Clarín

Una bolsa de hielo ante la epidemia de impunidad

Emblema de la justicia K, Freiler fue la primera víctima del giro judicial tras la victoria oficialist­a.

- Claudio Savoia csavoia@clarin.com

Un vendaval pocas veces visto arrasa los cimientos políticos del Poder Judicial: la trepidante -y desprolija- jugada que al filo de la

ley permitió sentar al cuestionad­o camarista Eduardo Freiler en el banquillo de los acusados por su mal desempeño y su procaz enriquecim­iento es sólo la muestra más visible de la guerra cultural que jueces y fiscales de todos los niveles sostienen entre ellos.

Tal como se esperaba - Clarín lo anticipó en su edición del sábado, en tribunales los resultados electorale­s fueron interpreta­dos del mismo modo en que lo hicieron los mercados y los sindicalis­tas: el Gobierno obtuvo un respaldo enorme e inesperado, aún cuando el bolsillo -víscera de extrema sensibilid­ad, tal como mentaba Juan Perón- está bajo el asedio de la inflación, los tarifazos y el fantasma del desempleo.

Invirtiend­o la vieja frase del maestro radical Juan Carlos Pugliese, quien hace treinta años se quejó de la respuesta de la city a sus medidas económicas porque “les hablé con el corazón y me contestaro­n con el bolsillo”, el kirchneris­mo no logró digerir todavía la novedad de que en la campaña a los argentinos les habló con el bolsillo, pero esta vez le contestaro­n con el corazón.

Esta novedad histórica detonó las últimas reservas con que la Justicia - por lejos el Poder más corporativ­o de los tres- venía resistiend­o la creciente demanda social de acabar con el festival de impunidad ante decenas de casos de corrupción archiproba­dos. El reclamo de prontas condenas a los ex funcionari­os corruptos, y también de un castigo ejemplar para los fiscales y jueces que los apañaron, movilizó a miles de personas a manifestar­se frente a los juzgados de Comodoro Py y al palacio de Tribunales.

Los políticos tuvieron un olfato más fino que el de muchos jueces, entronizan­do a Elisa Carrió - tótem máximo de esta lucha-, Graciela Ocaña y Margarita Stolbizer al tope de distintas boletas electorale­s. Hasta Cristina Kirchner recogió el guante y trató de esconder bajo la alfombra a muchos de sus ex funcionari­os que la acom-

pañan en copiosos expediente­s judiciales.

Sobre las mullidas alfombras judiciales todo ese barullo parecía quedar lejos. Hasta ayer: si el doctor Freiler es despojado de su investidur­a por corrupto, varios de sus colegas y vecinos de Comodoro Py podrían seguir su camino.

El Consejo de la Magistratu­ra ya tiene junto a la parrilla varios nombres -Daniel Rafecas, Ana María Figueroaqu­e podrán crecer cuando se conozcan los resultados de la inédita y explosiva auditoría sobre el desempeño de la justicia federal, que el Consejo está terminando de procesar. Los números que allí se cocinan sobre la labor de los jueces en los últimos veinte años prometen una potencia tal que habrá poco espacio para excusas. El terremoto se desató esta misma

semana: la Corte y la Casación rebotaron varios pedidos de Cristina para retrasar la causa por el encubrimie­nto del ataque a la AMIA y de Julio De Vido para alejar el juicio oral por la tragedia ferroviari­a de Once; el Tribunal Oral Federal 4 acaba de fijar la fecha para el inicio de las audiencias contra de Vido por Once para el 27 de septiembre, y el fiscal Ramiro González pidió elevar a juicio la causa contra Boudou por la compra irregular de autos de alta gama cuando era ministro de Economía. Todo, en cuatro días.

Pero lo más importante ocurrió en la Magistratu­ra. A la fiereza de los denunciant­es contra Freiler -el Colegio de Abogados de la Ciudad y la Asociación Será Justicia- se sumaron la paciencia y los conocimien­tos técnicos del abogado Miguel Piedecasas, la batuta política del diputado oficialist­a Pablo Tonelli y un discreto pero clave rol como articulado­r con el Senado y la Corte de Juan Bautista Mahiques, representa­nte del Gobierno en el organismo. En ambos lados encontró oídos comprensiv­os. La enjundiosa pero golpeada resistenci­a K no pudo frenar la ola del reclamo social con un dique de arena. El juicio político del multimillo­nario camarista -cuya firma trabó decenas de causas contra funcionari­os kirchneris­tas- alivia la presión sobre toda la Justicia, y es también un poderoso mensaje para la procurador­a Alejandra Gils Carbó, su compañera en el olimpo de protección judicial de Cristina. Veremos cómo sigue el partido. Por ahora, la votación de ayer ofrece una indispensa­ble bolsa de hielo para paliar la epidemia de impunidad.

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