La verde Irlanda de Caballito
Es domingo a la tarde, el invierno dio una tregua y Plaza Irlanda, en Caballito, justo en el límite con Flores, está repleta. Mateadas, lectores, grupitos que hacen gimnasia. Árboles de copas grises y ramas peladas. Y entre todo eso, entre aquellos chicos que esperan alborotados para subir a la calesita de José (1950), se imponen el sol tibio y una idea: la memoria es una forma de redescubrimiento curiosa, al menos.
El 14 de octubre de 1927, dos días después de que la ex municipalidad inaugurara la plaza, el diario irlandés fundado aquí en 1875, The
Southern Cross, publicó que era “sólo comparable con los bosques de Palermo” o “la apertura de la Avenida de Mayo”. ¿Mucho? Plaza Irlanda es una de las más grandes de la Ciudad. Ocupa 51.874 m2, según precisaron a Clarín desde la Secretaría de Descentralización, encargada de su mantenimiento. “Sólo por su tamaño debería ser considerada parque”, indicaron.
La plaza se impuso, se impone, con unas cin- cuenta especies de árboles y plantas, esculturas, espacios para el deporte. La antigua cancha de bochas y la renovada bicisenda. Sin embargo, hay cuestiones que por obvias dejan de notarse: Plaza Irlanda fue bautizada así en honor a los irlandeses que impulsaron la zona. Su historia empezó antes de 1927, a fin del siglo XIX, cuando inmigrantes de ese país compraron esta tierra de quintas para edificar el Colegio Santa Brígida. Cuando esto era un potrero inmenso. Además del nombre, hay otras huellas del homenaje a Irlanda. Grandes detalles. Como el relieve del mástil que creó Luis Perlotti –ex vecino, su casa de Pujol 644 es su museo–, con una figura femenina que lleva el escudo argentino y otra, un arpa irlandesa.
Pero la memoria es una forma de redescubrimiento curiosa, cierto. Una forma parecida a una red de pescadores: expone las presas aunque sean pocas pero apenas sugiere, y sólo si se está atento, que pasó mucha agua a través de ella. Como ocurre con el recuerdo de Leopoldo Marechal, autor de la novela Adán Buenosayres (1948), cruzando esta plaza para ir a enseñar a la a escuela Peña, en Trelles al 900, todos los días, durante dos décadas.