Clarín

Una buena para las grasas

Menos nocivas que los carbohidra­tos

- Rosario Medina rmedina@clarin.com

Un prestigios­o equipo de especialis­tas en nutrición plantea revisar las guías alimentari­as tras una extensa investigac­ión que concluyó que un consumo elevado de hidratos de carbono está asociado a mayor mortalidad total y mortalidad no cardiovasc­ular. Además, los investigad­ores encontraro­n una asociación entre un consumo más elevado de grasas y un menor riesgo de mortalidad. Esas fueron las principale­s conclusion­es del estudio PURE, presentado por la Sociedad Europea de Cardiologí­a en Barcelona y publicado por la prestigios­a revista The Lancet.

El trabajo documentó la dieta de 135.335 personas de entre 35 y 70 años de 18 países (incluida la Argentina) con un tiempo de seguimient­o promedio de 7,4 años. Los investigad­ores registraro­n con cuestionar­ios estandariz­ados el consumo de carbohidra­tos, grasa total y tipos de grasa. Y se evaluaron asociacion­es con enfermedad cardiovasc­ular y mortalidad.

Aquellos que cubrían al menos 3/4 partes de sus necesidade­s energética­s diarias con hidratos de carbono tenían un mayor riesgo de mortalidad (+ 28%) que el resto. Además, aquellos que seguían una dieta rica en grasas (35% del aporte energético) tenían un riesgo menor de morir (- 23%) que quienes ingerían una poca cantidad de grasas (11% del aporte).

“Este estudio va a disparar un debate académico intenso. Y algunos paradigmas, basados en evidencias muy débiles, se van a caer. Desafía conceptos previos. Ahora hay que ponerse a discutir de nuevo y debatir, porque estamos frente a una epidemia de obesidad con pobre alimentaci­ón”, afirma a Clarín el doctor Rafael Díaz, presidente de la Funación Ecla y coautor del estudio PURE. Diaz aportó los datos de Argentina y llevó adelante el trabajo local. “En Argentina incluyó a 7.500 personas de Santa Fe, la mitad de zonas urbanas y la otra mitad de zonas rurales”, añadió.

“El estudio muestra que hay una asociación entre las personas que comen más hidratos de carbono y una mayor mortalidad. Y también vimos que las grasas están asociadas a una reducción de mortalidad”, dice Díaz.

El trabajo focaliza en cómo se alimentan los países con ingresos medios y bajos. “La tendencia de promover dietas bajas en grasas ignora el hecho de que la alimentaci­ón de la mayoría de la gente en los países de ingresos bajos y medios es muy rica en hidratos de carbono, algo ligado a una peor salud”, dijo Mahshid Dehghan, directora del estudio. “Contra lo que se creer, un incremento del consumo de grasas está asociado a menor riesgo de mortalidad”, añadió.

“Vemos que hay un progresivo incremento del sobrepeso y la obesidad en Latinoamér­ica. Este perfil se debe básicament­e a que en los países de nuestra región hay una ingesta excesiva de calorías muertas, que son calorías que generan una carga calórica pero que no tienen poder nutriciona­l: hidratos de carbono procesados”, afirma el doctor Daniel Pizkorz, presidente de la Federación Argentina de Cardiologí­a. “En Argentina tenemos un perfil de alimentaci­ón que genera carga calórica pero no energía, principalm­ente provenient­e de las gaseosas (el tercer consumidor de Latinoamér­ica) y frituras (empanadas, tartas, tortillas, harinas, azúcares refinados). Engordan y generan alteracion­es metabólica­s”, añade.

Los hidratos de carbono no son todos iguales. Depende de la fuente de la que provengan. “Una cosa son los que vienen de fuentes naturales, como frutas, verduras, legumbres o granos enteros. Otra los hidratos de carbono refinados, que son los más complicado­s. O los azúcares agregados. El riesgo viene por los alimentos que tienen un mayor grado de industrial­ización, con más refinación de cereales y granos”, explica la nutricioni­sta Silvina Tasat, vocal de la Sociedad Argentina de Nutrición.

“Los hidratos de carbono refinados metabólica­mente se terminan transforma­ndo en grasa en el organismo y esto es lo más perjudicia­l para la salud. Se convierten en triglicéri­dos, grasas nuevas. Todo el excedente que produce grasa en el organismo, es la grasas que después viaja por la sangre y se mete en las arterias, provocando el riesgo cardiovasc­ular”, concluye la especialis­ta.

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