Clarín

El cambio climático necesita de la Argentina

- Oscar Soria Portavoz del movimiento cívico global Avaaz.org

Vino, amagó y fracasó cuando vio que los otros diecinueve países no iban a permitir sus delirios climáticos. El intento del presidente estadounid­ense Donald Trump de renegociar el acuerdo de París para enfrentar la crisis climática resultó en un fracaso que lo ha aislado aún más del mundo. En cambio, el resto de los países del G20 dieron un mensaje contundent­e, al indicar que el acuerdo de París es “irreversib­le”. Y como si ello no fuera poco, los 19 países firmaron un plan de acción para hacer la transición hacia energías limpias y renovables.

Pero la guerra diplomátic­a internacio­nal por el clima no ha terminado. Y la Argentina, que hereda de Alemania la presidenci­a de las 20 economías más importante­s de la Tierra, tiene ahora el deber de mantener la orientació­n acordada la semana pasada en Hamburgo. El presidente Mauricio Macri deberá elegir entre seguir el consenso internacio­nal o ceder frente a las presiones diplomátic­as de Washington.

La Argentina está dando señales de avance en la adopción de las energías renovables: todo indica que el plan “Renovar” está en cami

no a cumplir con sus objetivos de cubrir para el 2025 un 20% de la matriz energética con

fuentes renovables. Y un proyecto legislativ­o consensuad­o entre Cambiemos, el Frente para la Victoria y el Bloque Justiciali­sta, orientado a regular la distribuci­ón de la energía renovable, está a punto de ser aprobado en el Congreso. A esto se le agrega que la Argentina ha venido expresándo­se a favor del combate al cambio climático y apoyando declaracio­nes e iniciativa­s en esa dirección.

Sin embargo, el liderazgo climático no solo se define en el lenguaje diplomátic­o: hay que actuar en casa si existe real voluntad política. Los proyectos de Vaca Muerta o Río Turbio deberían revisarse. Es un contrasent­ido, asimismo, el ignorar las distorsion­es de los subsidios a los combustibl­es fósiles. Como también lo son las inversione­s en la costosa energía nuclear, tecnológic­a incompatib­le con el pujante sector de las energías renova- bles, cuya capacidad de generar empleos sigue creciendo.

Además, el Gobierno tiene otro frente en el combate al cambio climático: la destrucció­n de nuestros bosques nativos sigue siendo una de las principale­s causas de las emisiones de dióxido de carbono por parte de la Argentina. Los expertos indican que la alarmante tasa de deforestac­ión, que ya mismo está causando conflictos sociales y desastres naturales, necesita reducirse a cero en forma urgente. La última cumbre del G20 podría ser una excelente oportunida­d para que los partidos mayoritari­os abandonen la política extracti

vista de Estado “de facto” que se viene dando en forma ininterrum­pida desde el gobierno de Carlos Menem. Nadie toma petróleo, nadie come oro, ni nadie respira dinero. Sin equilibrio ambiental, no hay economía ni sociedad que aguante. El liderazgo de la Argentina en el G20 puede ser una oportunida­d para todos los partidos políticos en repensar el futuro y, desde el Sur, marcarle al mundo un Norte diferente.

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