Clarín

Ricardo Roa

¿Qué tienen en común Tevez y el Corcho? Nada

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La grieta son muchas grietas. Tevez las cierra, al menos trata de cerrarlas. En una confesión con Fantino, mostró cómo el éxito tiene también llanto adentro. Pero no es eso lo que más importa: mostró que su éxito no sólo es éxito en el fútbol. Dio algunas claves, que se resumen en una: “La otra generación de los Tevez tiene que ser

mejor que la que pasó”. La de él mismo. Esa entrevista no es para quedarse en la anécdota. O irse a los comentario­s pavotes llenos de resentimie­nto en las redes o a los de admiración absoluta llenos de fanatismo. Esos mejores Tevez ya los representa su hija Flor, que en la escuela en China conectó con su buen aprendido inglés a sus compañeros.

Que su hija hable perfectame­nte inglés lo emociona. Esa es otra síntesis que lo pinta

entero. Es el éxito o la punta del éxito más allá de su innegable éxito como futbolista. Desde su aparición adolescent­e en la primera de Boca construyó con talento y esfuerzo una carrera extraordin­aria.

A los 33 años y más allá de la extraña aventura que lo llevó a la lejana Superliga china, es uno de los futbolista­s que mayor cantidad de títulos contribuyó a que ganaran sus equipos (24) y el único argentino que ganó las copas Libertador­es e Interconti­nental, la Champions y el Mundial de Clubes.

Fue figura en Boca, Corinthian­s, los dos Manchester y Juventus y al único lugar en el que no fue campeón, el West Ham, llegó con la liga empezada y con el equipo casi condenado al descenso. Lo salvó en la última fecha. Sus hinchas también lo aman.

Tevez compara la educación de su hija con su propia educación. Dice. “Hice hasta octavo grado sin saber leer” y confiesa que aún le

cuesta entender lo que lee. Se detiene tres, cuatro veces cuando lee y no entiende. Está del lado inteligent­e de la grieta. El lado

que la puede cerrar. Se ríe pero no festeja que por manejar teniéndolo prohibido en Inglaterra lo metieran preso. Aquí, dice, los policías lo hubieran parado para sacarse una selfie. Aprendió que la sociedad necesita un orden sin el cual es imposible vivir.

Del otro lado de la grieta hay otros. “Juro por mi hija que nunca le pedí a ningún ejecuti

vo de Odebrecht plata para coimas” dice el Corcho Rodríguez, busca exitoso y rockero fracasado y valijero de De Vido. Habla de Antonia, su hija con la modelo Lozano. Tiene otros dos hijos con su primera mujer.

Jurar por la vida de un hijo es jurar demasiado. Es fácil darse cuenta la diferencia con Tevez. Y es fácil darse cuenta de cuánta es la diferencia. Lo primero que hizo Tevez cuando ganó buena plata fue decirle al representa­nte: “Quiero que compres 15 casas afuera del barrio y saques a toda mi familia de ahí”.

El barrio es Fuerte Apache. Tevez tiene 12 medio hermanos de parte de la mamá y otros cinco de parte de los tíos que lo criaron. “Todos hermanos para mí”.

Rodríguez es de Villa Martelli, nada del otro mundo pero mucho menos difícil. No terminó el secundario aunque aprendió pronto a conectar política con farándula y con nego

cios. Fue novio de Susana Giménez y fue socio del montonero Galimberti y amasó una enorme fortuna que acaba de ser embargada.

Hay vidas que parecen paralelas justamente por ser nada paralelas. Tevez nos transmite un mensaje: quiere que los Tevez que lo sigan sean mejores que él. No en el fútbol sino en la vida. De la vida de Rodríguez hay poco o nada para imitar. A todos nos iría mejor admirando a los Tevez. Nos hace mejor a todos.

Tevez hace que sus hijos sean mejores. Rodríguez jura por su hija que no coimeó para De Vido.

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Ricardo Roa rroa@clarin.com

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