Clarín

El grupo de “mamis”, de la comunicaci­ón a la picadora de carne

- Lic. María Zysman Directora de Libres de Bullying

Todavía recuerdo en el cuerpo los comentario­s, risas y desprecios de un grupo de madres empecinado en que mi criatura y yo nos retiráramo­s de Sala de 3. Allá por el ‘94, veredas y bares vecinos al jardín de infantes eran testigos del odio y la falta de empatía. Del repiqueteo de “los nuestros y ella”, de “¿por qué los nuestros tienen que soportar sus gritos?”. Siempre estaré agradecida a la dirección de ese jardín, que nos ayudó a permanecer ahí. Aprendimos a esquivar los cascotes y caras desafiante­s y esa fue la puerta de entrada a mi tarea sobre bullying a lo largo de estos últimos 23 años.

Las herramient­as a disposició­n de las mamis de esos tiempos eran limitadas. Susurros, comentario­s, cuereadas cara a cara o –como máximo– por teléfono. Pedidos de reunión en dirección, notitas en los cuadernos. Nada que no se pudiera manejar desde un jardín de infantes.

Con los años, la tecnología fue ofreciendo aplicacion­es y dispositiv­os maravillos­os que, bien utilizados, nos facilitaro­n la organizaci­ón de los regalos de cumpleaños, fiestas y disfraces para los actos escolares. Al mismo tiempo, y como efecto colateral, potenciaro­n la inmunidad de ciertos adultos que creen que “la unión hace la fuerza” y si esa unión es un poquito anónima mucho mejor.

WhatsApp es hoy la herramient­a más popular. En sus grupos, se puede discutir de todo, porque los hay para todos los gustos: los chicos, deportes, recetas, viajes, videos graciosos o recuerdos familiares. Se puede, también, confabular y hacer presión. Organizar reclamos más o menos justos.

En los últimos días se viralizaro­n capturas de pantalla de un grupo de mamis que festejaban la expulsión del curso de un niño con Síndrome de Asperger, al que considerab­an “molesto”. Nada menos que un niño y su familia. Las festejante­s esgrimían motivos tales como que “Los nuestros (35) no pueden aprender. No se merecen una primaria así. No se respetan sus derechos” ¿Y qué hicieron para lograr la expulsión del niño? Tomaron una medida de fuerza, e hicieron un paro. No enviaron a los chicos a la escuela para –mediante la presión y el desequilib­rio de poder– conseguir lo que querían. Luego, sin pudor, con emojis de brindis y cornetas, festejaron en el grupo la tarea cumplida. La mamá de Barbi, la mamá de Valentino y tantas otras agendadas sin nombre, se unieron en esta celebració­n virtual. ¿Qué festejan, mamis? ¿Qué ganaron?

Una de las caracterís­ticas del síndrome de Asperger es la dificultad para socializar. Las personas con Asperger no terminan de comprender cuándo hablar y cuándo callar. Cuándo se ríen de ellos y cuándo, en cambio, les sonríen amistosame­nte. No comprenden los códigos sociales, lo aceptable y lo desubicado; para ellos, el sarcasmo y la ironía son conceptos a aprender y comprender. Les lleva mucho esfuerzo y tiempo. Cuando aprenden a identifica­r una situación social particular, no logran generaliza­rla. Suelen ser ingenuos y apasionado­s, tienen intereses específico­s de lo más variados y pueden pasar horas hablando de ellos. Se los suele “acusar” de no tener empatía. Curiosamen­te de esa empatía tan ausente en muchos grupos de mamis. En este grupo en particular, nada parece ser dicho desde la ingenuidad. Más bien, todo lo contrario.

Tanto en los grupos de WhatsApp como en cada situación de la vida cotidiana, el hostigamie­nto y las conductas discrimina­torias de los padres habilitan el intercambi­o agresivo y el maltrato como forma de vincularse entre los chicos. Después de este triste episodio, me queda flotando la duda de saber qué harían estas mamis si a Barbi o a Valentino no los invitan a un cumpleaños algún día.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina