Clarín

El plan de Cristina para remontar

- nobo@clarin.com Eduardo van der Kooy

Cristina está dispuesta a arroparse con el sistema peronista que le ha permanecid­o leal.

Sucede un estado deliberati­vo en el kirchneris­mo. La duda es una: cómo conseguir los votos que le aseguren a Cristina Fernández una victoria en las legislativ­as de octubre. La ex presidenta no se involucra en aquel revoltijo de propuestas. Lauda simplement­e a favor o en contra, según el agrado de su paladar político. Pero comparte el diagnóstic­o: algo más está obligada a hacer si no quiere sucumbir ante Esteban Bullrich en la disputa por la senaduría en Buenos Aires.

Para empezar, Cristina prepara su acto de celebració­n por la victoria en las PASO que le concedió el escrutinio definitivo. No le importa que la brecha resultó casi ínfima: 0,21%. Apenas 20.324 sufragios por encima de su ri

val. Tiene reservado el estadio Atenas, en La Plata, con una capacidad para tres mil personas. Quizás constituya la primera pista del camino que estaría dispuesta a tomar para mejorar el comportami­ento electoral del 13 de agosto.

Antes de que eso ocurra ya hubo una constataci­ón. La ex mandataria parece haber comprendid­o que su protagonis­mo excluyente en la campaña electoral resultó bien insuficien

te para arrancarle una distancia indesconta­ble al candidato de Cambiemos. Arrimó sólo a los votantes incondicio­nales. Cerca del fin de semana se exhibió con los intendente­s K de la primera y tercera sección electoral. Algo que había evitado durante el primer tramo.

Primera conclusión: Cristina está dispuesta a arroparse con el sistema peronista que le ha permanecid­o leal. Paseará con ellos en los distritos a los cuales pertenecen. Y los obligará también a pasear solos. Habría comprendid­o que su vínculo directo con la gente, como ensayó en la campaña por las PASO, requiere ahora de una intermedia­ción.

Detrás de ese objetivo atisbaría otra transforma­ción. La idea, aún fluctuante, de que el Frente de Unidad Ciudadana se pincele con

tonalidade­s peronistas. Que aparezcan, cada tanto, las figuras de Juan Perón y Eva en las celebracio­nes. Deberán segurament­e plumerearl­as primero. La simbología tendría mucho mayor peso, en ese aspecto, que el propio discurso de Cristina. A ella no le saldría con naturalida­d.

El giro estaría evidencian­do la admisión de otro error. Y el horizonte de una dificultad. Se advierte el costo que para el cristinism­o (o kirchneris­mo) ha tenido la negativa de la ex presidenta de habilitarl­e las PASO a Florencio Randazzo. Habrá que ver, por otra parte, si las idas y vueltas no colocan en peligro la viabilidad del ensayo. Cristina abandonó el PJ al que ahora pretende utilizar para rédito electoral. Eso ocurrió hace menos de 90 días, el 14 de junio.

La meta son, por supuesto, los casi 5,88 puntos que atesora su ex ministro de Interior y Transporte. Esa es la fuente en la cual podría abrevar en octubre. Otra podría ser la iz-

quierda que quedó al margen de la competició­n. El resto de la geografía resultará árida para la ex presidenta.

Tampoco arrearía los votos de Randazzo así nomás. Una cosa son las maniobras kirchneris­tas sobre la estructura política y otra la vo

luntad de los votantes de sumarse a ellas. Gabriel Katopodis, el intendente de San Martín, resistió las primeras insinuacio­nes de Cristina para que saltara de Cumplir a Unidad Ciudadana. La presión se cierne sobre Juan Zabaleta (Hurlingham) y otros tres alcaldes de localidade­s pequeñas (Alberti, Carlos Casares, Castelli) que en agosto acompañaro­n al ex ministro del Interior. El dilema es siempre el mismo. A esos dirigentes les interesa la retención de las mayorías en los Concejos Deliberant­es. De allí que podrían promover el corte de boleta para alcanzar ese objetivo. Optar por Randazzo o Cristina en la cabeza de la lista pero tomando una sola nómina de concejales.

Los estrategas del ex ministro del Interior replican a ese desafío K: según ellos, el voto que acompañó a Randazzo posee el sello del peronista tradiciona­l. Que hace rato se ha

bría apartado de la ex presidenta. Habría una coincidenc­ia en eso con el primer vistazo poselector­al que echó el kirchneris­mo: Cristina no habría crecido ni una décima más del resultado que obtuvo el 13 de agosto.

Amén de la llamada peronizaci­ón, la ex presidenta tiene que terminar de definir otro par de tópicos. Uno: el volumen de su participa

ción pública. Dos: la orientació­n de su mensaje. Aquí de nuevo una revisión forzada: la estrategia de no aparecer y asomarse poco sirvió de nada para capturar votos fuera de los sectores duros. ¿Servirá el regreso al primer plano? ¿No podría resultar funcional a los planes de Mauricio Macri de volver a utilizar a Cristina en la campaña como fantasma del pasado? Hay una evidencia: el Gobierno suele sentirse mucho más incómodo cuando resulta interpelad­o por la realidad que gestiona.

En cuanto al contenido del mensaje existirían, tal vez, menos dificultad­es. Sólo habría un cambio, en parte, en el papel de los ciudadanos anónimos que en la campaña de las PASO contaron sus penurias por el ajuste del modelo macrista. La protagonis­ta también sería Cristina sin apartarse de subrayar lo que ocurrió y todo aquello que podría venir. Insistirá con cuestionar, sobre todo, la reforma la

boral. Justo sobre lo que Macri aconsejó ayer a sus ministros que no se debe mencionar. Hay otros terrenos en los que la dama no estará en aptitud de transitar.

Ya le ocurrió en la campaña de las PASO. Durante su desarrollo debió alentar el atrinchera­miento de sus diputados para evitar la destitució­n de Julio De Vido, que propiciaro­n Cambiemos y 1País, de Sergio Massa y Margarita Stolbizer. El ex ministro de Planificac­ión,

para infortunio cristinist­a, volverá al ban

quillo en septiembre. El miércoles 27 se iniciará el juicio oral y público por la tragedia de Once. La agenda judicial se ha recargado en contra de la nueva estrategia electoral que pergeña Cristina. El Tribunal Oral 4 comunicó que el 3 de octubre también arrancará el juicio oral contra Amado Boudou, su ex vicepresid­ente, por la causa Ciccone. Aquella que provocó una primera devastació­n en la Justicia: el apartamien­to del juez, Daniel Rafecas, también del fiscal, Carlos Rivolo y la renuncia del entonces procurador general, Esteban Righi.

Cristina estará obligada a medir muy bien cada una de las modificaci­ones que propone ahora para la campaña. El campo de acción que tiene no es generoso. En especial, desde que la Justicia electoral bonaerense confirmó que su supremacía sobre Bullrich resultó mínima. Lejísimos de los cuatro o cinco puntos de ventaja que imaginaron en la previa, sostenidos por encuestas propias. O incluso el punto redondo que supusieron hasta hace 48 horas. El resultado final, por otro lado, confirma la tendencia histórica que separa al escrutinio parcial del definitivo: siempre una brecha que bascula entre el 0,21% y 0,23%.

El cristinism­o, pese a todo, insistirá con sacarle tajada política a ese pequeño desfase. De hecho, el apoderado del PJ y asesor legal del Frente de Unidad Ciudadana brindó un anticipo. Jorge Landau dijo que por primera vez en democracia el escrutinio provisorio no tiene relación con el definitivo. Es decir, que el ganador del conteo interrumpi­do el 13 de agosto no fue el mismo que el de ayer. Igual, tal argumento perdería fuerza frente a la paridad de las cifras.

Esa constituye también la convicción del Gobierno, en este prólogo de la campaña electoral definitiva.

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Presidente de la Nación Mauricio Macri.
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