Clarín

Adiós a los yuyos

- Marina Aizen maizen@clarin.com

Los cordobeses no se olvidan del 2013, cuando los incendios devoraron 60 mil hectáreas en los valles de Calamuchit­a, Paravacha y Punilla. El cambio de vegetación ayudó a que esto ocurriera: los pinos explotaban como bombas. Bombas de resina. Entonces, llama la atención que el gobierno provincial insista con el desarrollo de esta y otras exóticas, a través de la nueva ley agro forestal. Esta norma tiene, paradójica­mente, un buen objetivo: restaurar el 2% de la cobertura vegetal de la provincia. Pero reforestar no es poner cualquier árbol. Es darle lugar a las especies nativas, que han sido literalmen­te arrasadas, aunque son las únicas que están adaptadas al ambiente y a su biodiversi­dad. La sociedad civil en la provincia está muy movilizada en defensa de lo que queda de bosques y reclama que se le de participac­ión en la decisión de la lista de especies que se van a poder implantar, algo que sucederá -llamativam­ente- en el ámbito de la secretaría de Agricultur­a, en vez de la de Ambiente. En el territorio, había dos ecosistema­s que fueron casi eliminados: el chaqueño y el espinal, cuenta el biólogo Christian Schneider, que integra la Coordinado­ra en Defensa del Bosque Nativo. Díganle chau a los yuyos del mate si llega el pino: este transforma el suelo, se lleva el agua y, encima, estalla. ¿Cuál es el negocio?

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Bajo fuego. Los valles, en 2013.

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