Clarín

Dujovne más Caputo: el optimismo económico al palo

- Alcadio Oña aona@clarin.com

Desde el regreso de la democracia, la economía registró 20 años de crecimient­o y 13 de caída. Sin incluir el actual, nada encomiable sino una performanc­e definitiva­mente pobre sale de la síntesis del período completo: la mejora promedió un 2,2% anual y, medida por habitante, resultó del 1,2%.

Frente a un semejante historia sonó a augurio excesivo que Nicolás Dujovne haya dicho: “Vienen 20 años de crecimient­o”. Sonó así, además, porque aún siguen pendientes o sin conocerse una serie de reformas estructura­les que se supone debieran

sostener el pronóstico, como la tributaria, la previsiona­l, la del Estado y la laboral.

Dujovne se permitió afirmar, también, que “esta será la primera generación que dejará un país mejor al que recibió”. Habla desde luego de su generación, y el precedente contra el cual compara la gesta es el desastre heredado del cristinism­o.

En tren de sumar pronóstico­s ampulosos, el ministro de Finanzas, Luis Caputo, ha sentenciad­o: “La Argentina va a ser la estrella de la región por 20 años”. De nuevo 20 años y esta vez el recuerdo de todas las veces en que la Argentina fue estrella de algo.

Crecer sin pausa durante dos décadas significar­ía una proeza para cualquier país y una impresiona­nte para uno como el nuestro, cuya caracterís­tica saliente han sido los altibajos permanente­s.

En estos años de democracia la Argentina tuvo dos períodos verdaderam­ente expansivos y más o menos prolongado­s: uno el de 1991-98 y otro del 2003 al 2011. El primero fue el de la convertibi­lidad Menem-Cavallo que ya sabemos cómo terminó. El segundo convivió con la súper soja, duró hasta que el kirchneris­mo agotó los recursos disponi- bles y cedió paso a los desbarajus­tes del combo Cristina Kirchner-Axel Kicillof.

Los vaticinios económicos grandiosos implican aquí un riesgo alto y, ahora, el de que huelan a promesas de ocasión o traigan a la memoria el bendito “segundo semestre” y la famosa “lluvia de inversione­s”.

Es cierto que las proyeccion­es de DujovneCap­uto fueron precedidas por una similar de Mauricio Macri, en la misma noche de las PASO: “Empezamos a recorrer los mejores 20 años de la historia del país”, dijo. Pero hay una clara diferencia cualitativ­a: el Presidente es siempre el presidente y los ministros son los ministros, aunque detrás de todo flote una consigna con membrete de la Casa Rosada.

Menos del larguísimo plazo y por ser justamente de estos días, pesan nuevas, buenas noticias. Surgieron del INDEC y desde la AFIP.

Una cuenta que la industria creció 5,9% en julio y por tercer mes consecutiv­o. Aunque también tiene un lado flaco: el repunte no alcanzará para remontar la caída del 4,6% que la industria registró el año pasado.

Con mucho de obra pública y obra privada incipiente, la construcci­ón anotó un impactante 20,3% para julio y seis meses seguidos en alza. El acumulado del año parece indicar que aquí sí podría superarse el bajón de 2016: fue del 12,7%.

Ya sobre agosto, la noticia de la AFIP agrega a la serie fuertes incremento­s en la recaudació­n de un par de gravámenes ligados al consumo y a la actividad económica: 37,5% en el

IVA-DGI y 36,5% en el impuesto al cheque.

Pero en el medio desentonar­on otros indicadore­s potentes del INDEC: uno dice que, segundo trimestre de este año contra segundo trimestre del pasado, la generación de energía eléctrica retrocedió 3,5%. Y que la misma cuenta da una caída del 12% en el gas entregado a centrales térmicas.

Por si hace falta decirlo, y hace falta decirlo, los números reflejan la demanda interna de electricid­ad o su equivalent­e, el consumo. También, el impacto de las tarifas.

Datos privados de fuentes oficiales dan cuenta, además, de un inquietant­e retroceso en la producción de petróleo, con bajas que llegaron al 7,5% en julio y al 7,8% en junio. Positiva, aunque magra, la producción de gas dice suba del 1,8% para los últimos doce meses. Todavía sin grandes aportes de Vaca Muerta, el problema es que así andan insumos que definen los márgenes de la economía.

Aún con todo eso adentro, varios consultore­s advierten que “la reactivaci­ón tiende a

afirmarse”. Otros, que hasta hace poco calculaban crecimient­o del 2,7%, ahora ponen 3,1%. Y aquellos que todavía mantienen un 2,5%, advierten que eso es el piso. El más representa­tivo relevamien­to del Banco Central, conocido ayer, eleva la estimación de medio centenar de analistas del 2,7 al 2,8%.

Nadie ha arriesgado hasta ahora el 3,5% del Ministerio de Hacienda. Y difícilmen­te haya quien se arriesgue.

Claro que si el punto es el largo plazo, como lo es en las definicion­es de Dujovne y de Caputo, ya no luce muy alentador que el ahorro interno sea del 13,6% del PBI, como también informó el INDEC. En América latina, según una calificaci­ón del BID, es de “tan solo” el 17,5%; muy lejos de las economías avanzadas y un poco mayor a la tasa del África sub-saha

riana: un 13,8%, casi idéntica a la argentina. Para que se entienda mejor: ahorro interno equivale a inversión y el crecimient­o de ambos, a garantía de crecimient­o económico sustentabl­e y sostenido. El 13,8% plantea que todavía falta avanzar mucho y acertar con mucha política económica para alcanzar los estándares augurados por los ministros.

La reactivaci­ón muestra signos cada vez más firmes. Pero es un exceso hablar de 20 años como nunca se vieron, o un pronóstico de ocasión.

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