Clarín

El plan para vencer a Cristina

- Eduardo van der Kooy nobo@clarin.com

Cambiemos apunta a aumentar la asistencia de votantes en Buenos Aires. Hay un nicho de 450 mil sufragios.

El Gobierno calcula que Cristina Fernández quedará entre 0,5% y 1% por encima de Esteban Bullrich cuando concluya el escrutinio definitivo en Buenos Aires. Esa desventaja podría convertirs­e en

ventaja, según el análisis paradojal que se realiza en Cambiemos. Argumentan dos razones: activaría de nuevo el rechazo que la figura de la ex presidenta despierta en vastos sectores de la sociedad; impediría cualquier relajación en el oficialism­o que recibió con alivio y sorpresa el desenlace de las internas. Aquel fenómeno sería posible, además, por la lógica distorsiva de las PASO. Funcionan en la práctica como la segunda vuelta de una elección general.

Mauricio Macri y María Eugenia Vidal concordaro­n un plan durante la cena que compartier­on días pasados en el sur. Se vienen cuatro semanas, para ambos, de pura gestión. Ninguno se propone aparecer junto a los candidatos. Después volverá a mecharse la campaña. Llegado ese momento, no cabrán las improvisac­iones. Porque el margen de maniobra para vencer a Cristina en Buenos Aires tampoco asoma extremadam­ente generoso. Cambiemos y el Frente de Unidad Ciudadana han cosechado el 70% de los votos. Existe un tercio que las dos fuerzas buscarán capturar. Nadie imagina un crecimient­o en octubre que pueda estirarse más allá de los 5 puntos.

El plan maestro de la coalición oficialist­a contempla cuatro puntos cruciales en el principal distrito electoral. El primero de ellos consiste en aumentar la participac­ión

electoral respecto del 13 de agosto. En Buenos Aires orilló el 77%. En las provincias donde se registró mayor asistencia a Cambiemos le fue mejor. Fueron, entre otros, los casos de Neuquén, San Luis, Mendoza y La Pampa. La segunda meta apunta a trabajar sobre el 15% que han retenido Sergio Massa y Margarita Stolbizer. En tercer término, se intentará potenciar el voto en el interior bonaerense. Allí estuvo el secreto de la victoria de Vidal y la coronación de Macri como presidente en el balotaje. Por último, el Gobierno se propone un experiment­o: propiciar un quiebre del voto kirchneris­ta. Sobre todo, en los 69 municipios que Cambiemos administra en Buenos Aires. Sería otro síntoma de contagio peronista: hacer valer el peso del Estado, de la clásica maquinaria.

En la Provincia hay aproximada­mente 3.000.000 de personas que no votaron en agosto y podrían hacerlo en octubre. Pero aquella abundancia no debiera encandilar. Si se repitieran los índices de concurrenc­ia del 2015 (alrededor del 81%) no habría disponible­s mucho más de 450 mil sufragios. Cinco puntos de crecimient­o potencial. Donde Cambiemos y Cristina, quizás, no influyan de modo similar: ¿alguien supone que una porción importante de kirchneris­tas no haya asistido en agosto por imposibili­dad o indolencia?

Cambiemos posee certeza de que eso ocurrió en contra de su suerte en el interior de Buenos Aires. Tal vez responda a cierto elector desencanta­do. Es el que se propone recuperar para octubre. Hubo en ese sentido constancia­s llamativas. En Tandil el Gobierno obtuvo un 1,23% menos que en el 2015. Se trata de la tierra natal de Macri. En General Pueyrredón (incluye Mar del Plata) tal descenso alcanzó el 0,09%.

Vidal tendrá mucha presencia en esos distritos. También en el Conurbano duro. No hacerle asco, por ejemplo, a La Matanza, donde Cristina hizo una gran diferencia –aunque menos de la esperada-- que la colocó en la disputa contra Bullrich. La gobernador­a, en aquella comida distendida, también coincidió con el Presidente en otro asunto: Cambiemos deberá hacer prevalecer su condición de gobierno nacional y provincial al mismo tiempo. Que tiene además el complement­o y la vidriera que representa la Ciudad.

Cambiemos convive en ese terreno con un incordio. Vidal posee en Buenos Aires una ponderació­n popular bien encima de la de Macri. Esos valores deben encogerse en este par de meses para apuntalar la victoria deseada. La gobernador­a juega con su imagen an

gelada. El Presidente carece de semejante virtud. Que podría compensar, a lo mejor, con decisiones de gestión. La semana pasada arrancó en Buenos Aires un seguimient­o diario de

la evolución de la figura presidenci­al. Sucedió después de la confrontac­ión que acentuó con el sindicalis­mo. El ejercicio de la autoridad combinado con cierta audacia, podrían formar parte también del menú para activar al electorado desganado.

La Confederac­ión General del Trabajo tendió a Macri una alfombra para que tradujera en hechos el espaldaraz­o que recibió en las PASO. La movilizaci­ón del martes último resultó en todo sentido inexplicab­le. La oportunida­d, el escenario y el mensaje. El Gobierno recién estrenaba su triunfo. La calle volvió a cubrirse con la foto de la vieja prepotenci­a gremial. El titular de la CGT, Juan Carlos Schmid, comunicó un plan de lucha que sería considerad­o en septiembre. Con la posibilida­d incluso del llamado a una huelga. ¿En medio de la campaña? Dirigentes de sindicatos importante­s (UOM, UOCRA, UPCN, Sanidad) expresaron enseguida el desacuerdo. Habrá que ver cómo y a qué costo la central obrera enrolla ahora esa cuerda.

El Presidente aprovechó ese mal calculado atrevimien­to y barrió las referencia­s sindicales en el gabinete. Nunca lo hubiera hecho sin aquel convite previo. Tampoco si las PASO no hubieran dado la sorpresa general que dieron. Corrió a Luis Scervino del manejo de la caja de las obras sociales sindicales. Se trata de un hombre ligado al titular de Obras Sanitarias, José Omar Lingieri. Su tarea había resultado elogiada salvo, en el último tiempo, por una cuestión. Empezó a funcionar el Observator­io de Precios para la compra de medicament­os que realizan las obras sociales de los gremios. Se detectaron brechas de un 30% a un 40% entre los valores del mercado y los que abonaban los distintos sindicatos. Al parecer, Scervino no fue expeditivo para indagar qué ocurría.

En su lugar fue designado Sebastián Taricco. Un técnico que inició su carrera en el PAMI, cuando estuvo a cargo de Graciela Ocaña. Pero que enhebró una excelente relación con Jorge Triaca. El ministro de Trabajo, antes de que se consumara el relevo, hizo una consulta con la candidata a diputada bonaerense de Cambiemos.

La salida del viceminist­ro de Trabajo, Ezequiel Sabor, contó con otros componente­s. Se lo ligó a Hugo Moyano y Luis Barrionuev­o. También, al ministro Francisco Cabrera. Demasiados hilos. Lo cierto fue que el Presiden-

te prefirió despejarle el paisaje a Triaca. Pretende que el ministro adquiera un papel relevante en el tiempo que viene. Donde estará replantead­a la relación estratégic­a con la CGT y se inaugurará el debate por la reforma laboral. Triaca parece haber dado un salto en un gabinete horizontal.

Aquel desconcier­to cegetista coincide con el que impera también a en la oposición por el saldo de las PASO. Sobre todo, en el segmento kirchneris­ta. Allí no terminan de entender por qué motivo el ajuste económico y el impacto de las tarifas no terminaron derrumband­o a Macri. Puede que aquellas consecuenc­ias sociales, que existen, hayan resultado sobredi

mensionada­s por la necesidad política. Para no estar ausente en el teatro, la oposición empezó a virar ahora su mensaje. Cristina se encargó de irrumpir por la desaparici­ón

de Santiago Maldonado, el artesano que fue visto por última vez el primer día de agosto en Esquel. La ex presidenta había invocado su nombre la noche de las PASO. Ahora cargó por el episodio contra Patricia Bullrich, la ministro de Seguridad. El capítulo está cargado de un tinte político y una hostilidad sugerentes. Hay registrado­s, a propósito, 30 incidentes en el país. También en sedes diplomátic­as argentinas en Bolivia y Perú. El albañil Julio Jorge López desapareci­ó en Buenos Aires en 2006. Nunca más se supo nada sobre él. Era testigo en el juicio al ex comisario represor Miguel Echecolatz. Se vinculó su tragedia con esa causa. En 2003 había corrido la misma suerte, en Comodoro Rivadavia, Iván Torres Millacura, un joven chileno de 23 años. Intervino la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH). Después de 13 años resultaron condenados dos policías –otros 12 absueltos-- acusados por la “desaparici­ón forzada”. Ni en el caso de López ni en el de Torres Millacura se planteó una batalla política.

El kirchneris­mo, la izquierda y organizaci­ones de derechos humanos tienen apremiado al Gobierno. Pretenderí­an que se declare culpable por la desaparici­ón. Para darle realismo al latiguillo fantasioso que vincula a Macri con la dictadura. Al Gobierno le cabe, sin ninguna duda, la responsabi­lidad política de Estado. Una testigo dijo que el artesano habría sido detenido y quizás baleado por Gendamería. Aunque pareció no reconocer a Maldonado. En aquella fuerza de seguridad se realizaron 40 sumarios administra­tivos. No pudo recogerse una sóla pista ni contradicc­ión. La fiscal Silvina Avila, sin embargo, decidió cruzar datos de dos sospechoso­s.

El malestar escaló hasta un punto tal que un encuentro entre Bullrich y Germán Garavano, el ministro de Justicia, con los organismos de DD.HH., derivó en bochorno. Los diálogos entre las partes fueron grabados clandestin­amente y difundidos por los organismos en una radio. Al final, medió un gesto conciliado­r de Estela Carlotto, la titular de Abuelas de Plaza de Mayo. En esa reunión, que debió ser cumbre, apareciero­n además entidades de representa­ción parcial. Como la APDH de La Matanza. La misma que manifiesta su defensa pública de la procurador­a general, Alejandra Gils Carbó.

Ese cuadro, tal vez, ilustre mejor que las elecciones la polarizaci­ón argentina que subsiste.

 ??  ?? Presidente Mauricio Macri.
Presidente Mauricio Macri.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina