Clarín

Lincoln, de luto por los dos fanáticos de la aviación muertos en el Delta

“Cada vez que volaban cumplían su sueño”, dicen los familiares y amigos del piloto y el copiloto de la tragedia.

- LINCOLN. ENVIADO ESPECIAL. Mariano Gavira mgavira@clarin.com

Sobre la calle 9 de Julio, cerca de la Municipali­dad de Lincoln, todavía hay carteles pegados con los rostros de Matías Ronzano, Emanuel Vega y Matías Aristi: “Nada nos detiene. Vamos a encontrarl­os”, dice la leyenda que acompaña la imagen. La ciudad, ubicada a 300 kilómetros de Buenos Aires, donde vivían el piloto y el co- piloto del avión que se estrelló en el Delta, quedó atravesada por el dolor. Un luto que todavía cuesta digerir porque tras la angustia de los 26 días de búsqueda, ahora los familiares y amigos deberán esperar otras dos semanas para darles el último adiós.

Acá, en Lincoln, Ronzano (30) y Vega (25) son Mati y Ema. La mesa del comedor de Pía Ronzano, hermana del piloto, está repleta de aviones en miniatura. Son todos los que su hermano le regaló a su sobrino cada vez que volvía de algún viaje. Con una caja de zapatos le armó una especie de hangar, para que allí guardara los juguetes: “Matías es -Pía habla siempre en presente- un apasionado por los aviones, cada vez que volaba cumplía su sueño”, dice. Como cualquiera que intenta crecer en la aeronáutic­a, Matías sabía

bien que los cursos de entrenamie­nto para recibir la habilitaci­ón como piloto no eran baratos. Y para eso, decidió aceptar cualquier tipo de trabajo con tal de poder recibir las clases de instrucció­n: cortó el pasto del aeroclub de la ciudad y dio apoyo logístico desde tierra a aviones de fumigación. Y sus primeras horas de vuelo las hizo para el Circo Rodas, donde por altoparlan­tes emitía la publicidad del espectácul­o y convocaba a los vecinos desde el aire.

Matías y Emanuel se habían conocido en el aeroclub local, donde forjaron su amistad. Ahora a los amigos y familiares de ambos los une la tragedia. Los 26 días de búsqueda y angustia se suman a las dos semanas que, les aseguraron, tardarán las pericias yel análisis del ADN de los cuerpos: “Es una tortura todo esto. A mi hermano sólo lo pude llorar dos ve

ces. No tengo donde llevarle una flor, una carta, un avioncito. Un espacio en donde poder despedirme”.

En la pileta del Club Rivadavia, los que cuentan su dolor son los amigos de Emanuel. Con ellos hizo el curso de guardavida­s. “Desde siempre que

ría ser piloto, el curso de guardavida­s lo hacía porque tenía un físico privilegia­do, era el mejor de nosotros. En la pileta era un animal, iba y venía y no se cansaba”, cuenta Federico Abalos (19), uno de los que pegó los afiches por toda la ciudad. “Me acuerdo que él me decía que no iba a ser nunca guardavida­s, que su objetivo era ser piloto comercial y por eso quería sumar la mayor cantidad de horas de vuelo posible”, agrega.

Emanuel trabajaba como piloto para un contratist­a rural a quien trasladaba por todo el país. El último viaje había sido algunos días antes del accidente en el Delta, cuando fueron hasta Mendoza: “El nos mandaba un mensajito y nos decía por dónde iba a pasar con el avión y nosotros desde abajo salíamos para verlo”, agrega Victoria Berenguer, amiga desde que Vega se había mudado a Lincoln desde Carlos Casares hacía dos años.

Durante el tiempo que no se supo el destino del avión Mitsubishi, a los chicos los movía la fé, la esperanza de que estuvieran por algún sitio perdidos. La hipótesis del secuestro también los mantenía alertas y atentos a que en cualquier momento una llamada podría cambiar la situación. No fue lo que ocurrió: “Todavía no podemos entenderlo, el dolor es enorme y sobre lo que pasó tenemos dudas. Ahora sólo queremos un lugar donde poder despedirlo”, dice Juan Ignacio Briccola (20).

 ?? DAVID FERNANDEZ ?? Recuerdos. Pía Ronzano, con la foto de su hermano Matías, y los avioncitos de juguete que el piloto le regaló a su sobrino.
DAVID FERNANDEZ Recuerdos. Pía Ronzano, con la foto de su hermano Matías, y los avioncitos de juguete que el piloto le regaló a su sobrino.
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Carteles. En las calles de Lincoln aún quedan afiches de la búsqueda.

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