Caseros, el boulevard de los sueños
Es precioso el boulevard Caseros. Uno puede mirar la calle ancha y, este martes a mediodía, luminosa y tranquila. Y evocar el perfume de los viejos tilos y las quintas elegantes de principios del siglo XIX. Pero también puede enfocar en la fachada del edificio Schindler, 120 metros irregulares con una cúpula en cada esquina. Lo mandó a construir en 1910 el ex propietario del predio, Alberto Anchorena, para jefes de los Ferrocarriles del Sur. Y a partir de esa postal del mix de estilos de la Belle Époque porteña, redescubrir el mundo de los inmigrantes, aquellos que bautizaron “conventillo de los ingleses” a esa mole distinguida. Es más: vecinos se acuerdan que en 2007, cuando inauguraron el boulevard, hubo un desfile de vehículos antiguos, suelta de globos y representaciones del pasado protagonizadas por un organillero, el “tano” del mercadito y malevos bajo la luz de las farolas flamantes.
Además, también en el boulevard, uno puede tentarse con los restoranes que empezaron a instalarse un par de años después de la apertura, con platos de bodegón, veggies y gourmet. Y desde hace cuatro meses, con un mega espacio en la ex cochera para carruajes de los Anchorena: el bar, restaurante y salón de antigüedades
Nápoles, donde sirven Campari, pastas y pizzas entre autos de colección, esculturas de guerreros asiáticos y ropa vintage. “Pasiones”, define su hacedor, el anticuario Gabriel del Campo, dispuestas para crear un escenario donde lo exquisito y lo popular se llevan de maravillas - igual que en la ciudad del sur de Italia de la que el negocio toma el nombre-. Algunos definen al boulevard Caseros como un mini barrio donde se rozan San Telmo y Barracas, y casi La Boca. Un rincón del sur que mantiene, como muy pocos en la zona, ecos europeos aristocráticos. Y otros lo identifican como un nuevo Palermo, por las noches concurridas y los planes inmobiliarios -algunos de los cuales encendieron luces rojas entre los vecinos-.
Ahora que el sol se diluye en Parque Lezama, ahí donde el boulevard termina, no hay dudas: es uno de los rincones más lindos de Capital. Soñado, para soñar, por donde se lo mire.