Cantarle al amor tras haber retado a la muerte
La artista mexicana está de regreso en la Argentina para estrenar “Salón, lágrimas y deseo”, en el que aborda un repertorio de boleros.
“El bolero y estos ritmos que canto aquí forman parte de la música sofisticada de la ciudad. Yo siempre me identifiqué más con la ranchera. Pero no puedo negar que los boleros forman parte de mi historia, una historia que también incluye al jazz. Podría decir que los boleros son como los standards latinos. Recuerdo que me aprendí un bolero y regresé a casa muy emocionada con lo que había tocado con mi guitarra. Se lo canté a mi mamá. Y ella me regañó: ‘¿Qué estás haciendo? Tú no puedes cantar eso. Eres mexicana, tienes que cantar ran
cheras’. Eso me afectó muchísimo. Entonces dejé esa música para mí. Para el público, rancheras; pero el bolero siguió siendo mi música en privado”, dice Lila Downs, la artista mexicana que se presentará hoy y mañana a las 21 en el Teatro Gran Rex. La anécdota tiene que ver con el nuevo álbum que vino a presentar en la Argentina, Salón, lágrimas y deseo, que ya pasó por La Plata, Rosario, Salta, Mar del Plata y Córdoba. Como adelanto, presentó su tema Peligrosa. “Dicen que yo soy peligrosa, que yo soy dolorosa porque quiero vivir así….te digo que sí, soy peligrosa, sí, soy desdeñosa, porque te quiero para mi”, dice la letra de este blues a dúo con la chilena Mon Laferte. Lila explica: “Las canciones son un misterio que sale sin razón. Yo siento que tengo que enfrentarme a ellas en el escenario, porque es allí, cantándolas, actuándolas, donde descubro finalmente cuál era su significado. En estos tiempos he leído unos testimonios terribles sobre mujeres sobrevivientes de la violencia. Conocer ese sufrimiento atroz, y sobre todo saber que ese dolor no las doblegó, que siguen siendo seres llenos de amor, me cambió la vida. Me resulta muy conmovedor que puedan seguir amando después de haber sido tan maltratadas. Siguen dando amor, por sobre todo. Yo siempre pienso en la biología, tal vez porque mi padre era biólogo, pienso que el amor es nuestra debilidad, nuestro talón de Aquiles”.
En su nuevo trabajo, la artista nacida en Oaxaca, que por un lado se recibió como antropóloga y por otro pasó un año viviendo en la calle en el momento más hippie de su vida (ver recuadro), combina diferentes formas musicales: blues, cumbia, danzón, banda y hasta grandes baladas melancólicas. El disco incluye seis temas inéditos propios y siete clásicos de maestros como Agustín Lara, José Alfredo Jiménez y Alvaro Carrillo, entre otros. Además, está acompañada por colegas como Andrés Calamaro, Carla Morrison, Diego El Cigala y Mon Laferte.
En todos los proyectos de Lila, la música y el arte vocal son tan variados como las culturas ancestrales que le sirven de inspiración para sus composiciones. Salón,
lágrimas y deseo no es la excepción. Lleva editados 9 discos de estudio, con los que ganó un Grammy y cuatro Grammy Latinos. Cantó en los festivales y escenarios de mayor prestigio mundial, como el Auditorio Nacional de México, el Carnegie Hall, el Hollywood Bowl, el Jazz at Lincoln Center, la Casa Blanca, el Apollo, Live Earth, los Juegos Panamericanos, los Grammy Latino y los Academy Awards. Además, varias de sus canciones fueron incluidas en películas, entre ellas Frida, nominada a los Oscar. En 2016 fue nombrada con el título Doctorado Honoris Causa por la Universidad DePaul, en Chicago.
“Los hombres me reprocharon que pasara de mi disco Balas y
chocolate a estos boleros. Dicen que yo era un gallo y ahora me volví más amorosa. Hay una explicación para este giro: hace un tiempo le habían diagnosticado una enfermedad terrible a mi esposo. Por suerte está bien ahora. En el disco anterior retaba a la muerte, al mundo, a los desaparecidos de mi país. Pero este disco es un canto al amor, no sólo al hombre que quiero sino a la vida”, confiesa.