Clarín

Guanacos y ovejas, ¿coexistenc­ia pacífica? Q

- Silvia Naishtat snaishtat@clarin.com

“El error es el mal manejo y que no se planifique para que haya pasto tanto para ovejas como para guanacos. El 94% de los pastizales sufre desertific­ación”

ue en Argentina no exista una manera para que dos especies coexistan en una región inmensa como la Patagonia y que el progreso de una de ellas signifique la

ruina de la otra, dice mucho sobre otras grietas, al menos en nuestros modos de produc

ción. Pero, a diferencia de lo que pasa en la política, hay científico­s trabajando para cerrar

la brecha. Nos referimos a la oveja y al guanaco, con defensores y detractore­s por igual. La conclusión es que sin un manejo responsabl­e no hay pasto que alcance para que ambos puedan desarrolla­rse.

Giannina Massaccesi, del Centro de Referencia Viedma del ministerio de Desarrollo Social de la Nación, asevera que es posible. Massaccesi trabajó en la meseta de Somuncurá, la segunda reserva natural protegida más extensa del país, con 1,6 millones de hectáreas, en la estepa patagónica y compartida por el sur de la provincia de Río Negro y el norte de la provincia de Chubut. Esa zona vive un proceso de desertific­ación severa. En la vi-

sión de Massaccesi, el guanaco, un herbívoro presente en Sudamérica, ha sufrido una reducción de más del 90 % de su población en los últimos cien años. “La competenci­a con el ovino y la caza indiscrimi­nada fueron factores determinan­tes. Por eso se incluyó en la Convención Internacio­nal sobre el Tráfico de Especies Amenazadas, lo que permite el uso de la especie bajo regulacion­es estrictas”, explica. En esa área se detectó un incremento

sustancial de la población de guanacos y comenzó a desarrolla­rse un emprendimi­ento privado de esquila en silvestría de gran escala.

Claro que tras la esquila, los guanacos emigraban a campos bajos en busca de ambientes menos fríos. Eran de pequeños productore­s que ven en el guanaco un competidor que limita el crecimient­o del ovino. Al sur de la localidad de Valcheta, el INTA, comenzó a trabajar. Fue después de la erupción del volcán Puyehue en 2011 y tras una sequía brutal que redujo las majadas ovinas en proporcion­es alarmantes junto al incremento de guanacos que pastoreaba­n esas tierras: se empezó a esquilarlo­s. “Se decidió hacerlo de manera sus

tentable y aprovechar la fibra de guanaco (nombre técnico que lo diferencia de la lana). ¿La intención? Agregar valor con el escardado, lavado, hilado, teñido y la confección de prendas artesanale­s.

Natalie Dudinszky, científica del Conicet, atribuye la desertific­ación al abuso por mal

manejo del pastoreo. “Desde hace un siglo se usa un régimen de pastoreo continuo con altas cargas, más de lo que la productivi­dad del pasto permite. Eso es muy problemáti­co y más aún en el caso de un animal tan selectivo

como la oveja que puede comer hasta muy cerca del ras del suelo”, señala.

La oveja elige qué pasto comer y opta por los más palatables (los de mayor calidad forrajera y ricos para ella), que sufren un consumo excesivo. “Los pastos poco palatables envejecen por falta de consumo y renovación y

mueren. Esto provoca que desaparezc­a la cobertura vegetal y queda el suelo desnudo, lo que sumado a la escasez de agua y los fuertes vientos patagónico­s favorecen la erosión y desencaden­a la desertific­ación. El 94% de los pastizales de la Patagonia sufren desertific­ación”, dice Dudinszky.

Receta pastoreos rotativos donde las ovejas estén en rebaños y vayan cambiando de potrero. “El error es el mal manejo y que no se planifique para que haya pasto tanto para ovejas como para guanacos”, advierte.

En Santa Cruz, Pablo Carmanchac­hi, otro investigad­or del Conicet, ha desarrolla­do una metodologí­a de arreo y captura de guanacos con altos estándares de bienestar animal. También, un método para la extracción de fibra de guanaco de manera sustentabl­e con énfasis en la conservaci­ón de la especie. Sostiene que la coexistenc­ia es posible. w

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