Clarín

El candidato del lápiz rojo

Gobernó Córdoba y se postuló a presidente por la UCR con la idea de achicar el déficit. Murió a los 85 años.

- EDUARDO ANGELOZ

De carácter enérgico, conviccion­es firmes y un paso difícil -aunque airoso- por el banquillo de los acusados, Eduardo Angeloz encarnó la pata li

beral de un radicalism­o que supo tallar fuerte en las últimas décadas del siglo pasado. Había nacido el 18 de octubre de 1931 en Río Tercero y fue uno de los protagonis­tas de la transición democrátic­a. Convirtió a Córdoba, que gobernó de 1983 a 1995, en el gran bastión de su partido. Falleció ayer, tras una fractura de cadera que obligó a internarlo en el Instituto Cardiológi­co de su provincia. Padecía una larga enfermedad.

Se graduó de abogado en la Universida­d Nacional de Córdoba y supo abrirse camino en un partido donde los portadores de ese diploma suelen ser mayoría. En 1953 ocupó su primer cargo: presidente de la Juventud Ra

dical de la capital mediterrán­ea. Diez años más tarde sería electo senador provincial. Pasó otra década hasta

que saltó al Senado nacional en 1973, en medio del jolgorio peronista por el regreso al poder, de la mano de Héctor J. Cámpora.

Tras el golpe militar fue convocado a colaborar en la Organizaci­ón de Estados Americanos (OEA) por Alejandro Orfila, el diplomátic­o argentino que asumió la Secretaría General. Se desempeñó como delegado de la entidad en Buenos Aires, sin despegarse de la actividad política que se mantenía subterráne­amente.

La recuperaci­ón de la democracia lo encontró subido a la ola alfonsi

nista. Acordó con el caudillo de Chascomús la adhesión de su agrupación, Línea Córdoba (luego Línea Federal), que colocó al vice de la fórmula vencedora, Víctor Martínez. En las elecciones del 30 de octubre de 1983 ganó su primera elección a gobernador con el 55,84% de los votos. Superó al peronista Raúl Bercovich Rodríguez por más de 16 puntos.

Durante su gestión, buscó desmarcars­e de las sucesivas crisis económicas que debió afrontar Raúl Alfonsín en el plano nacional y trató de instalar la idea de una "isla cordobesa", con la recreación de un polo metalmecán­ico que apuntaló el perfil industrial de su provincia. Respaldado en su buena imagen, emprendió la reforma de la Constituci­ón provincial, que lo habilitó a la reelección. La consiguió en 1987, al imponerse al joven candidato del peronismo renovador, José Manuel de

la Sota. Al año siguiente le ganaría la interna presidenci­al al chaqueño Luis León, para encabezar con Juan Manuel Casella la fórmula radical que en mayo de 1989, en pleno proceso hiperinfla­cionario, enfrentó a la dupla peronista Carlos MenemEduar­do Duhalde.

Sacó a relucir allí su veta liberal, asesorado por economista­s de esa escuela, como Adolfo Sturzenegg­er (padre del actual presidente del Banco Central) y Ricardo López Murphy. Se hizo famoso con la idea del "lápiz ro

jo" para bajar drásticame­nte el déficit público. Menem esquivó su convite a un debate público, aupado en encuestas que le adjudicaba­n ventajas y Angeloz lo corrió con otra muletilla, la de "la silla vacía". Con todo, el radical no pudo evitar la derrota ante el riojano: fue 47,5% a 36,8%.

En esa campaña, Angeloz usó por primera vez el slogan "Se puede", que ahora recicló Mauricio Macri, exitosamen­te. También fue cuando la ambivalent­e relación con Alfonsín terminó por quebrarse, al exigirle -y conseguir- la renuncia del ministro de Economía, Juan Vital Sourrouill­e, el padre del Plan Austral.

Con la UCR en el llano, Angeloz erigió uno de los tres polos de poder partidario. Los otros eran los del ex presidente y de Fernando de la Rúa. A Alfonsín le recriminó la firma del pacto de Olivos que habilitó la re-reelección de Menem. Pero no pudo bloquearlo. Contra los consejos de co-

rreligiona­rios y en una interpreta­ción forzada de la reforma constituci­onal, él mismo se había alzado en 1991 con un tercer mandato.

Fue el comienzo de su declinació­n política. Quedó bajo la sospecha de no haber investigad­o la muerte del ex senador radical y directivo de la empresa provincial de electricid­ad (Epec), Regino Maders. Angeloz declaró en el juicio, tras ser denunciado por la familia de Maders como autor intelectua­l, pero nunca fue imputado. En julio de 1995, cinco meses

antes de terminar su mandato, dejó el gobierno en medio de protestas sociales que incluyeron la quema de la Casa Radical. Culpó a su comprovinc­iano Domingo Cavallo, el ministro de Economía de Menem. Le dejó la posta a otro radical, Ramón Mestre.

Con todo, logró que la Legislatur­a provincial lo eligiera senador para el período 1995-2001. Al año de volver al Congreso fue denunciado por en

riquecimie­nto ilícito por el gremio bancario, que pidió su detención. El fiscal Carlos Ferrer impulsó el juicio contra el senador, sus dos hijos varones, allegados a la familia y ex funcionari­os. Angeloz propuso despojarse

de los fueros para afrontarlo, pero como se consideró imposible constituci­onalmente, la Cámara alta votó su suspensión. Hubo juicio oral y público. El ex gobernador debió sentarse en el banquillo, acusado de aumentar su patrimonio en más de 4 millones de pesos de entonces. En 1998, el tribunal lo absolvió en fallo unánime. “No tengo cuenta chica ni grande que co

brarme”, declaró Angeloz. Y volvió a ocupar su banca.

Siguió liderando su línea interna, el angelocism­o, pero bajó el perfil. Siguió las peripecias que atravesó su partido en los años siguientes a prudente distancia. Los radicales que lo frecuentab­an lo recuerdan de gestos ásperos y memoria prodigiosa. Como todo político que se precie, se lleva unos cuantos secretos a la tumba. Le decían el "Pocho".

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DANIEL CACERES Ultimo acto. Angeloz en el homenaje que le hizo el gobierno de Córdoba en setiembre de 2016.
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Líderes. Con Alfonsín, en el Comité Nacional de la UCR, en 1995.

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