Clarín

Otra oportunida­d para un violador de chicos Q

- Rolando Barbano rbarbano@clarin.com

El juez Carlos Rossi, además de liberar al asesino de Micaela García, soltó a otro abusador que reincidió

uizás con el primer intento no le alcanzó. Y entonces, esa alma caritativa llamada Carlos Rossi decidió darle otra oportunida­d. Ahí sí, Fabio Gustavo Villanueva pudo explayarse a sus anchas y hacerlo de nuevo.

Porque lo suyo -sólo la Justicia argentina puede dudarlo- es violar chicos.

Villanueva nació hace 44 años en Entre Ríos. Le dicen “Maca” y se sentó en el banquillo de los acusados por primera vez a los 38, cuando la Sala Penal de la Cámara de Apelacione­s de Concepción del Uruguay lo juzgó por corrupción reiterada de menores. Lo habían detenido casi dos años antes, a fines de octubre de 2009, luego de la denuncia del padre de una de las víctimas: un nene de 7 años.

La investigac­ión probó que por esa época “Maca” tenía una relación cercana con unos vecinos, con los que incluso compartía muchos de sus fines de semana. Un día, uno de ellos se encontró con que su hijo se mostraba muy agresivo en la escuela. Empezó a hacerle preguntas hasta que el nene le contó que Villanueva había abusado de él dentro de una

carpa, en el camping Banco Pelay. El hombre era como un tío para el chiquito. Intervino la División Investigac­iones de la Policía de Concepción, que se puso a seguir los movimiento­s de Villanueva. Así descubrió que desde hacía tiempo invitaba a su casa al nene abusado y a varios de sus amigos para que jugaran con la computador­a. Se había ido ganando su confianza hasta que empezó a manosearlo­s, a sacarles fotos desnudos y a abusarlos. Uno, de 12 años, contó que le había practicado sexo oral. Otro reveló que lo había obligado a tener sexo con una chica frente a él.

Para esa época, Villanueva tenía una mujer y una hija, que lo abandonaro­n para irse a vivir La Matanza. Lo detuvieron y el 14 de septiembre de 2011 lo condenaron a siete años y

medio de prisión de cumplimien­to efectivo por el abuso y la corrupción de cinco nenes.

Pero, se sabe, en la Argentina ninguna condena es lo que parece. Consciente de esto, Villanueva presentó un pedido para salir de prisión en libertad condiciona­l.

Su solicitud cayó en el Juzgado de Ejecución Penal de Gualeguayc­hú, a cargo de Carlos Rossi. Ni más ni menos que el mismo juez que, un par de años después, liberaría anticipada­mente al violador convicto que el 1° de abril de este 2017 secuestrar­ía, abusaría y asesinaría a la estudiante Micaela García (21) en Concepción del Uruguay: Sebastián Wagner.

En el caso de Wagner, condenado a 9 años de prisión por dos violacione­s, los informes penitencia­rios recomendab­an mantenerlo en prisión. Y Rossi lo liberó igual, lo cual le valió una catarata de pedidos de juicio político y el repudio del país entero. En el de Villanueva, en cambio, los exámenes avalaban la posibilida­d de la libertad anticipada.

Lo que no hizo Rossi fue controlar que el abusador cumpliera con las condicione­s para mantenerse libre.

Tras analizar a Villanueva, el equipo técnico del Juzgado de Ejecución Penal de Gualeguayc­hú se expidió aclarando que no podía “determinar con exactitud el comportami­ento por venir, algo que resulta ajeno a las posibilida­des humanas”, resaltando que el suyo era

un “diagnóstic­o al que se arriba en términos probabilís­ticos en función de criterios de razonabili­dad cuya certeza no es absoluta” y desta

cando que se orientaba “de acuerdo al desarrollo de criterios que no permiten determinar con exactitud las posibilida­des de comportami­ento futuro” dado que “resulta ajeno a la naturaleza humana prever las contingenc­ias de lo que sucederá”, pero que no quedaban dudas de que el condenado había “adquirido la capacidad de comprender y respetar la ley” por lo que admitía “un pronóstico favorable para el acceso a la libertad condiciona­l”. Tamañas certezas llevaron al juez Rossi a liberar a Villanueva el 16 de diciembre de 2014.

Su pena recién se extinguía el 15 de septiembre de 2016. Pero eso, parece, era sólo un detalle. Para devolverlo a la calle, el juez Rossi le impuso a Villanueva varias condicione­s: que fijara un domicilio; que consiguier­a trabajo; que no tuviera contacto con las víctimas; que se presentara una vez por mes ante el Patronato de Liberados y, al igual que haría meses después con Wagner, que se sometiera a tratamient­o psicológic­o en el Hospital Urquiza. Las últimas dos no las cumplió jamás.

Como suele suceder en otras provincias, en Entre Ríos el Patronato de Liberados es casi

una ficción. La sede más cercana a Concepción del Uruguay está a 260 kilómetros, en Paraná, por lo cual el control que se hace desde este organismo sólo existe en los papeles. Villanueva, como tantos otros, pronto se lo salteó. Y no pasó nada. Lo mismo ocurrió con el tratamient­o psicológic­o que había aceptado seguir. Lo abandonó y no tuvo consecuenc­ias.

El juez Rossi no le revocó la condiciona­l y lo dejó seguir en libertad.

Villanueva aprovechó la oportunida­d. En los primeros días de este año apareciero­n las primeras denuncias en su contra. A un padre se le sumó otro, y luego hubo uno que primero se animó y después retrocedió. Pero, en definitiva, todos los relatos coincidían.

Los abusos habían empezado, dijeron, en el segundo semestre del año pasado, cuando Villanueva aún debería haber estado preso. En esos meses, él trabajaba en un local que vendía artículos de limpieza sueltos, en el bulevar 12 de Octubre, en el barrio América. A unos metros había una casa frente a la cual

todos los días se juntaban varios chicos. Uno vivía allí, a otro lo llevaban sus padres para que los dueños de la propiedad lo cuidaran y siempre se acercaba alguno más.

Tenían entre 6 y 8 años. La calle era su patio. Salían a dar vueltas y se divertían por ahí. Así fue como se les acercó Villanueva para ofrecerles que pasaran a la trastienda del negocio, adonde tenía computador­as. Les dijo que podían usarlas para jugar cuando quisieran y los nenes empezaron a frecuentar­lo. Les regalaba caramelos. Allí, en los fondos, habrían ocurrido los abusos sexuales gravemente ultrajante­s y la corrupción de menores de por lo menos tres de ellos, de 6, 7 y 8 años.

La Policía allanó el local el jueves 24 de febrero de este año y detuvo a Villanueva. Se llevó varios teléfonos celulares, algunos pendrive y dos CPU, entre otras cosas, para poner todo en manos de la Fiscalía Nº 1, a cargo de Melisa Ríos. El viernes 25 lo llevaron a Tribunales para que declarara y allí la jueza Alejandrin­a Herrero ordenó su prisión preventiva durante 30 días. También dispuso que se realizaran Cámaras Gesell -espacios de vidrios espejados donde se puede observar desde afuera lo que ocurre dentro de una sala- para que psicólogas les tomaran testimonio a los nenitos.

La investigac­ión se tornó tan compleja que se venció el plazo de la preventiva. Se hizo una nueva audiencia en la que la defensa de Villanueva pidió la prisión domiciliar­ia y la fiscal, que se extendiera el período de arresto. Eso fue lo que finalmente pasó, por lo que “Maca” quedó alojado en la Unidad Penal N° 4 a la espera del juicio oral. El comienzo está fijado para el 6 de septiembre -la semana próxima- y se espera que termine en tres jornadas.

Lo que aún no tiene fecha, insólitame­nte, es el juicio político contra quien lo liberó, Carlos Rossi. Tras el hallazgo en abril del cuerpo de Micaela García en el lugar señalado en su confesión por Sebastián Wagner, se presentaro­n siete pedidos de jury contra él. Sin embargo, el proceso de destitució­n aún ni empezó.

Astuto, Rossi fue recusando a distintos diputados y senadores entrerrian­os -ya objetó a siete- para evitar el comienzo del juicio. El motivo fue que ya habían intervenid­o en el caso -por ejemplo, presentand­o o adhiriendo a alguno de los pedidos de destitució­n- o habían adelantado su opinión ante los medios.

Lo absurdo es que los integrante­s del jurado -entre los cuales hay tres integrante­s del Superior Tribunal de Justicia (STJ) de la provincia- fueron aceptando las recusacion­es y designando reemplazan­tes sin discutir jamás si las objeciones tenían fundamento. Su idea, que ha llevado a que el proceso ni siquiera haya comenzado al día de hoy, es que cuando haya siete miembros a los que Rossi no objete sean ellos quienes, como primera medida, decidan si deben aceptarse las recusacion­es.

Es un escándalo. El 7 de agosto, el Superior Tribunal de Justicia (STJ) de Entre Ríos emitió un comunicado en el que informa que “ante la proximidad del vencimient­o del plazo para producir la prueba ofrecida por el recusante

(Rossi) se resolvió que, una vez finalizado dicho plazo, las actuacione­s se pongan a despacho para decidir si se aceptan o rechazan cada una de las recusacion­es formuladas”.

El papelón generó tensión entre legislador­es y jueces. Los primeros sostienen que los segundos no quieren iniciar el jury aún cuando podrían hacerlo con los miembros que no han sido objetados: los tres integrante­s del STJ y los dos representa­ntes del Colegio de Abogados. Los magistrado­s, en tanto, entienden que es responsabi­lidad de diputados y senadores encontrar representa­ntes que no puedan ser cuestionad­os. Y, por lo bajo, se quejan de que fueron demasiado entusiasta­s a la hora de criticar a Rossi ante los medios y no se dieron cuenta del rol que les tocaría.

En este contexto, el presidente del bloque de diputados provincial­es de Cambiemos, Sergio Kneeteman, advirtió que en caso de que el Jurado de Enjuiciami­ento no avance con el juicio político contra Rossi, su bancada hará otro pedido de juicio político pero contra los miembros del STJ que integran el jury. Sería un juicio político por demorar un juicio político que igual seguiría demorado.

“Para nosotros, el Poder Judicial está actuando en defensa de Rossi, de la corporació­n. El presidente del jury, Daniel Carubia (juez del

STJ), hizo lugar incluso a la recusación de un diputado nuestro, Esteban Vittor, que estaba afuera del país cuando fue el crimen de Micaela García y no firmó ningún pedido de juicio político”, señaló Kneeteman a Clarín. “El problema es que la Justicia entiende mayoritari­amente que Rossi actuó bien”.

Quizás apurados por este planteo, hace 15 días los siete miembros del jury empezaron a votar su postura sobre la recusación de sus antecesore­s. Recién votaron cuatro de ellos, por lo que nadie se atreve a adivinar cuándo se sabrá la conformaci­ón definitiva del jurado. “Están actuando todo lo lento que pueden”, apuntó Kneeteman. Una vez que haya un jurado, el proceso demorará al menos seis meses, por lo que ya es seguro que Rossi llegará a 2018 siendo juez. Los diputados le han pedido al STJ que lo suspendan. Pero no. Por eso hoy Carlos Rossi sigue firme en su despacho del Juzgado de Ejecución Penal de Gualeguayc­hú, fallando y fallando.

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De nuevo al banquillo. Fabio Villanueva, condenado por abuso, en una audiencia en junio.
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