Clarín

La literatura como disparador de las ficciones escandinav­as

- Patricia Kolesnicov

El golpe fuerte más fuerte lo dio un muerto. Saben cuál: Stieg Larsson. Era periodista, investigab­a, escribía como tantos, fuera del trabajo. En 2004 se murió, en 2005 salió Los hombres que no

amaban a las mujeres, la primera entrega de una saga de misterio y crueldad y un poco de sexo y un poquito de amor, y todo en medio de la helada. Ya saben lo que pasó con eso: el éxito empezó en Suecia y en papel y siguió por todas las pantallas y en por lo menos cuarenta y tres países. La saga se llamó Millenium.

Pero no había sido el primero. Antes, en 1991, salía primer tomo de lo que sería la saga del inspector Kurt Wallander. La escribía otro sueco: Henning Mankell y serían doce novelas. El protago- nista es un hombre de la misma generación que el autor (que nació en 1948) y, como él, ama la ópera y le pesa el mundo. Nos muestra los costados más difíciles de una sociedad que se precia de ser perfecta, y a la que nos encanta imaginar así. Mankell decía que el género policial era aburrido y que escribía para hablar del racismo. Igual, creía que no lo hacía mal: “Los oficiales policiales suecos leen mis libros y les gustan”, decía. Con algunos cambios,

Wallander se transformó en una serie entre 2008 y 2016.

El noruego Gunnar Staalesen escribió, desde 1997, diceiseis novelas con un detective: Varg Veum, que una década después empezaron a verse en la pantalla. El personaje, como parece habitual en estos policiales, no es lo el estereotip­o del buen detective. Es un poco alcohólico, está divorciado, hace lo que puede con su hijo, pero al final resuelve los casos.

Hay más: las novelas de la sueca Camilla Läckberg dieron lugar a Los crímenes de Fjallbacka. Son nueve libros. El primero, La prin

cesa del hielo salió en Suecia en 2002 y en castellano en 2006. Allí investiga una escritora, Erica Falck, que está “en una relación” con un policía. De paso, Erica se embaraza y tiene una hermana maltratada por sus parejas.

Detectives -o quasi detectives­que vienen a demoler un prejuicio: el que hace que imaginemos que los corazones de quienes habitan esas latitudes tienen la misma temperatur­a del termómetro.

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