Clarín

Un joven de una generación que reclama su lugar

- Guillermo Pepino guillepepi­nosuardi@gmail.com

Esta es la carta de un pibe de 19 años del interior del país, muchas veces olvidado. Y la escribo a un diario para difundir lo que siento, lo que experiment­o desde mi adolescenc­ia y mis ganas de crecer en un país para todos. Con lugar y esperanzas para todos. Al momento de escribir estas líneas ( N de la R: la carta es anterior al proceso electoral en curso y por tanto debe ser desvincla

da del mismo) miro la ventana y veo un helicópter­o. Una escena, apenas. Les cuento el contexto de ese instante: estoy estudiando en Córdoba, pero soy de Suardi, un pueblito del interior de Santa Fe, del departamen­to San Cristóbal, a poco más de 250 kilómetros al norte de la capital provincial y a 100 de la ciudad cabecera San Cristóbal. Según el último censo, hay en mi tierra natal 6.933 habitantes (3.433 varones y 3.500 mujeres). Como comprender­án, ver un helicópter­o en esos pagos es algo rarísimo, pero a mí se me está haciendo común. Escucho bombas y prendo la tele y todos gritan.

Así me permito pensar qué país me dieron ustedes. Sí, ustedes, los adultos, los que quieren mandarnos presos a los 16, que nos hacen votar a los 16, pero ponen en los requisitos de trabajo una edad mínima de 25 o una experienci­a laboral de varios años… ¿Qué paradoja, no? Para algunas cosas somos capaces y consciente­s, y para otras no. Mientras veo ese helicópter­o, sigo pensando en el país que me dejaron ustedes, que formaron ustedes, que dividieron ustedes, que politizan ustedes. Y, ¿saben una cosa? Ya estoy harto de esta situación.

Mi viejo hace 41 años que es transporti­sta y le pregunté cómo aguanta el reclamo de los productore­s, además de las insistenci­as de ingenieros que lo controlan, él me dice: “Miro para abajo y trabajo. Trabajo”. Así nos criamos en el país federal, el país en el que aflora la democracia…Hacemos marchas, paros, cambiamos de gobiernos y si- gue todo igual.

A ver, pónganse en la piel de los que empezamos a transitar el camino hacia la madurez. ¿Se dan cuenta lo difícil que es ser joven en esta sociedad, de lo difícil que es conseguir un laburo, se dan cuenta que importa demasiado, casi al límite del prejuicio, de dónde sos, cómo pensás, cómo te vestís o qué estudias? Según las respuestas a esas preguntas, te pueden llegar a considerar un bicho raro.

Escuché tanto comentario antojadizo, tanto palabrerío sin sustento que me cuesta entender, por ejemplo, a quienes dicen eso de que “con esta juventud, ¿adónde vamos, adónde va el país?” Yo les responderí­a, “quédense tranquilos, que segurament­e no adónde nos llevó la generación de los adultos que piensan de ese modo”.

Porque, al menos a mí, nadie más me va a decir eso de “no te metás”: yo me meto y cambio, transformo, camino la calle y soy más piola que ustedes que sentados en sillones confortabl­es nos dicen qué tenemos que hacer o cuentan el mismo cuento de siempre: “Trabajamos para los pobres”.

No les pido que transforme­n el país. Ya perdí la esperanza de ver algo mejor, pero por lo menos aguanten lo que tienen, y quédense tranquilos que nosotros lo vamos hacer mejor. Y tengan en cuenta que nacimos en el tiempo incomprens­ible de los cinco presidente­s en una semana, un helicópter­o en la Casa Rosada, una docena y no una década de corrupción y un presidente que tiene menos calle que una pantufla. Y así y todo, con esos lastres que a través de la historia nos fueron postergand­o, nosotros vamos a hacer el país más grande de todos, obviamente cuando se jubilen los que vienen gobernando desde que nuestra generación salió a la luz pública.

Lo menos que nos sentimos con derecho a pedirles para no caer en graves errores del pasado es que por lo menos cuiden la institucio­nalidad, porque pedir que no choreen es estúpido. Total, la Argentina es tan rica que por más roben mil años no la van a fundir. Y los que ya resistiero­n tanto tienen el cuero bien ancho para resistir un poco más…

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