El control de los conflictos cibernéticos: lecciones de la era nuclear E
n una reciente encuesta a profesionales de ciberseguridad, durante su conferencia anual celebrada en Las Vegas y denominada ‘BlackHat’, el 60% de los encuestados dijeron que creían que Estados Unidos en los próximos dos años iba a sufrir un ataque exitoso contra su infraestructura de importancia crítica.
Además, la política estadounidense continúa convulsionada a causa de las secuelas de la ciberinferencia rusa en las elecciones del 2016. En este contexto se plantea la siguiente
pregunta: ¿serán los ataques cibernéticos la tendencia inevitable que sobrevendrá en el futuro, o existe la posibilidad de desarrollar normas para controlar los conflictos cibernéticos internacionales? Es posible aprender lecciones que nos deja
la historia de la era nuclear. A pesar de que las tecnologías cibernéticas y nucleares son muy distintas, el proceso por el cual la sociedad aprende a hacer frente a una tecnología altamente disruptiva muestra semejanzas que son instructivas. Los Estados tardaron aproximadamente dos décadas en llegar a los primeros acuerdos de cooperación durante la era nuclear. Si la fecha del inicio del problema de la ciberseguridad no se determina como los albo-
res de la red de Internet en los años setenta, y en cambio se considera que este problema en
tró en debate recién a partir de finales de los años noventa, cuando la creciente participa
ción hizo de Internet el sustrato de la interdependencia económica y militar (aumentando así nuestra vulnerabilidad), en la actualidad la cooperación con respecto a dicho problema está cerca de alcanzar el hito de las dos décadas.
Los primeros esfuerzos en la era nuclear fueron pactos que no tuvieron éxito y que se cen
traban en las Naciones Unidas. En 1946, Estados Unidos propuso el plan Baruch para el control de la energía atómica por parte de la ONU, pero la Unión Soviética rechazó encerrarse en una posición de inferioridad tecnológica.
No fue hasta que después de la Crisis de los
Misiles de Cuba de 1962 que se firmó un primer acuerdo de control de armas, el Tratado de
Prohibición Parcial de Ensayos, en 1963. Posteriormente se firmaron el Tratado de No Proliferación Nuclear de 1968 y el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas en 1972, este último un tratado bilateral entre EE.UU y la URSS. En el ámbito cibernético, en el año 1999, Rusia propuso un tratado bajo los auspicios de la ONU para prohibir las armas electrónicas y de información (incluida la propaganda). Junto
con China y otros miembros de la Organización de Cooperación de Shanghái, Rusia continuó impulsando un tratado amplio que tenga
como base la ONU. Estados Unidos se resistió al mismo, por considerarlo como un esfuerzo
para limitar sus capacidades , y este país continúa considerando que un tratado amplio es inverificable y engañoso.
En cambio, Estados Unidos, Rusia y otros 13 Estados acordaron que el Secretario General de la ONU debería designar a un Grupo de Expertos Gubernamentales (GEG), que se reunió por primera vez en el año 2004. Ese grupo inicialmente produjo resultados escasos; pero, en julio de 2015, emitió un informe, que fue aprobado por el G20 y en el que se proponían normas para limitar conflictos y medidas para fomentar la confianza. Un régimen de normas puede ser más robusto cuando los vínculos no son demasiado estrechos, y un tratado que cubra muchas áreas bajo los auspicios de la ONU perjudicaría tal flexibilidad en este momento. La expansión de la participación es importante para la aceptación de normas, pero el progreso requerirá de acción en muchos frentes. Ante esto, el fracaso del GEG en julio de este año, no debe considerarse como el final del proceso.