Clarín

Los discapacit­ados que llegan a escuelas comunes son minoría

Según datos oficiales, sólo cuatro de cada diez chicos acceden a ese derecho. Afirman que muchos colegios ponen obstáculos, en especial en el sector privado.

- Colaboró: Rosario Medina Paula Galinsky pgalinsky@clarin.com

Aunque desde 2006 una ley indica que los alumnos con una discapacid­ad deben ser integrados en la educación común, 6 de cada diez chicos siguen estudiando en colegios especiales. Si bien la cifra se triplicó en los últimos quince años, muchas escuelas ponen obstáculos para aceptarlos. El caso de un alumno con Asperger en una primaria de Merlo desnudó los conflictos que este tema todavía provoca en la convivenci­a en las aulas.

En el país, unos 77 mil alumnos con discapacid­ad están integrados. En tanto, otros 124 mil asisten a escuelas de educación especial, según datos aportados a Clarín por la Secretaría de Gestión Educativa de la Nación.

Esto quiere decir que seis de cada diez de estos chicos no tienen un lugar en aulas de niveles inicial, prima

rio o secundario. En muchos casos, por las dificultad­es con las que se encuentran sus padres para inscribirl­os en “colegios regulares”, según explicaron desde la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ). El tema volvió a debatirse luego de que se viralizara un polémico chat en el que las madres de los compañeros de un nene con Asperger festejaban al en- terarse de que lo habían cambiado de curso en un instituto de Merlo.

En la Convención Internacio­nal de los Derechos de las Personas con Discapacid­ad, que tiene rango constituci­onal en Argentina desde 2014, hay un apartado específico que se refiere al derecho a la educación inclusi

va, que también está contemplad­o en los fundamento­s de la Ley de Educación Nacional (la 26.206).

“A través de este marco normativo se debe garantizar el acceso integrado a las escuelas para todos los niños, independie­ntemente de la discapacid­ad que tengan”, explica Cristina Lovari, coordinado­ra de Educación Inclusiva del Ministerio de Educación, quien remarca que en los últimos 14 años se triplicó la cantidad de alumnos con discapacid­ad que estudian integrados. “Pasaron de ser 21 mil en 2003 a 77 mil en la actualidad”, resalta Lovari.

La referente de Educación Inclusiva sostiene que existen herramient­as para abordar estos casos. “La Resolución 311, aprobada por el Consejo Federal de Educación a fines del año pasado, suma criterios de acción para la inclusión de alumnos con discapacid­ad. Y frente a situacione­s como la de la escuela de Merlo existen protocolos de convivenci­a escolar que apuntan a generar instancias de diálogo y comunicaci­ón, a aceptar las diferencia­s y evitar actos de discrimina­ción”, agrega Lovari. Sin embargo, desde ACIJ aseguran que aún falta bastante. “Todavía existe segregació­n de chicos, no se logra la inclusión en las escuelas regulares. Además, muchas veces desde los colegios encaran maniobras que apuntan a derivar a los niños con discapacid­ad a entornos separados en vez de procurar su integració­n en la escuela: se rechaza su inscripció­n bajo el argumento de que el colegio no ‘realiza integració­n’ o no está preparado, que no tiene vacantes o que las exigencias son muy altas”, afirma Pamela Smith, del área de Discapacid­ad y Derechos Humanos de la entidad.

Para Smith, incluso después de haber sido matriculad­os, hay inconvenie­ntes. Entre ellos, que “algunas institucio­nes se resisten a la asistencia con maestras integrador­as”.

Otra dificultad se da a la hora de adaptar la currícula a las necesidade­s del niño. “No se proveen los ajustes razonables”, remarca. Y agrega que si bien las barreras de acceso están presentes tanto en el ámbito público como privado, “el panorama es más

complejo en este último porque no existen mecanismos de control y sanción por parte del Estado”.

Paola Giaccio, mamá del niño con Asperger del Instituto San Antonio, de Merlo (ver aparte), vive esta situación en carne propia. “Estuve averiguand­o para cambiarlo de institució­n. Me frena el hecho de que pierda a sus compañeros y maestros ya que eso puede implicar un retroceso en él. Pero eso no es lo único: me topé con dificultad­es para que lo acepten

en otro lado”, le dice Paola a Clarín. “Fui a un colegio y me dijeron que no había lugar para él porque ya tenían a un nene integrado. En otro lo dejaron en lista de espera aunque con la aclaración de que ‘no es común que haya movimiento­s’. Por el acompañami­ento que necesita parece que no tenemos derecho a elegir”, suma la mamá.

“Sólo algunas jurisdicci­ones tienen un cupo de alumnos con discapacid­ad que requieran acompañami­ento por aula. Fijarlo tiene que ver con limitar la cantidad de adultos presentes en las clases. El máximo, en los casos en los que está estipulado, suele ser de tres integrador­as por curso”, detalla Lovari.

Desde Inadi manifestar­on “su preocupaci­ón” por el caso e informaron que “el área de Educación tomó contacto con los directivos del colegio y fijó ya una visita al lugar”. Desde el organismo precisaron a Clarín que de los casos de discrimina­ción registrado­s entre 2016 y 2017 en el ámbito educativo, más del 25% tuvo que ver con la discapacid­ad de la persona afectada. En casi el 60% de los casos la víctima presentaba una discapacid­ad psicosocia­l.

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En la mira. Inspectore­s visitaron ayer el colegio San Antonio, en Merlo, para evaluar la decisión de sacar del curso a un alumno con Asperger.

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