La maldición bonaerense es gobernar mal
La provincia de Buenos Aires es el territorio más enigmático de la polí
tica argentina. Nadie quedó más sorprendido que Alejandro Armendáriz cuando lo eligieron gobernador en 1983 por obra y gracia de la gran victoria de Raúl Alfonsín. Jamás se pudo reponer de la sorpresa y la mediocridad de su gestión
aceleró el regreso del peronismo con el arribo de Antonio Cafiero. Y aunque la situación de los bonaerenses siguió empeorando los gobernadores peronistas se las arreglaron para quedarse durante 28 años. Eduardo Duhalde, Carlos Ruckauf, Felipe Solá y Daniel Scioli se sucedieron en el poder mientras asesinaban a José Luis Cabezas, a Axel Blumberg, mientras crecían la inseguridad, el narcotráfico, se mo-
rían 78 personas en una sola inundación y desaparecía para siempre Jorge Julio López, un albañil que ya había sido secuestrado y torturado durante la última dictadura.
Mucho Fondo del Conurbano; muchos planes sociales; muchos asentamientos sin ley, sin seguridad y sin cloacas. Demasiados barones del Conurbano bonaerense, con aparatos políticos millonarios, fuerzas barrabravas de choque y poco presupuesto para la salud, la educación, la obra pública y la infraestructura. Tal vez por eso, Mauricio Macri usó una metáfora hormonal para provocar a la oposición a cinco días de las PASO. “A todos los machos de la Provincia, (María Eugenia) Vidal
los está poniendo en vereda”, dijo en un gimnasio del pueblo de Azul. Quedó claro a quiénes se refería. Los machos de la Provincia son los gobernadores que la precedieron y que no lograron resolver casi ninguna de las urgencias del distrito que contiene al 38% del padrón nacional. Una forma novedosa de pedir el voto para la gobernadora a la que hace ya mucho tiempo llamaban Heidi.
De todos modos, la estrategia de Macri tie-
ne sus límites. No toda la oposición se reduce al concepto “los machos de la provincia”. Allí está Cristina Kirchner, encabezando su intento de retorno y atormentando los cálculos electorales del Frente Cambiemos. Del mismo modo que Sergio Massa consiguió a Margarita Stolbizer para que la acompañe en la boleta de su apuesta bonaerense. Y además están Gladys Gonzalez, Graciela Ocaña, Fernanda Vallejos o Florencia Casamiquela (compañera de fórmula de Florencio Randazzo) para nutrir la gran ola femenina que enarbola Vidal.
Claro que a los candidatos que empuja la gobernadora no les alcanzará con el cambio
cultural para ganar la complicada elección del domingo. La Provincia tiene demasiadas espinas y pocos brotes verdes. El desempleo industrial es una llaga que todavía no pueden curar el repunte del agro y la construcción. Salarios bajos, inflación alta, facturas del gas o de la luz que duelen en el bolsillo.
Tan lenta es la reactivación económica en el Conurbano que algunos encuestadores ya denominan a una parte del respaldo que recibirá el Gobierno con el curioso concepto de
“voto bajo protesta”. Ciudadanos que los apoyarán a regañadientes y se rehúsan a buscar una alternativa más atractiva en la oposición. Habrá que ver si le alcanza a Cambiemos para superar el duro examen bonaerense. Entre los dirigentes argentinos circula el
mito de una extraña maldición que les ha impedido a los gobernadores bonaerenses convertirse en presidentes. Tal vez ya sea hora de reconocer la realidad. Las malas gestiones de
gobierno que han tenido a lo largo de la historia reciente fueron mucho más perjudiciales que las calaveras de la superchería clavadas en las puertas de la Casa Rosada.
Demasiados barones del Conurbano y muy poco presupuesto para salud, educación y obra pública