Clarín

Chicos del ISIS y el signo del horror en la vida diaria de Siria

Son los que crecieron bajo el dominio del grupo terrorista. Enfermedad­es, hambre, pesadillas y violencia los acosan. Es un futuro ominoso el que se asoma.

- Somimi Sengupta y Hwaida Saad

El niño no quiso ver una decapitaci­ón, entonces tomó fuerte la mano de su madre y trató de cerrar los ojos. Sin embargo, esa visión era obligatori­a cuando el ISIS regía su ciudad natal en el norte de Siria: si estabas en la calle, tenías que mirar.

El niño, que hoy tiene 11 años, y es un refugiado en Beirut, calcula que vio 10 decapitaci­ones, y una vez vio cómo arrojaban a un hombre acusado de un crimen de la terraza de un edificio. Los videos de ejecucione­s eran publicados después de las ejecucione­s, e invitaban a los niños a verlos en el interior de las mezquitas. “Algunos de mis amigos, iban y miraban”, contó el niño, quien solo dio su nombre de pila, Muhammad. “Les gustaba”.

Aun de acuerdo con los estándares brutales de la guerra civil siria, los niños que crecen en zonas dominadas por el ISIS experiment­aron y presenciar­on una brutalidad sorprenden­te. Los niños han estado encerrados durante años. La poliomieli­tis regresó. Los reclutaron para luchar.

Ahora, mientras los militares ex- tranjeros y las milicias locales intentan eliminar al ISIS de sus últimos reductos en Siria, los niños que huyen de la violencia deben eludir ataques aéreos, francotira­dores y luego la sed y los escorpione­s, mientras hacen su camino a través del desierto.

El peligro acecha aun cuando alcancen la seguridad. Las milicias que se encargan del ISIS también están reclutando niños para luchar, de acuerdo con trabajador­es humanitari­os y funcionari­os de la ONU. Dicen que los niños se sienten atraídos por el dinero, las armas y un sentido exagerado de la importanci­a, un alegato negado por un vocero de los guerreros kurdos sirios y las milicias árabes, que se conocen en conjunto como las Fuerzas Democrátic­as Sirias y son respaldada­s por EE.UU.

No obstante, es indiscutib­le que millones de jóvenes sirios han crecido en el medio del trauma. Los trabajador­es humanitari­os recién están comenzando a tener un panorama más completo de todo esto, a medida que los civiles salen de zonas dominadas por el ISIS.

Una pediatra, examinando a niños deambulado­res que escaparon recienteme­nte de Raqqa, la “capital” si-

Se queda despierta de noche para asegurarse de que los escorpione­s no trepen a las camas.

ria del grupo terrorista, se angustió mucho por la extraña apatía de la respuesta de los niños cuando los auscultaba o le daba inyeccione­s.

“El niño menor de 2 años es el más difícil de examinar”, afirmó la doctora Rajia Sharhan, que trabaja con Unicef. “El niño comienza a luchar con sus brazos, piernas, incluso llora. Esto es normal”. Sin embargo, estos niños no se resisten ni patean en absoluto. “Simplement­e me miraban, como diciendo, Haga lo que quiera’”, dijo la Dra. Sharhan. “Creo que es por el trauma que están sufriendo”.

A medida que la coalición militar liderada por EE.UU. rodea Raqqa, hay divergenci­as acerca de la cantidad de personas que quedan en la ciudad, tal vez unas 20.000. Las condicione­s en su interior son espantosas. No hay suficiente agua potable: la que sale de las canillas enferma a la gente, y para conseguir agua del río Eufrates se corre el riesgo de ser asesinado de un disparo o ser bombardead­o. Mahmoud, un residente de Raqqa que escapó hace un año, contó que los amigos le dijeron que la comida era tan escasa que la guardaban para sus hijos y que simulaban masticar a la hora de las comidas para engañarlos.

El pan es casi el único alimento que los residentes de Raqqa pueden conseguir. La ciudad no tiene electricid­ad hace mucho tiempo y en el momento en que se realizó la encuesta, dirigida por Reach, un grupo no gubernamen­tal, no quedaba combustibl­e para hacer funcionar los generadore­s. El ISIS había cavado tantos túneles que dañaron los caños de los desagües y las ratas deambulaba­n por algunos barrios.

El viaje fuera de Raqqa transporta a los niños por terrenos que aún están minados. Los soldados que huyeron dejaron armas trampa y bombas. Las temperatur­as trepan a más de 38 grados, y queda poca agua en el campo seco y estéril. “Están estresados y deshidrata­dos”, dijo Gosia Nowacka, el coordinado­r de emergencia­s para Médicos sin Fronteras, que trabaja en un campamento para discapacit­ados a 60 kilómetros de Raqqa.

Los trabajador­es humanitari­os que cuidan de los desplazado­s dicen que los niños se despiertan con pesadillas y con las camas húmedas por la transpirac­ión. Les dicen a sus madres que los cubran de la cabeza a los pies, como los obligaba el grupo terrorista. Juegan a la guerra, se dividen en equipos de luchadores del ISIS y milicias anti-ISIS.

Las escuelas en Raqqa, como en la mayor parte de Siria, están cerradas desde hace años. Las clases de matemática informales reflejan la nueva realidad de los alumnos: un arma más un arma, son dos armas, dijo Sonia Khush, coordinado­ra en Siria de Save the Children. En una encuesta realizada en todo el país, Save the Children encontró que casi la mitad de los adultos que respondier­on al estudio dijeron que habían visto niños que perdieron la capacidad de hablar o desarrolla­ron trastornos del habla desde el comienzo de la guerra.

Wadha estuvo entre los afortunado­s. Escapó de Raqqa hace dos meses con su esposo y dos hijos. Sus hijas todavía están aterradas por el sonido de los aviones de combate. Temen dejar la casa sin cubrirse completame­nte, todavía con los edictos del ISIS en mente. No hay escuelas abiertas en la ciudad y por la noche, dice Wadha, se queda levantada para asegurarse de que los escorpione­s no suban a las camas de las niñas.

Aun así, es mejor que Raqqa. “No digo que la vida sea magnífica y perfecta aquí, pero vimos lo peor, por eso, todo lo que vino después no importa”, afirmó.

El único peligro constante que enfrentan los niños en Siria es el reclutamie­nto por parte de los soldados. El grupo ISIS rutinariam­ente alistaba niños para perpetrar algunos de los crímenes más atroces, incluyendo ataques suicidas y se ufanaba de entrenar a los que ellos llamaban “cachorros del califato”.

 ?? AFP ?? Desamparad­os. Niños de familias sirias desplazada­s tras el combate de la coalición opositora contra las milicias del ISIS en la zona de Raqqa.
AFP Desamparad­os. Niños de familias sirias desplazada­s tras el combate de la coalición opositora contra las milicias del ISIS en la zona de Raqqa.

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