Con el tango como eje y las ruedas en distintos caminos
Cuatro propuestas que hacen base en el género, pero que se abren a otros como el folclore, al rock y la música de cámara.
Hace tiempo que hablar (o escribir) de “nuevo” o “viejo” tango atrasa. A menos que sea para ubicar un trabajo en la línea de tiempo que va desde las primeras creciones del género a los días que corren.
En todo caso, queda un espacio abierto para considerar cuánto más o menos innovadora, arriesgada o conservadora resulta una propuesta. Sólo que el problema reaparece ni bien se advierte la combinación de elementos novedosos y otros que no lo son tanto, en el mismo trabajo.
Entonces, despojados del mandato o la necesidad de calificar en tales términos, bien vale la pena pegarse una vuelta por cuatro títulos recientemente lanzados al mercado - Cucuza Tango Bardo, de Cucuza Castiello y
Tango Bardo; Retiro Espiritual, de Los Hermanos Butaca; No es cielo ni es azul, de Tanino Tango; y 8 manos, de Tengo Pa’l Truco-, que si bien hacen eje en el tango, hacen uso de una bienvenida libertad para explorar más allá de sus límites. Si los tiene.
En ese sentido, el primero de los cuatro es quien se ciñe con mayor fuerza a la tradición. Con el formato de cantor acompañado por un cuarteto de bandoneón (Mauricio Jost), piano (Hugo Hoffmann), violín (Lucas Furno) y contrabajo (Juan Miguens), Castiello recorre un repertorio en el que la actualidad la aportan títulos como Juguete rabioso y Origami -”Tenías una casa / y un perro dinamita...”, canta-, de Acho Estol, Carabelas Nada, de Fito Páez, y Tibieza, del propio cantante. Todo eso, entre obras de Ju- lio de Caro ( La Rayuela), Troilo y Cadícamo ( Garúa) y algunos giros jazzeros en el piano.
Distinto es el caso de Tanino Tango (lo presentan el 10 de septiembre en Café Vinilo), en el que el protagonismo de la armónica de Santiago Alvarez y la guitarra de Fernando Sánchez, que suman el violín de Katharina Deissler en los primeros seis temas - Maquillaje, La casita de mis vie
jos y Orlando Goñi, entre ellos-, y un quinteto de cuerdas para los cuatro títulos restantes, que se reparten entre Flores Negras y las tres partes del
Hommage a Liege, de Astor Piazzolla, cuya versión de la Milonga se destaca especialmente.
En ese contexto, más que actuar como opuestos, rusticidad y refinamiento se complementan en un juego que en el que los músicos actúan como fluidos conectores entre obras con distintas raíces.
Tan distintas como las vertientes que alimentan el cuarto álbum de Los Hermanos Butaca (el viernes en el CAFF), que a su habitual cuota de humor le suman una expansión en su campo de acción musical. A tal punto que recién a la altura del track 12, Mi especialidad, el tango se manifiesta en toda su dimensión, con una indisimulada entonación calamaresca de Germán Dominicé.
Antes, con la producción de Pablo Dacal y una larga lista de invitados que incluye a Daniel Melingo, Guillermo Arrom, Juan Absatz y Mavi Díaz, el recorrido pasa por los aires folclóricos de Melancólico Licor; el vals, en
Hoy no es el día; y la zamba, en De la buena suerte, entre otros territorios. Sin embargo, casi no transita por el rock, que sí se suma a la alquimia de tango y folclore que impregna el sonido de 8 manos, el tercer disco de Tengo Pa’l Truco, cuyo repertorio se reparte entre seis obras propias, tres de Piazzolla ( Oblivión entre ellas), una de Agustín Bardi ( Gallo ciego) y candombeada versión del Himno de mi
corazón, de Miguel Abuelo. w