Payadores del nuevo milenio
Los cultores del hip hop se enfrentan a pura rima esta noche, en el Luna Park. De 16, uno irá a la final en México.
No hay tribu urbana que esté reclutando más soldados que el hip hop. Sobre todo entre los más jóvenes, criados con la pantalla del celular al alcance de la mano, con el mundo de videos que ofrece ante sus ojos para aprender y hacerse un estilo propio. Dentro de una cultura que abarca BBoys (bailarines), graffiteros, Dj’s para disparar las pistas, artistas nuevos y consagrados editando discos, los que más se multiplicaron son los freestylers que compiten en las batallas de rimas. Payadores del nuevo milenio improvisando en duelos de un minuto a cara de perro.
El semillero porteño se concentra en el Quinto Escalón, que convoca domingo por medio en el Parque Rivadavia a miles de chicos que sueñan con alcanzar algún día la final de uno de los eventos más prestigiosos del rap de habla hispana: La Batalla de Gallos. Auspiciada por un conocido energizante, tendrá sus 16 finalistas sacándose chispas esta noche en el Luna Park por un lugar en la final que se disputará en México para todos los raperos de habla hispana.
Dos de ellos son Nacho y Beelze, primero y segundo de la final porteña, haciendo historia dentro de un movimiento del cual son nuevos referentes. “Yo empecé en el 2010 porque mi mamá escuchaba a Eminem. Tenía 12 años cuando encontré la Batalla de Gallos de España. Entendí que se podía improvisar en español y empecé a practicar en mi casa. No hay vuelta, es sólo practicar. Mi primera competencia fue en la Ranchada de Morón”, dice Nacho. “A mí también me pasó de ver los videos de España desde chico. Arranqué a los 18, en 2013. Pasaba por la plaza de mi barrio y estaban rapeando. Pedí fuego para acercarme y empecé a rimar. Así, de cabeza, a la semana ya estaba confrontando en el Quinto”, completa Beelze. Los dos son de Zona Oeste y estarán compitiendo junto a Papo, MKS, Wos, Peqo, Killato, Lewan, Loki, Tata, Sony, Klan, Ecko, Cacha, Dozer y MP, la selección nacional de freestyle hecho en la Argentina.
“Antes hablar con una persona me resultaba complicado, hoy hablo adelante de 4 mil sin miedo. Yo estoy hablando con vos y te escucho que dijiste árbol, y ya estoy rimando con árbol en mi cabeza. Me pasa todo el tiempo. Estoy practicando todo el día”, explica Nacho. No para todos funciona la misma fórmula de entrenamiento, ni las mismas motivaciones. “Yo estaba destinado a ser un alienado más y gracias al hip hop viajé y conocí un montón de gente. Mi entrenamiento es ver animé, leer un libro, incorporar palabras, información y competir constantemente. Así me recorrí todas las plazas de Buenos Aires haciendo duelos. aunque hoy se me da más maña por el escenario”, agrega Beelze. Ambos están apostando, como muchos de ellos, a construir una carrera artística más allá de las batallas, y empiezan a componer rimas para sus propias canciones que rápidamente se viralizan en internet.
-La mayoría de las veces, la historia de las batallas es destruir al otro. ¿No hay forma de ganar sin tener que caer en la confrontación? Nacho: Yo me manejo por un juego psicológico, al que busco convencer es al público y al jurado, no al rival. Me tomo unos segundos para pensar quién es el rival y por qué siento que no es nadie.
Beelze: Mi juego psicológico es diferente. Mi especialidad es enfocarme en el rival y responder. No humillarlo, pero sí hacerlo titubear. Si duda, si amaga, si la pifia con un gesto, yo le meto el gol. -¿Vale todo? ¿Atacar al otro por gordo, flaco, bajo, alto, o lo que sea?
Beelze: Se puede decir cualquier cosa, vale todo. Los rencores siempre quedan entre la gente que no entiende que es una batalla y la cosa termina ahí. Queda en vos cómo lo tomás. Tenés que llevar al otro a tu juego, y no caer en el juego ajeno.
Nacho: Tenés que tener cuidado con dónde te metés. No siempre sirve agredir al otro, porque se victimiza y eso te puede tirar la gente en contra. Casi nunca termina mal un duelo, a las piñas. Una en un millón. -¿Qué es lo mejor que les dio el rap? Beelze: La expresión. El rap empezó como ritmo y poesía, y la base de la cultura era el respeto. Con el tiempo, eso se fue perdiendo. Hoy podés subir a un escenario a dar consejos de vida rapeando, con una base de jazz a dar un show melódico, o a putearte con el otro. Es sacar para afuera lo que sea que tengas adentro.