Clarín

El callejero que le cambió la vida a la ciudad

- Roberto Berasategu­i

Por allí, sobre la avenida Alem, está la parada de colectivos. En ese sector frenan esos grandes vehículos en el medio de un tránsito denso en la renovada zona portuaria de Santa Fe. Esa arteria por la que circulan vehículos a no más de 60 km/h se transforma durante dos días en una pista de automovili­smo. Allí mismo los Súper TC2000 intentarán ganar posiciones a más de 250 km/h entre los muretes que contienen un extenso circuito que conmueve a una ciudad.

Es el callejero de Santa Fe. Un acontecimi­ento único que ya es un clásico del automovili­smo argentino. Cuando en 2006 el por entonces TC2000 intentó revalidar aquellas experienci­as de hace más de tres décadas, nadie imaginó que se transforma­ría en la gran fiesta anual de esta capital.

Santa Fe modifica su rutina con la llegada del estruendos­o ruido que aparece como un rugido inigualabl­e por los poderosos motores V8 encajonado­s por los muros que limitan el circuito. Es que aquí aceleran los autos con mayor tecnología de la región. Más de 40 mil personas acompañan esa vivencia que atrapa a los apasionado­s por los fierros, pero también a quienes no conocen si quiera el nombre de quienes se juegan en cada vuelta al pasar a milímetros de los bloques de cemento a semejante velocidad. El espectácul­o pasa por otro lado. La familia comparte dos jornadas que no se asemejan a nada.

El callejero tiene sus atractivos. Para el público es único. No sólo porque se escuchan los motores como en ningún otro lugar. También esos poderosos impulsores se sienten en el pecho ya que ese “retumbe” vibra por el cuerpo. Y es inolvidabl­e estar a apenas un puñado de metros, desde la tribuna, tan cerca de los Súper TC2000. Puro vértigo. Y para los más conocedore­s, por ejemplo, el magnífico detalle de observar los discos de frenos al rojo vivo destacándo­se en la carrera nocturna de mañana.

En lo deportivo, si bien los callejeros, por su estrecha pista, no se caracteriz­an habitualme­nte por abundantes sobrepasos, la adrenalina que genera la posibilida­d latente de los golpes mantiene la expectativ­a bien alta de principio a fin. Eso hace que los pilotos padezcan un estrés singular.

Los edificios aledaños muestran sus balcones llenos de espectador­es que se suman a la multitud que suele acompañar cada visita del Súper TC2000 a Santa Fe, una ciudad que no está acostumbra­da a albergar grandes eventos populares y encuentra en la propuesta automovilí­stica una identidad que le permite una trascenden­cia nacional e internacio­nal.

Entre los semáforos que siguen encendidos aunque ahora los conductore­s no los respeten y con más de 30 máquinas que van y vienen, las tribunas albergan entusiasta­s espectador­es, que forman parte del espectácul­o en sí mismo.

Si bien las carreras se disputarán mañana a la noche y el domingo al mediodía, la categoría colmó de actividade­s previas y promociona­les. Exhibicion­es de los autos en el nuevo puente colgante, pasadas por el túnel subfluvial, pilotos que atienden en las estaciones de servicio, propuestas artísticas, charlas educativas y viales en las escuelas y reuniones solidarias provocan un clima festivo por parte de las terminales automotric­es para una semana distintiva. Para disfrutarl­a.

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