La primera parada fue en Chicago
Un enviado de Clarín estuvo en la sede madre del Festival. Brillaron Arcade Fire y Muse y decepcionó Liam Gallagher. Cuatro noches con más de 150 bandas.
La lluvia venía amenazando desde temprano en el interminable Grant Park de Chicago, en Estados Unidos. De hecho, se hizo presente varias veces. Pero ni el pronóstico de tormentas ni el agua en sí amedrentaron a las casi 100 mil personas -en su mayoría, millennials de entre 15 y 20 años- que coparon la “ciudad de los vientos” para vivir la primera jornada de la versión madre del Lollapalooza en su edición número 26.
Durante cuatro fechas, más de 170 bandas se repartieron entre los ocho escenarios de uno de los festivales de música más convocantes del mundo. Una suerte de preludio de lo que va a pasar en Argentina el 16, 17 y 18 de marzo de 2018 -ver recuadro-, cuando el Lolla vuelva a desembarcar en el Hipódromo de San Isidro para su quinta edición (hoy comienza la venta de los Early Bird).
El jueves, en el arranque, el diluvio y un aviso de tormenta eléctrica obligaron a evacuar el predio justo cuando Muse -a seis años de su show en este Lolla- desplegaba todo su arsenal de luces, distorsión y power rock progresivo en el escenario principal, y Lorde hacía lo propio en el Bud Light, los dos escenarios principales. Pero Cage the Elephant, con su histriónico y jaggeriano frontman Matt Schultz, le imprimió rock garagero y melodrama a la tarde lluviosa. Antes, mientras Capital Cities acaparaba al segmento teen en el escenario Tito’s, Liam Gallagher salía a escena para hacer sólo cuatro canciones y retirarse aduciendo problemas de sonido. Luego pidió disculpas por Twitter y aclaró que había arruinado su voz en el sideshow de la noche anterior.
El viernes, con los rascacielos de Chicago iluminados e imponentes detrás del escenario del Grant Park, The Killers salía a escena con The
Man, su nuevo single. Los liderados por Brandon Flowers volvieron a justificar su rol indiscutido de headli
ners, gracias a un frontman con mucho escenario y habilidad para cautivar a su público. Flowers entregó todo y hasta se dio el gusto de hacer Star
light, una suerte de regalo para los que se quedaron con ganas de ver a Muse la primera noche.
Hordas de adolescentes en minishorts, disfraces, camisas desabotonadas, bandanas y camisetas de fútbol americano y básquet, pulularon durante las cuatro fechas por la Columbus Drive, la calle principal de acceso a los escenarios, ya sea para llegar a tiempo a un show -toda una odisea en este festival- o para conseguir algo para comer o tomar. La tribu millennial parece no estar nunca más de quince minutos en un show. Paran, escuchan, y vuelta a caminar para ver otra cosa.
Pero esta segunda fecha, el escenario Tito’s fue testigo de que los sub 60 también tienen su lugar en este Lollapalooza. Cabezas calvas y canosas bajaron de los sectores VIP y Platinum para oír la hermosa voz de Ryan Adams. Por su lado, Foster the People y Blink 182 coparon el Bud Light, el otro escenario principal del predio.
El sábado, en el día con más convocatoria de todo el festival, la expecta-
tiva era enorme. Una masa de público se fue acercando al escenario Grant Park para ver a Chance the Rapper, la nueva figura del rap y el hip hop, en su ciudad natal. Y a las 20.30, Chance realizó una entrada fiel a sus pretensiones, con videos de celebridades americanas (entre ellas, Michelle Obama y Kanye West, su mentor) agradeciéndole donaciones o entregándole premios. Un trompetista, un tecladista y un coro gospel para que Chance disparara rimas y le hable a su público: “Ustedes tienen el poder. Pónganle presión a los políticos para que piensen primero en ustedes”. El crédito local acaparó las más de 100 mil personas que llegaron para el tercer día, dejando a los británicos The XX algo solos en el otro show de cierre en el Bud Light.
Otro de los platos fuertes del sábado fueron los también locales Kaskade en el escenario electrónico Perry’s (siempre lleno, una isla dentro del festival). Y a las 18.15, Alt-J -los Simon & Garfunkel británicos- desplegaron todo su rock electro-psicodélico para dejar en trance al público treintañero, ya que las millennials esperaban el pop gótico de Banks.
El domingo a las 20.30 en punto, volaban globos de color blanco, rojo y celeste por el cielo despejado de Chicago para recibir a Arcade Fire en el escenario principal. Con algo menos de público que el sábado, la banda indie canadiense salió a la cancha con
Everything Now, corte que da nombre a su nuevo flamante disco y que bien podría haber hecho ABBA en sus años dorados. Del disco bailable y setentoso del último tiempo al rock indie más experimental de sus primeros discos hay un solo paso: basta escuchar The Suburbs para corroborarlo. Al otro extremo del Grant Park, el dúo francés electrónico Justice le ponía punto final al escenario Bud Light.
Una de las más agradables sorpresas de la última fecha del Lollapalooza Chicago fueron los británicos London Grammar. La blonda Hannah Reid, a mitad de camino entre Tori Amos y Florence Welch, mostró talento y sobriedad para cantar y sentarse un rato al sintetizador en el pequeño escenario Lake Shore. Porque se puede ser linda y hacer canciones sin coreografías ni Auto-Tune.
Enfrente, le siguió The Shins en el Grant Park, con su clásico indie rock y algún tinte del surf rock de los Beach Boys. “Mira toda la gente que vino a vernos”, se sorprendió uno de los dos cantantes de la banda de Nueva México que entre idas y vueltas lleva casi veinte años en la escena. Otro de los shows celebrados de la tarde fue el del rapero Big Sean en el escenario Bud Light. Delante de una cruz católica roja clavada en el fondo del escenario, el de Detroit -como Chance the Rapper-, levantó al público de Chicago con estribillos pegadizos y una corneta a lo Nene Malo.
Fue el día final de un festival tan ecléctico como inabarcable: ocho escenarios, casi cincuenta bandas por día y un Grant Park que recorrerlo de una punta a otro lleva veinte minutos sin tráfico humano. Pero vaya si vale la pena caminarlo y sorprenderse con una banda nueva que dan ganas de volver a casa y seguir escuchándola.