¿Y ahora qué se hace? ¿Se empieza de cero?
Este viernes 25 de agosto arranca la Superliga. Empieza, dicen, una nue
va era en el fútbol argentino. Todo será más transparente, más organizado. Los clubes deberán hacer bien los deberes, es decir, manejar correctamente sus finanzas y pagarles en término a los jugadores. El nuevo régimen caerá con todo el peso de la ley a las entidades infractoras: quita de puntos y descenso de categoría. La etapa en que los jugadores no tenían contrato se la conoce como la era
amateur. A partir de 1931, la creación de la Liga Argentina de Football (LAF) implicó un nuevo orden: la era pro
fesional. Con el mismo criterio, se podría considerar a la temporada 2017/18, bajo la organización de la Su-
perliga Argentina de Fútbol (SAF), como el nacimiento de la era Superpro
fesional. Por eso no es ilógico preguntarse. ¿Y si dentro de un par de años, dos o tres décadas, se pretende comenzar a contar la historia desde es
te último quiebre? ¿Qué argumentos podrían utilizar en el futuro, ya no para desmerecer la etapa amateur sino para desestimar la era profesional?
Suena exagerado, extraño, es cierto, pero no imposible. Así como los de
tractores de los primeros 40 años del fútbol argentino argumentan que los torneos eran irregulares, que empezaban en marzo de un año y terminaban en junio del siguiente, que los jugadores no tenían contratos, que por momentos había dos ligas paralelas,
que patatín y que patatán, el futuro puede ser un boomerang para el profesionalismo.
La lista para no tomar en serio los torneos profesionales es larga. Los primeros años la Liga no estaba afiliada a FIFA, hubo un torneo de 14 equipos con dos fusiones futbolísticas, innumerables denuncias de sobornos, desparejos votos proporcionales, huelgas con torneos definidos con juveniles, éxodos de jugadores que diezmaron el nivel local, invasión de jugadores extranjeros, una nueva Copa Nacional considerada torneo de Primera División, cambios de calendario, fallos polémicos del Tribunal de Disciplina, fútbol aplazado por hechos de violencia o intereses económicos, canchas sin hinchas visitantes, un campeonato de 20 equipos y, de un salto, de 30. Ahora, 28.
Pero la nueva era, dicen, será más prolija, más transparente. Más allá de que Boca y River insinúen cada vez más profundizar su dominio sobre el resto. Aunque esta temporada sean 28 los equipos; la próxima, 26; la otra, 24; y finalmente para 2020, se llegará a un lógico torneo de 22 equipos, a dos ruedas y un campeón (¿el ideal no debería ser de 20 clubes?). Tal vez las nuevas generaciones justifiquen el cambio, tengan nuevos ídolos, rechacen los goles de Angel Labruna, Arsenio Erico, Carlos Bianchi y Martín Palermo, subestimen el reinado de Diego Maradona y los principados de Norberto Alonso, Ricardo Bochini y Juan Román Riquelme, y, finalmente, desvaloricen los títulos de la era profesional por tantas irregularidades o eviten agregar las estrellas logradas con todas las de la ley en los escudos como acaba de quedar establecido en el nuevo estatuto de Rosario Central, que ignora los títulos nacionales logrados en la era amateur, además de desautorizar una decisión de una Asamblea Extraordinaria. Puede resultar exagerado. O no. ¿ La era Superprofesional comienza hoy? ¿Se hace borrón y cuenta nueva?