“La pobreza no se soluciona tomando fábricas y llevando activistas”
El 10 de diciembre de 2015, cuando Cristina Fernández no quiso entregar el mando al presidente Macri, comenzó una metodología sistemática para tratar de desestabilizarlo. En estos 20 meses, hemos visto numerosas operaciones, convertidas en marchas, discursos, agravios de quienes no quieren que la democracia continúe en la Argentina. El Gobierno comete errores importantes. Por ejemplo, la inflación no baja lo suficiente, los supermercados siguen subiendo los precios, los servicios también producto de doce años de populismo que dilapidó los recursos, malversó los fondos y los distribuyó entre sus familiares y socios. Obras que costaban más que en cualquier lugar del mundo y no se terminaron, esto hizo que aumentara la pobreza, que se contenía milagrosamente con dádivas y con una fantasía como aquella convertibilidad, cuyo fin en 2001 fue un caos.
No obstante, deseo que este Gobierno termine su mandato y pueda ser reemplazado por otro mejor el día de mañana, y no por los mismos que nos llevaron a esta situación. Tampoco apruebo los llamados a la “revolución de la izquierda” y de movimientos de derechos humanos que buscan la confrontación. La pobreza no se va a solucionar tomando fábricas y llevando activistas, tampoco haciendo pactos con empresarios corruptos. El costo laboral es grande, nadie lo niega, pero el costo para vivir del trabajador y la clase media es mucho más alto que el del empresario que, en general, sale beneficiado con estos acontecimientos.