía Fe- deral allanó la casa y encontró elementos personales que, según la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, se investigarán para ver si tuvo “apoyo político”.
El prófugo había estado la tarde del domingo en el cumpleaños de uno de los hijos de Castillo. Había salido unos minutos a fumar a la vereda, algún movimiento que notó en la cuadra no le gustó y se metió en su cuarto. “Se metió a la pieza y salió un rato después”, contó un vecino a este diario. “Y cuando salió lo paró la Policía: podemos hablar con usted, le preguntaron”, narró. Los agentes están de civil, eran dos hombres, uno de ellos Juan Carlos Herrada, jefe del destacamento del pueblo: “Esta bien, me dijo, perdí”, contó a Clarín que le respondió el detenido.
Le seguían el rastro desde que alguien lo delató por la recompensa de 250 mil pesos que había sido fijada hace pocos días. Se miran unos a otros los habitantes de este pequeño vecindario ubicado entre Mar del Plata y Batán cuando se los consulta sobre quién pudo haber sido el que lo entregó. De quienes se acercaron a curiosear por el movimiento en la esquina de 22 y 9, no hay quien hablé mal del hombre. “Es que era una persona normal, serio, respetuoso siempre, muy educado”, dice un muchacho. Cuenta que Minicelli es fanático de River y que solía ir a ver los partidos al negocio de Castillo.
“Yo he ido y el atendía, te cortaba el fiambre, o estaba ahí sentado, hablando con el dueño”, agrega. A Castillo no le gusta esa versión: “No, como iba estar despachando él, de ninguna manera. Si venía a ver los partidos o se quedaba a charlar”, dijo a este diario.
Se cuenta en el barrio que Minicelli andaba siempre con fajos de dinero en el bolsillo. Pero que no hacía ostentación. Que no usaba auto y salía
a caminar por el barrio, y hasta compraba en el negocio que hay frente al destacamento de Estación Chapadmalal, “como si nada: quién iba a imaginar que era ese”, dice otro vecino. Compraba ropa en una tienda del barrio, nunca primeras marcas.
Alquilaba un precario cuarto a la vuelta del almacén “La 9”, por 1500
pesos por semana, y demoraba su partida cada vez que pagaba el alquiler. Castillo tiene 4 piezas similares a la que alquilaba a Minicelli, y tienen “gran rotación” de pasajeros. Pero el cuñado de Julio De Vido llamaba la atención: hacía tres meses que había llegado y no se movía. Decía que esperaba que lo llamaran de un vivero en Sierra de los Padres, donde sería empleado, pero que habían surgido algunas complicaciones con el casero de la propiedad y que por eso debía quedarse unos días más. Pero ahora parecía estar decidido: se quedaba hasta el domingo, le había dicho a Castillo.
Siempre pagó en efectivo. Aunque en la última semana de su estadía había abierto una cuenta en la despensa, “sacó unas cositas, poquito”, y no llegó a pagarlas: quedó debiendo un fiado de 200 pesos.