Una escalada preocupante que requiere dar lugar a la diplomacia
La capacidad nuclear y misilistica de Corea del Norte, como los alardes que amenazan la Base aérea de Anderson que aloja a los bombarderos B-1B, vaticinan riesgos de un grave conflicto militar. Los efectos podrían ser catastróficos al disponer Pyongyang de aproximadamente dos docenas de ojivas y una variedad de misiles de largo alcance claramente ofensivos. En la hipótesis del uso de ese arse- nal, los daños humanitarios y al medio ambiente tendrían una envergadura superior a las tragedias de Hiroshima y Nagasaki y produciría, entre otras consecuencias, una sensible disminución en la capa de ozono. Las cenizas y el polvo tendrían efectos en el clima a escala global.
Pero aún si la reanudación de las hostilidades en la península coreana se mantuviera limitada a las armas convencionales, los efectos geopolíticos serían de un alcance preocupante. La duda, entre otras, gira entorno a la eventual reacción de Beijing ya que China es el aliado militar principal de Norcorea. Según el tratado de asistencia recíproca, firmado en julio de 1961 (que han renovado dos veces y vigente hasta 2021), Beijing y Pyongyang se comprometen a protegerse ante un ataque de un tercer Estado. También, de acuerdo al artículo II, las partes se obligan a ofrecer asistencia militar.
De acuerdo a publicaciones especializadas chinas, el instrumento bilateral podría no ser de cumplimiento automático. También destacan que el programa de armamentos nucleares norcoreano podría relativizar las obligaciones del tratado de defensa, incluso en convertirlas en nulas, de forma similar a la reacción de la Unión Soviética con China en 1964 cuando Beijing realizó el primer ensayo de un arma nuclear.
Sin embargo, China ha dejado en claro su oposición a toda acción militar. Rusia también. Ambos reclaman una moratoria para la península coreana que incluya el cese de las actividades nucleares y misilísticas norcoreanas y, como contrapartida, la suspensión de la instalación del sistema antimisiles Thaad en Corea del Sur (dos baterías ya están en funcionamiento) que tendrían la capacidad de controlar el territorio norcoreano y, paralelamente, el sur de China y la región rusa de Primorie.
Los medios chinos ya advierten, incluidos sitios web gubernamentales, que los tiempos de un conflicto se acortan. También reconocen que la respuesta norteamericana es inevitable ante las provocaciones milita- ristas de Pyongyang. Las últimas expresiones del presidente Donald Trump lo dejan en evidencia y suenan casi como un ultimátum. La advertencia coincide con la difusión de un informe que alerta que Corea del Norte habría desarrollado con éxito cabezas nucleares en miniatura susceptibles de ser incorporadas en los misiles balísticos que dispone.
Es desilusionante que las principales potencias del planeta no hayan sido capaces de aliviar el grave cuadro de tensión. Es urgente frenar la amenaza de escalada militar y establecer las bases que permitan reanudar las negociaciones a seis bandas (EE.UU., Rusia China, Japón y las dos Coreas) para la desnuclearización de la península. Es de esperar que la diplomacia tenga aún una oportunidad para soluciones no militares y detener los riesgos de una guerra que tendría, de producirse, un impacto con dolorosas consecuencias globales.