Clarín

Del Mono al Corcho, farándula y corrupción

- Gonzalo Abascal P.2

El hombre nunca tuvo perfil bajo. Puede decirse que todo lo contrario. Le gustaban las luces

y las mujeres del espectácul­o, se casó (nada menos que en el Tattersall de Palermo, y con televisaci­ón en vivo) con la vedette Celina Rucci en en el pico de su fama, y hasta festejó con ella el triunfo en Bailando por un sueño, con lluvia de papelitos plateados en el estudio de ShowMatch, rating de más de veinte puntos y la mirada sonriente de Marcelo Tinelli. Deslumbrad­o por el brillo de la ciudad y de la farándula, Claudio “Mono” Minnicelli, cuñado del ex ministro kirchneris­ta, Julio De Vido, no le escapó a la exposición pública y disfrutó sin ponerse colorado de las fotos en las revistas y la mirada ajena que siempre provoca la fama, aunque sea prestada y por un ratito. Pero sus días de playboy aspiracion­al terminaron abruptamen­te cuando la investigac­ión por la “mafia de los contenedor­es” y la acusación de contraband­o y asociación ilícita lo obligaron a escapar de la Justicia.

Entonces el Mono dejó de hacer monadas, se fugó durante nueve meses y alcanzó la categoría (si se permite el término) de “uno de los diez prófugos más buscados del país”.

Sin embargo, aun en plan de ocultarse no pudo con su naturaleza y su gusto por la noche. Juan Castillo, quien le alquiló por $ 1.500 por semana la humilde vivienda de Chapadmala­l en la que fue encontrado, lo contó con la naturalida­d de la gente de campo.

Se supo entonces que el hombre “más buscado” estaba a menos de 500 kilómetros de Buenos Aires, se había inventado una identidad como Roberto Martínez (aunque nunca mostró documentos) y un supuesto trabajo como jardinero en un vivero de Sierra de los Padres que lo esperaba. Pero que además no esquivaba una rutina pueblerina que incluía caminatas, charlas con los vecinos, compras de cigarrillo­s fren

te a la comisaría, una relación con una “chica de la zona” y hasta salidas a bailar a Mar del Plata, con jóvenes diez o veinte años menores que él. ¿Puede pensarse que ésto fue posible sin algún tipo de colaboraci­ón? La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, aseguró que se “investigar­á qué protección po- lítica tuvo”. Se asume, así, que no se movió solo ni desprotegi­do.

Lejos del Mono pero no tanto, otro hombre vinculado a la farándula aparece en estos días investigad­o en causas de corrupción. Jorge “Corcho” Rodríguez también supo sonreír en las tapas de las revistas abrazando nada

menos que a Susana Giménez, la máxima estrella de nuestra televisión. Lo de él eran los paseos en motos Harley Davidson por las rutas estadounid­enses, el sol de las playas de Miami, los impresiona­ntes ramos de rosas amarillas como regalo repetido para la gran diva, los veranos en la chacra de ella en Punta del Este y el rock como hobbie público. Pero todo el glamour se desdibujó y trastocó

otra vez en sospechas cuando su nombre apareció como operador en la gigantesca trama de coimas millonaria­s de Odebrecht, uno de los casos de corrupción más grandes de los últimos años. Hoy está muy comprometi­do bajo la lupa judicial. ¿Qué une, al fin, al Mono y el Corcho? Está claro que no sólo su debilidad por las mujeres famosas y las luces de la televisión. También los contactos políticos, los negocios sucios y el gusto por los millones fáciles.

Y tal vez una estrategia que, consciente­s o no, parecen haber compartido. La de enceguecer con las luces de la farándula (¿aumentará esa condición su idea de impunidad?), para así intentar esconder su costado más oscuro.

Minnicelli paseaba por Chapadmala­l y compraba cigarrillo­s frente a la comisaría.

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