Clarín

El Presidente y su obsesión con los sindicalis­tas: “¿Les llegó el mensaje?”

Macri construye una pulseada contra un actor que aparece como el enemigo perfecto: el sindicalis­mo.

- Santiago Fioriti sfioriti@clarin.com

-Entró el mensaje, ¿no?- preguntó el Presidente. -¿Si entró? Fue una bala- contestó el ministro.

Mauricio Macri y el ala política del Gobierno aún gozan del golpe

por golpe con la cúpula de la CGT. Creen ver en las caras de los caciques sindicales un rictus que no observaban desde aquel primer cimbronazo que significó desplazar al PJ del poder. Quienes mantienen diálogo con ellos cuentan que aún no se habían repuesto de los cambios en la Superinten­dencia de Servicios de Salud y en el Ministerio de Trabajo cuando les llegó la noticia de otro sacudón: el oficialism­o evalúa estrategia­s para hacer pública sus declaracio­nes juradas. Jugada de manual: más de uno no puede explicar su patrimonio ni su estilo de vida.

“No te digo que les doblamos el brazo, pero están descolocad­os: nunca esperaban esta reacción de un gobierno no peronista”, dice un hombre del oficialism­o que nunca dejó de hablar con los gremios.

Macri se deja tentar con que detrás de la pulseada con los sindicalis­tas aparece la construcci­ón del enemigo perfecto. No sólo por escenas inverosími­les como la de militantes peleándose en la Plaza de Mayo con las cruces en homenaje a los caídos en la guerra de Malvinas. El sindicalis­mo, en general, aparece desacredit­ado en las encuestas de opinión pública, muchos de esos actores arrastran causas en la Justicia y acumulan décadas en los mismos sillones. Macri mismo les ha dicho desde su llegada a Balcarce 50 que el sindicalis­mo se debe una renovación. Pero una cosa son las elecciones -piensa el primer mandatario- y otra la necesidad de convivir con ellos después del 22 de octubre: “El diálogo sigue abier

to”, sostiene en la intimidad. ¿Qué quiere decir? Que está dispuesto a volver a negociar, aunque inaugurand­o una etapa en la que se haga lo que se dice. No más doble discurso, pide. A Macri lo irrita que lo elogien en Olivos y lo critiquen al salir. O que le hayan prometido que no habría marcha si Cambiemos ganaba las PASO. “La nueva es que hicieron la

marcha para descomprim­ir. ¿Esta

gente nos seguirá subestiman­do?”, decía ayer un ministro. La obsesión del jefe de Estado es bajar los costos laborales y no quiere más trabas de lo que él considera lógicas para el momento en que se planteen las reformas. Hay varias que esperan para después de octubre, además de la laboral: la reforma tributaria y la posibilida­d de discutir modificaci­ones en la edad jubilatori­a. Los gremialist­as, ante todo, temen por la caja. Ese es el corazón de la disputa.

En su cabeza, Macri va confeccion­ando un mapa con los nombres con lo que se podría avanzar en acuerdos, pese a las diferencia­s: Héctor Daer, Armando Cavalieri, Gerardo Martínez, Roberto Fernández y Omar Vi

viani, entre otros. Y con quienes no vale la pena gastar energías, como Juan Carlos Schmid o Sergio Palazzo. Ese mapa, de todos modos, suele sufrir alteracion­es semana a semana. Luis Barrionuev­o ingresa en ese lote. Pasó de amigo a enemigo y de enemigo a amigo varias veces. En la Rosada celebran que, al menos se haya llamado a silencio. Pero el caso de José Luis Lingeri, el secretario general de Obras Sanitarias, es, tal vez, el más ilustrativ­o: dicen que la marcha de la semana pasada se terminó de gestar en sus oficinas. La sorpresa llegó anoche, en TV: su gremio sacó un spot en el que promociona las obras del Gobierno y resalta que “gracias a la ayuda” del Ejecutivo “millones” de personas están siendo beneficiad­as con agua y cloacas.

El clan Moyano es un capítulo central en esta historia. Apenas asumió la presidenci­a, Macri les pidió a Jorge Triaca y a Diego Santilli que se encargaran de transmitir­le a Hugo que no lo quería como jefe de la CGT. Aunque manejó sus tiempos, el camionero terminó por alejarse de la conducción. Como gesto, el Presidente lo recibió entonces en Olivos, a solas. Hablaron de fútbol y de lo importante que es apostar a la familia. Pero algo se rompió en la relación. Y Macri cambió de interlocut­or: corrió a Santilli y designó a un hombre que nunca deja de trabajar para él en las sombras. Daniel Angelici.

Macri cambió de interlocut­or con Moyano: corrió a Santilli y designó a Angelici

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