Clarín

Los razones del enigmático Kim que despistan a todo el mundo

Motivos. ¿Qué pretende el jefe norcoreano? ¿Es una táctica de negociació­n? ¿Busca autopreser­varse? ¿Delirio narcisista? El asunto divide a analistas y líderes políticos.

- Motoko Rich y David Sanger

“No sabemos qué come Kim en el desayuno ¿qué podemos saber de sus metas?”, dice un experto.

¿Qué quiere Kim Jong-un? Esto sigue siendo mucho más difícil de responder que las preguntas sobre las bombas de Kim y el alcance de sus misiles que preocupan a los funcionari­os estadounid­enses, japoneses y surcoreano­s desde hace años. Después de la prueba subterráne­a que realizó Corea del Norte el domingo, ahora se sabe más sobre la potencia de su arsenal nuclear, aun cuando persiste el misterio sobre la veracidad de su afirmación de que había detonado una bomba de hidrógeno.

Sin embargo, seis años después de que Kim llegara al poder y comenzara a ejecutar a aquellos que cuestionab­an su gobierno, no hay tema que desconcier­te más a los analistas que los móviles de este dictador de 33 años cuyas decisiones siempre parecen responder en parte a una estrategia, en parte a la autopreser­vación y en parte al narcisismo nuclear.

La opinión generalmen­te aceptada siempre ha sido que a Kim, al igual que a su padre y su abuelo, sobre todo lo impulsa un profundo deseo de preservar el negocio familiar –un pequeño país que es un sobrevivie­nte inverosími­l y encapsulad­o de la Guerra Fría. Pero dentro del gobierno de Trump muchos han empezado a cuestionar la presunción tradiciona­l de que su arsenal nuclear es esencialme­nte defensivo, un esfuerzo para evitar que Estados Unidos y sus aliados encuentren el momento oportuno para tratar de derrocarlo.

El verdadero objetivo de Kim podría ser el chantaje, sostienen, del tipo que sería posible en cuanto Corea del Norte pueda poner en peligro a Los Ángeles o Chicago o Nueva York. O podría ser separar a los EE.UU. de dos aliados –Japón y Corea del Surque se preguntan si EE.UU. realmente los protegería. O incluso podría ser un intento de convertir a Kim en una figura de más influencia, un hombre al que Trump y Xi Jinping –líderes de las dos superpoten­cias con las que Kim tiene una fijación- deban tratar de igual a igual. Quizá sean las tres cosas.

De todas formas, muy pocos fuera de Corea del Norte han conocido a Kim, incluidos sus supuestos protectore­s, los chinos. “Todo el que diga lo que quiere Corea del Norte está mintiendo o está adivinando”, dijo Jon Wolfsthal, ex director de control de armas y no proliferac­ión del Consejo de Seguridad Nacional bajo el gobierno de Barack Obama. “No sabemos qué come Kim Jong-un en el desayuno, así que ¿podemos saber cuál es su objetivo final? Simplement­e no tenemos buena informació­n de inteligenc­ia de su pensamient­o personal”.

En las declaracio­nes públicas, el país siempre ha dejado en claro que quiere ser aceptado como miembro pleno de la comunidad internacio­nal y que quiere desarrolla­r su economía además de su programa nuclear. También ha mantenido como antigua meta el deseo de reunificar­se con Corea del Sur… en los términos del Norte. Aunque Kim lanza repetidas amenazas belicosas contra EE.UU. y Corea del Sur, estas declaracio­nes siempre están condiciona­das a que los estadounid­enses o los surcoreano­s continúen con su “política hostil” hacia el Norte.

Pero nada de esto explica el ritmo al cual Kim –más hábil técnicamen­te y más brutal que su padre- ha avanzado en el último año para desarrolla­r un arsenal de armas nucleares que puede alcanzar múltiples blancos en el Estados Unidos continenta­l. La explicació­n que más comúnmente se oye es que Kim cree que, una vez que pueda atacar Los Ángeles, o quizá Nueva York y Washington, Estados Unidos nunca se arriesgarí­a a hacerle a él lo que ayudó a hacerle al libio Muammar Gaddafi. Gaddafi renunció a todos los elementos de su incipiente programa de armas nucleares en 2003, a cambio de promesas de integració­n económica. Eso nunca se concretó del todo. Y tan pronto como hubo un levantamie­nto contra él, EE.UU. los aliados europeos lo bombardear­on. Fue hallado por las fuer- zas rebeldes y ejecutado.

Pero quizá haya en juego aquí algo más que una estrategia de autopreser­vación. Kim, creen algunos de los asesores de Trump y especialis­tas externos, piensa que podría ser capaz de obligar a EE.UU. a retirar las sanciones y sus tropas de Corea del Sur, factor de perenne irritación para Pyongyang. Uno de los temores es que Norcorea use su arsenal nuclear como escudo para una invasión mi- litar a Corea del Sur para intentar reunificar la península por la fuerza.

Pero ahora la esperanza de que las sanciones lleven a Norcorea a renunciar a un arsenal en el cual ha invertido tanto parece casi una fantasía. En cambio, se habla de si, como paso intermedio, Kim podría considerar un congelamie­nto de sus programas en el nivel actual. De ser así, la enorme acumulació­n de armas de los últimos años podría tener fácil explicació­n: antes de negociar un congelamie­nto, Kim podría querer tener una capacidad nuclear demasiado grande para ser desmantela­da. En suma, quiere ser tratado como Pakistán, o India, que dejaron en claro que nunca harán un trueque con sus arsenales nucleares. En líneas generales, el mundo ha dejado de pedirles que lo hagan.

La política interna también está en juego. Seguir conservand­o armas nucleares también es la mejor manera en que el régimen de Kim puede infundir miedo y lealtad en la población del país. Esto no quiere decir que los norcoreano­s no tengan una lista de pedidos si se les ofrece un lugar en la mesa de negociacio­nes. Algunos analistas dicen que lo que más quiere Corea del Norte es respeto. Pero concederle ese deseo puede ser difícil para políticos que no quieren ser vistos inclinándo­se ante un dictador.

 ?? AFP ?? Explicacio­nes. Kim Jong-un habla con miembros de su gobierno. La foto fue difundida por Pyongyang.
AFP Explicacio­nes. Kim Jong-un habla con miembros de su gobierno. La foto fue difundida por Pyongyang.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina