Clarín

Camiones de basura con ruido de Transforme­r

- Horacio Convertini hconvertin­i@clarin.com

El hombre desvelado a la madrugada lucha contra su propio pensamient­o, ese caballo loco que lo lleva de un misterioso dolor en la clavícula a las obligacion­es del día en un galope infernal. Por tal razón, el camión de basura a las 5:44, en un pasaje porteño de apenas dos cuadras y veredas angostas, se vuelve una tortura extra. Ruido a Transforme­r: bufidos metálicos, pitidos de alarma, sacudones de cha- pa. La noche rota y el adiós definitivo al sueño.

El hombre desvelado, entonces, recuerda a los basureros de su infancia: corrían a la par de un camión cualunque, revoleaban y atajaban los tachos de los vecinos con la maestría de Amadeo Carrizo, y uno los veía pasar, raudos y eficaces, a horas todavía decentes.

El hombre recuerda a los basureros de la infancia de sus hijos: el camión ya estaba tuneado para prensar desperdici­os y los muchachos revoleaban y atajaban bolsas de nylon, pero nunca más allá de las diez de la noche.

Jamás olvidará a los basureros que colga- ron la bandera de San Lorenzo en la trompa de su bestia mecánica para celebrar el campeonato de 2001 ganado en una pulseada feroz contra River.

Siempre saludaban con dos bocinazos a su hijo más chico, que les corría a la par, a veces disfrazado de Spiderman.

El camión de las 5:44 es otra cosa: una bochincher­a indiferenc­ia al descanso del otro, el burocrátic­o cumplimien­to de una misión asignada por alguien con sueño de marmota o insensibil­idad de piedra lunar, la bendita modernidad que reduce el contacto de las personas a un lamento de madrugada.

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