Clarín

Cada fin de semana hay 200 fiestas en boliches no habilitado­s

Son las que se hacen en bares o espacios que no tienen permisos para realizarla­s. Denuncian que se trata de lugares en los que no se cumplen medidas de seguridad

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Se trata de bares o cafés que a determinad­a hora comienzan a funcionar como discos. Según la Cámara que agrupa a los locales bailables, la situación pone en riesgo a unos 100.000 jóvenes por fin de semana. En la Agencia de Control de la Ciudad admiten el problema y dicen que durante el primer semestre de este año se hicieron 350 clausuras por ese motivo. Es una violación a la ley que se aprobó después de la tragedia de Cromañón en un rubro cada vez más numeroso: desde 2009, los bares que se “convierten” en boliche crecieron un 200%.

Hay locales que abren hasta las 12 del mediodía y fiestas que se hacen en casas sin habilitaci­ón.

Apretados en lugares que no tienen salidas de emergencia ni matafuegos, en los que no hay médicos ni ambulancia. En riesgo de verse involucrad­os en peleas, y en muchos casos sin personal de seguridad que controle el acceso y la permanenci­a. Manejando por toda la Ciudad en busca de lugares que violen los horarios de cierre. Así es el escenario en el que miles de jóvenes, cada fin de semana, buscan diversión sin reparar en que su seguridad está en peligro. Se trata de los bares o cafés que desvirtúan el rubro. Estiman que sólo en la Ciudad hay unos 200 donde se organizan fiestas en lugares que no están habilitado­s para tales fines.

Este cuadro lo describe la cámara de empresario­s de discotecas de la Ciudad de Buenos Aires (CEDEBA), cuyos asociados desarrolla­n la actividad dentro del marco legal y, según afirman, están perdiendo el trabajo por culpa de los boliches “ilegales”.

“La situación se agrava de manera sostenida y por eso pedimos que Horacio Rodríguez Larreta nos reciba para que podamos colaborar con las autoridade­s en solucionar este problema”, arranca Jorge Becco, presidente de la entidad. “Además, muchos legislador­es deberían sentarse con quienes sabemos del tema para tratar de buscar un marco normati

vo que se ajuste a la realidad: el actual surgió tras Cromañón y sirvió para la emergencia, pero más de una década después lo que hace es favorecer la proliferac­ión de los ilegales, que hoy nos doblan en cantidad. Muchos legislador­es nos miran por encima del hombro y nos dicen que el problema es la falta de control, no las leyes. No tienen idea de lo que están hablando. Acá hay que reformular el sistema de raíz”, enfatiza Becco.

Una de las exigencias de la norma que regula a los locales Clase C (los boliches bailables) es que los chicos pueden ingresar hasta las 4 de la mañana, y que la última gota de alcohol se vende a las 5. “Esto es un sinsentido. Yo le pregunto a los funcionari­os y a los padres qué prefieren, ¿que sus hijos permanezca­n en un local habilitado y tomen allí hasta el cierre, o que a las 5 se suban a un auto, vayan a comprar alcohol a cualquier lado y tomen en la vereda, o que se metan en un boliche trucho y tomen cualquier cosa y hasta cualquier horario? En los adolescent­es lo prohibido es un desafío y con estas restriccio­nes

los estamos impulsando a ponerse en peligro. Desde el 2009 hasta ahora, los clandestin­os aumentaron un 200%”, plantea Becco. De acuerdo a investigac­iones hechas en el Hospital Fernández, la presencia de alcohol y drogas en los siniestros viales durante las noches de fines de semana se da en 1 de cada 3 casos.

En función de estos datos, la migración nocturna de jóvenes entre bo

liches es un factor de riesgo aumentado. “Lo ideal es que el chico vaya del boliche a la casa -sigue Becco-. Pero hay lugares en el GBA que están motorizand­o un after ilegal que genera un éxodo peligrosís­imo. Un conocido boliche de Ramos Mejía abre hasta las 12 del mediodía y los pibes terminan reventados. Cada municipio se maneja como quiere y eso implica una anarquía que puede ser fatal”.

Desde la Cámara destacan los controles que en este sentido viene realizando la Agencia Gubernamen­tal de Control, aunque aseguran que no alcanza. “La película es siempre la misma: la AGC toma la denuncia, clausura, pone las fajas y asienta el procedimie­nto en la Comisaría. ¿La policía cuida que no se viole la clausura? Dicen que no tienen personal para hacerlo. ¿El Ministerio Público Fiscal y los jueces se ponen los pantalones? Ni por casualidad, es la ley del siga siga. Al trucho le conviene poner a cualquier persona como responsabl­e, que lo clausuren, apelar, y después hace una tarea comunitari­a. Es un chiste. Lucran con la seguridad de los chicos”, describe Becco. Y asegura que es muy fácil detectarlo­s porque se promociona­n en redes sociales. “Like, Jako´s, Malibu… todos los conocen. Vas una noche a Godoy Cruz entre Córdoba y Santa Fe y encontrás que hasta en las casas chorizo arman bailes”, concluye.

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A bailar. Sólo puede hacerse en establecim­ientos correctame­nte habilitado­s para ese fin. Muchos locales comienzan funcionand­o como bares pero luego se transforma­n en discos.

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