“Hoy el amor está maltratado”
Volver a mirar el mundo que le tocó vivir, desde los ojos del niño que fue, el adolescente que siguió, y llegar al hombre de hoy. Recorrer cada vida vivida dentro de su propia vida y ponerle a cada momento su canción. Ese es el desafío que se propuso Diego Frenkel con su autobiografía musical A
través de las canciones. Es su historia y, por empatía y cercanía, también es la nuestra como país y como individuos transitando su mismo tiempo y espacio. Hoy y el próximo jueves lo presentará junto a su nueva formación, Células, en La Tangente (Honduras 5329), con un recorrido por los tiempos de Clap, La Portuaria y Bel Mondo. “El puntapié del libro es narrar trazos de mi vida utilizando cada canción como una posta. El final conecta con el principio y, de algún modo, propone una circularidad del tiempo”, explica. Así, cada capítulo es una aventura en forma de crónica.
“Mi infancia tuvo un montón de aristas, pozos, dolores, y situaciones complejas que están bien expresadas en el libro, vistas desde la óptica de un chico como una aventura. Lo mismo en mi juventud. La aventura como forma de avanzar sobre lo indeterminado. Como es el hombre en su naturaleza en la vida real. Fuera de ese deber ser que se nos impone sobre cómo debemos avanzar y crecer. Una idea de orden que no nos permite crear y nos fragiliza, porque los cambios nos vuelven más flexibles y hacen crecer nuestra capacidad de adaptación. Traté de que tuviera ritmo y no perder mi modalidad musical, para que pudiera leerse como se baila y se escucha música, y tender un cable con el que lee para que se pueda sentir identificado.
- También funciona como una narración histórica que atraviesa dictadura, exilios, vuelta a la democracia...
- Traté de echar luz sobre un contexto histórico y social, pero siempre desde la perspectiva del momento en el que yo lo estaba viviendo. Como un recurso cinematográfico. Ese lente que filtra la realidad primero desde la mirada de un niño, un adolescente, un joven, el paso de los años, los eventos cruciales como los hijos, el éxito popular, caerte de eso. Hitos que hacen a la épica de una vida.
- Hay una linealidad entre tu infancia con tus padres y vos con tus hijos viajando para algún show y ellos hoy haciendo música o actuando...
- Eso es aliviante. La estructura de pensamiento que se nos impone hoy es la de la inmediatez a partir de una suerte de modalidad técnico comercial. Hemos perdido la conciencia de especie, de comunidad. Somos individuos con principio y fin viviendo en la inmediatez, y eso es un ahogo para el espíritu. Los hijos nos dan trascendencia. Salimos del presente y nos hacemos continuos. Nos desapegamos del yo que nos encierra. El sentido de comunidad y de especie son cruciales para sobrevivir y sentir algún tipo de felicidad. Hoy el amor está maltratado, remanido como concepto.
- ¿En qué sentido?
- El paradigma actual está más ligado al triunfo individual que al amor, que implica un otro; renuncias, esfuerzos, relegar el ego en un trabajo personal constante. Estamos en un presente muy difícil para la humanidad, con los gobiernos al servicio de corporaciones que trabajan más para una elite mundial que para sus pueblos. Es un vórtice oscuro de gran densidad frente al cual debemos volvernos maleables, inteligentes y apelar a nuestra mayor sabiduría.