Clarín

Entrevista Periodista, autor de “El salto de papá”

Banquero y marxista: herencia de un padre de dos mundos Jorge Sivak se mató en 1990, tras una quiebra. El hijo reconstruy­e su vida y su época en un libro de investigac­ión.

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Carlos A. Maslatón Especial para Clarín Un hombre decide morir y salta al vacío. Muchos años después, su hijo reconstruy­e esa vida, busca pistas, recaba testimonio­s, intenta armar el puzzle que la muerte de su padre dejó y al que le falta la pieza del por qué. Pero ese hijo-el periodista Martín Sivak-, no se engaña: a veces, no hay respuestas, y las palabras, aunque tramen un relato coherente, no sirven para curar nada: hay heridas que no cicatrizan nunca.

El salto de papá (Seix Barral) es una memoria, un libro de no ficción que recorre la vida del banquero y abogado Jorge Sivak, pero que también ausculta la década del 80, mostrando los contactos del biografiad­o con nombres como Mohamed Seineldín, José Luis Manzano, Enrique Gorriarán Merlo, Alejandro Lanusse, Daniel Viglietti, y hechos como el secuestro y asesinato de su hermano, el empresario Osvaldo Sivak,

y los modos de funcionami­ento de la política y las finanzas en el tránsito que va del alfonsinis­mo al menemismo.

El padre de Martín se suicidó el 5 de diciembre de 1990, el día en que se decretó la quiebra de su empre

sa, el banco Buenos Aires Building. A partir de ese hecho hay un viaje hacia atrás emprendido por la pluma milimétric­a de Sivak, con un ojo agudo para el detalle y la ironía que desarma los simulacros de la escena pública. O la falta de autocompas­ión, que lo lleva a escribir: “Un grandulón de cuarenta años que aún escribe sobre su papá”. Pero eso no le impide componer una bella elegía en la que la emoción y la alegría por los buenos momentos vividos no escasean. - Jorge era un banquero sin pasión por los negocios. Era marxista, había estado preso por razones políticas, tuvo conexiones con grupos armados, pero llevaba una vida acomodada. ¿Cómo sobrelleva­ba esas contradicc­iones? - En la vida cotidiana, todo eso formaba parte de la normalidad. El orden en mi casa era ese orden: que se podía tener un banco y escuchar y ser amigo de Daniel Viglietti, un cantautor de izquierda. Ese mundo obvio que era contradict­orio, pero a los ojos de sus hijos, no estaba puesto como una contradicc­ión. Porque a mi papá no le interesaba la acumulació­n di- neraria, sino que le interesaba el poder, la política, la influencia. Y todos los negocios tenían un sentido político, y eso también era un problema. Cuando el banco estaba a la deriva, pensó en salvarlo con negocios absurdos con la Unión Soviética o con Polonia, exportando la cadena de comidas rápidas Pumper Nic. Muchos de los negocios estaban atravesado­s por la política. Los carapintad­as, a los que recurrió durante el secuestro de su hermano Osvaldo, empezaron a participar de negocios en el banco. Pero no era que estaba planeando una alianza estratégic­a con ellos. - ¿Entonces? - Era parte de esas informalid­ades, de la desorganiz­ación y de cierta bondad excesiva que lo llevó a convertir el banco en un tenedor libre de José Luis Manzano. Para cualquiera que entendiera un poco de política y negocios no era lo más recomendab­le. Y fue lo que hizo, y por eso fue tan errático como empresario, y en ningún momento puso en cuestión su condición de marxista leninista. Cada tanto le decía a su secretaria “voy a una reunión” e iba a los grupos de estudio de Marx. A la distancia, no era un mundo sensato, pero fue el que vivimos. Mi papá no tenía culpa por tener plata y ser comunista. Sí por otras cosas, como por qué habían secuestrad­o a su hermano y no a él, o al Colorado, un amigo de la militancia, desapareci­do por la dictadura. Pero nunca se mostró como una persona vulnerable, salvo en los tres meses finales, en los que la depresión lo abatió. Pero durante el secuestro de su hermano, por ejemplo, siempre se mostró optimista y nos dio esperanza de que mi tío iba a aparecer vivo. Tenía una vitalidad y una capacidad para desdramati­zar las peores situacione­s. - ¿ Hablar con su psicoanali­sta le aportó algún elemento más para conocer las causas que lo llevaron al suicidio? -Llegué a esa charla con hipótesis ajenas y mías, pero no esperando que iba a encontrar la verdad. El psicoanali­sta planteó algo que yo ya sabía, que era que a mi papá, como había sido un preso político y sentía cierto orgullo por eso, no podía soportar la perspectiv­a de terminar preso por un delito económico. Un colega me señaló que no queda claro cuál era el delito económico. No era grave. Cuen- to que para salvar a su empresa, pagó coimas en el Banco Central, a ministros, a diputados. No lo juzgo, fue el modo que encontró de intentar salvar al banco. Pero no es que se transfirió a su cuenta dinero para estar a salvo. Tenía un sentido de la relación con el dinero también particular: se podía pagar coimas pero no se podía robarle plata a los ahorristas. Para él hubiera sido impensable abrirse una cuenta en Suiza. Creo que su miedo de terminar en la cárcel fue parte de un delirio. Podía haber terminado en la cárcel o no y, de hecho, los gerentes que quedaron manejando la empresa estuvieron procesados un tiempo y luego se reintegrar­on al sistema bancario. -En el libro cuenta que minutos antes de matarse, llamó a su casa para hablar con usted y su hermano pero no los encontró. ¿Pesa esa despedida que no fue? -Pensé miles de veces en esa llamada. A la larga no cambia nada y si hubiésemos atendido el llamado quizás hubiera sido peor. Por ahí me quedé con ese último gesto: no que no pudiéramos hablar, o qué hubiese pasado si hubiésemos hablado, sino ese gesto final de querer escucharno­s las voces a mi hermano y a mí. De chico pensé mucho en ese llamada, en si hubiésemos podido hacer algo. Pero creo que no hubiera cambiado nada. Ya había tomado su decisión. -¿Cuál es el patrimonio que les legó? -Quizás el habernos empujado, en algún sentido, a la política, la Historia, el periodismo, la lectura, la música, exponernos al mundo, tratarnos como adultos, ser muy cariñoso, que es una de las cosas más lindas de mi papá y, creo, uno de sus legados. Exponernos, en el buen sentido, a una serie de temas, preguntas, personas, que nos marcaron. Mi papá tenía una gran sensibilid­ad para vincularse no sólo con figurones sino también con personas no importante­s. Socialment­e, era bastante bilingüe. Exponernos a ese mundo fue una marca.

Aparecen los vínculos de Sivak con Seineldín, Manzano, Gorriarán Merlo, Lanusse y otros.

 ?? ALE LÓPEZ ?? Heridas que no cierran. Sivak indaga en el suicido de su padre, quien llamó para hablar con su s hijos antes de saltar, pero no los halló.
ALE LÓPEZ Heridas que no cierran. Sivak indaga en el suicido de su padre, quien llamó para hablar con su s hijos antes de saltar, pero no los halló.

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