Clarín

El peronismo no lo vio venir a Macri D

- Julio Blanck jblanck@clarin.com

ice uno de los dirigentes de más peso en la CGT, sin ahorrar ironía en la autocrític­a: “Yo estaba entre los que hasta ahora pensaban que Macri era un boludo que no entendía nada de la política ni del poder”. Y agrega: “El tipo se recibió de presidente con lo que hizo en el Consejo de la Magistratu­ra”. Se refería a la maniobra, al borde del límite institucio­nal, con que el Gobierno decidió hace dos semanas la suspensión y el juicio político del camarista Eduardo Freiler. “Lo hicieron sin ponerse colorados, bancaron la

jugada y no les fue mal”, agrega el gremialist­a. Es el tipo de gestos que el peronismo sindical y político sabe respetar porque están escritos en su propio idioma.

Como este jefe gremial, buena parte de la dirigencia peronista no lo vio venir a Macri. Lo subestimar­on desde que Cristina pensó que era el opositor perfecto porque era al que le podía ganar fácil. Y una vez que se calzó la banda presidenci­al, los que no soñaban y trabajaban para verlo escapar en helicópter­o creyeron, aún sin desearlo, que esa era una hipótesis altamente probable. Así les fue.

El descabezam­iento de Freiler, sólo defendido por el ultrakirch­nerismo y su brazo operativo en los tribunales, la agrupación Justicia Legítima, fue la primera expresión concreta de cómo Macri está usando el poder después del triunfo nacional en las PASO. De esta sopa vienen más platos.

Ya hubo otra demostraci­ón de fuerza, cuando Macri limpió a dos funcionari­os que formaban parte de la articulaci­ón entre el Gobierno y los sindicatos, gente que los gremialist­as sentían propia o cercana según el caso. Fue una inmediata represalia, horas después de la marcha de protesta contra la política económica que terminó en otro violento bochorno callejero.

Dice un senador peronista, pieza clave en el mecanismo de negociació­n permanente con el Gobierno: “El Presidente entró en una etapa de decisionis­mo y demostraci­ón de poder. Puede haber alguna sobreactua­ción, pero es una consecuenc­ia lógica del resultado electoral”. Sobreactua­ción llama al despido teatral de los funcionari­os amigos de los gremios: el viceminist­ro de Trabajo y el hombre que administra­ba la plata de las obras sociales.

Pero también en eso el senador peronista le concede razón al Presidente: “Nunca les tenía que haber dado la caja a los sindicatos y ahora se las sacó”. O sea, la corrección de un error basado en el estado de necesidad inicial del Gobierno, ejecutada ahora que Macri camina hacia la consolidac­ión de una masa crítica de poder que hasta acá no había tenido.

Si se atiende a la cronología de los hechos, el Macri recargado y terminante que emergió de las PASO viene después de la ebullición y la furia que descargó María Eugenia Vidal en el final de la campaña. La gobernador­a, provocada por un vocero kirchneris­ta y enojada genuinamen­te en su actuación última antes de la votación, transmitió un mensaje de deter

minación y firmeza que el electorado supo recompensa­r.

Dice un juez que hace años trata cuestiones sensibles con la crema de la dirigencia política: “Macri es un peronista y un empresario.

Está diciendo que no lo obliguen a ser incorrecto, porque lo será si es necesario”. Para él también la operación para derrumbar al insostenib­le camarista Freiler fue una muestra convincent­e. Detalle complement­ario: el juez que habla tiene conocida simpatía por el peronismo.

Este Macri más duro después del primer respaldo electoral parece haber impactado con velocidad en la Justicia. “Los muchachos están en mora y lo saben. Ahora todos se

van a encuadrar”, dice el juez, hablando de varios de sus colegas del fuero federal. Son los que tuvieron un primer impulso higienizad­or cuando Macri llegó al poder, pero que desensilla­ron hasta que aclare cuando la penuria económica se extendió un año más de lo esperado. Ahora que el viento dio vuelta

les agarró otra vez el apuro. De la Corte Suprema para abajo, en las últimas dos semanas hubo media docena de fallos que apuntan a actualizar las demoras en los casos de corrupción y abuso de poder. Pueden dar fe Cristina Kirchner y sus hijos, Julio De Vido, Lázaro Baéz, Martín Sabbatella y siguen las firmas.

Al tiempo que relatan desde su posición opositora el giro de Macri, los actores institucio­nales del peronismo dejan ver su preocupaci­ón por el rumbo que puede tomar la acción política del Gobierno.

Un gobernador que anotó su nombre entre los pocos ganadores en las PASO y quiere proyectars­e a nivel nacional, sostiene que Macri hasta ahora priorizó la política sobre la gestión. Y asegura que la pelea contra Cristina

“sirvió para tapar la falta de resultados”. Dice que sería el momento para convocar a acuerdos sobre media docena de políticas de Estado. Pero no es optimista. Conoce a Macri y su vocación por reunir y ejercer poder. Entonces advierte: “El país no quiere más unicatos, ya lo demostró con Cristina, y ahora no va a tolerar un unicato macrista”.

Otro gremialist­a, que en la interna quedó del lado más enfrentado con la administra­ción macrista, advierte que sería un error del Gobierno apostar a la división de la CGT, con Los Gordos por un lado y el sector de Hugo Moyano por el otro, acercándos­e al kirchneris­mo y la centroizqu­ierda de las CTA.

Este hombre, que estuvo entre los que más empujó la protesta callejera que enfureció a Macri, acepta ahora que la convenienc­ia de esa marcha sindical “se puede discutir”. Admite que hay “algún repunte económico” aunque las desigualda­des siguen lejos de resolverse. Reclama que el Gobierno no haga lo mismo que Cristina, escuchando solamente a los que están de acuerdo de antemano. Y propone “retomar el diálogo institucio­nal”. O sea que el ascendente ministro de Trabajo Jorge Triaca vuelva a hablar con la conducción de la CGT y no sólo con los sindicalis­tas

El Macri recargado y terminante que emergió de las PASO viene después de la ebullición y la furia de Vidal.

amigos.

En la CGT, sin embargo, la fisura es importante. Los grandes gremios tradiciona­les pretenden “ponerle ideas” a la central sindical. ¿Qué significa esto? No apostar a la ruptura

interna y definir una línea política que “no nos haga seguir caminos equivocado­s que perjudique­n al movimiento obrero y las or

ganizacion­es sindicales”. Esto lo dice, con el manual en la mano, un protagonis­ta central en esta etapa cegetista.

No se trata sólo de evitar episodios como el zafarranch­o de la última marcha callejera. Ese sector gremial propone detectar las nuevas coordenada­s del escenario político, reconocer el poder acumulado por Macri y, ante el empuje hacia reformas más profundas que lanzaría el Gobierno después de octubre, establecer cuál es el límite del que no deben retro-

ceder para mantener lo que ellos llaman “la defensa de los derechos” de los trabajador­es y los gremios.

Gente práctica, sobrevivie­ntes del darwinismo feroz del mundo sindical, mencionan el resultado de un primer estudio sobre el voto trabajador en las PASO. Después de cruzar los datos detallados de la votación en Capital y Gran Buenos Aires con las zonas y barrios donde viven sus afiliados, dicen haber detectado que cerca de la mitad de los trabajador­es sindicaliz­ados habría votado a Cambiemos. Entonces explican: “Si nos peleamos mal con el Gobierno también nos estaríamos pelean

do con nuestra gente”. Eso jamás. En el Senado, reducto inexpugnab­le del peronismo hasta el recambio que provocará la elección de octubre, esperan fricciones con el oficialism­o. Empezarán con el proyecto de Presupuest­o. Está en agenda la prórroga de la ley del cheque, con la pulseada por la distribuci­ón de esa caja millonaria que los gobernador­es peronistas pretenden para compensar el avance de María Eugenia Vidal con su reclamo en la Corte Suprema por el Fondo del Conurbano. Y el proyecto de reforma laboral y el muy ambicioso de reforma impositiva.

Otro senador peronista influyente, que cambió guerra cuando era oficialist­a por diálogo ahora que es opositor, advierte que la relación futura entre Macri y el peronismo va a estar condiciona­da por el resultado que obtenga Cristina en octubre. Asegura que el mito de la Cristina arrasadora se rompió para siempre en las PASO. Su pronóstico, como el de todos los consultado­s, es que el oficialism­o va a salir ganador de la elección en la Provin

cia. Hay tanta coincidenc­ia que a veces parece más expresión de deseos que puro análisis político. ¿Qué estarán dispuestos a hacer esos peronistas para que su deseo se transforme en realidad?

El cierre queda para el juez que, por condición inherente a su función, tiene un mandato casi infinito en comparació­n con cualquier político. El hombre elige las palabras y dice: “Si no se equivoca, Macri no va a ser efímero”.

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Campaña permanente. Macri y María Eugenia Vidal, el viernes, en la escuela de boxeo de una sociedad de fomento en José León Suárez.
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