Clarín

“Ser parte del proceso artístico me conmueve”

- Mariana Perel Especial para Clarín

Las pelucas de cabello natural necesitan cuidado especial en el lavado, porque tienden a enredarse.

Hace más de cuarenta años que sus manos recrean ilusiones. Los artistas las encarnan, el público las acepta. Implantand­o pelo por pelo o recreando la barba que nunca estuvo, Roberto Mohr, diseñador de pelucas teatrales, ha participad­o de la transforma­ción de los elencos más importante­s de la escena nacional e internacio­nal: “Cuando acomodo la peluca ya está, tiempo de salir a escena”.

Formado en el Instituto del Teatro Colón, se desempeñó como diseñador de pelucas y maquillaje en este teatro durante 35 años. Se retiró en 2009, sigue trabajando. “Me gusta demasiado”. El proceso se inicia cuando el diseñador de vestuario le acerca un boceto. Muestra uno de la artista Renata Schussheim a modo de ejemplo. “Sus dibujos son maravillos­os”, dice mientras Tiberius, el gato, deambula por el departamen­to que es hogar, taller y escenario de creaciones asombrosas. “El boceto debe ser realizable, adaptarse al uso que tendrá en escena”. Recibido el dibujo, lee el libro y asiste a los ensayos para entender cómo se mueve el actor. Una vez que el diseño está decidido dedica diez horas a la realizació­n con los anteojos puestos y una lupa grande, si fuera necesario. Pulso, impecable. “Me ayuda la salud y la genética”. Coloca almo- hadones en la silla para enderezar la espalda. Los hombros relajados. Escucha radio, mira televisión. “El tenis me encanta, sigo los partidos: hago una implantada, el saque, una reforzada”. El artesano recrea en palabras ese mundo suyo, le resulta extraño. Estuvo a punto de rechazar este reportaje.”¿Qué puedo contar? Además, soy perfil bajo”, y continúa. Revela que pega postizos, enhebra pelo por pelo o combina métodos. “Dependiend­o de la forma de la peluca hago una base en tela de nylon o tul que cubre el molde con forma de cabeza. Luego implanto, con una aguja de acero, el material que puede ser pelo natural, de yack (búfalo de la India), o fibra sintética. En cambio, cuando se requiere una calva total o parcial, doy veinte pinceladas de látex líquido al molde hasta conseguir la apariencia y consistenc­ia necesaria de la piel”. La teatralida­d aparece en forma de peluca semicalva de la ópera Madame Butterfly, la sostiene en sus manos para mostrar la técnica. “Después, implanto, pelo por pelo con el mandril, una herramient­a con micro aguja tipo crochet. Cuando implanto pelo natural le hago doble nudo, si no se va hacia dentro de la peluca”. Pasa el dedo a contrapelo de un cabello, siente las escamitas: “Si lo haces para el otro lado se desliza. Las pelucas de cabello natural necesitan cuidado especial en el lavado, tienden a enredarse”. Más que entregado a la tarea: antes de dormir, chequea el trabajo; cuando se levanta, pien- sa cómo mejorarlo. -¿Cuántas pelucas ha realizado? -Miles, imposible saberlo.

Trabajó para Luciano Pavarotti, Rudolf Nureyev, Julio Chávez, Marilú Marini, Karina K, Enrique Pinti, Mauricio Dayub, Jean Francois Casanovas, tantos otros. Hay instancias que se repiten: “En el momento que le calzás la pelu-

ca te das cuenta del carácter del artista. El que encarna realmente al personaje la hace lucir. La peluca lo completa, por algo la corona es símbolo de poder del rey. Cuentan que cuando Miguel Ángel Buonarroti terminó de tallar

El Moisés, dijo ‘Ora parla’. Con la peluca es igual: el personaje es tan real que le falta hablar”.

Durante las funciones asiste desde el escenario. “Ahí se produce la magia”. Evoca a la ópera

Così fan tutte, en el Colón: “Cuando los protagonis­tas salían de escena teníamos un minuto para hacer el cambio de ropa, de peluca y disfrazarl­os de árabes”. Roberto honra sus años en el Colón, la emoción y adrenalina: “Cuando escuchábam­os a Wagner la música se nos metía en el cuerpo, llorábamos todos.”

Pasaron los años, sin embargo, este oficio se mantiene fiel a sus principios: “No sólo yo trabajo así, aunque somos pocos”. Se toma el tiempo para adentrarse en el taller y encontrar uno de sus tesoros: “Sí soy el único que usa hilo zizal: al teñirlo y peinarlo se transforma en una peluca impecable, parece pelo de verdad”, orgulloso, él, con el hallazgo entre las manos.

Roberto hace, enseña, recuerda y se emociona hasta las lágrimas: “Ser parte del proceso artístico me conmueve. La empatía con la obra

que va componiénd­ose; presenciar el aplauso que reciben los actores cuando se brindan por completo”. Así de intensa es la experienci­a de este hombre capaz de recrear personajes con sus manos, como coronando a un rey.

 ?? NÉSTOR GARCÍA ?? Tiempos. Una peluca implantada lleva ocho horas por día de trabajo durante una semana; la peluca Luis XV, por ejemplo, una semana y media.
NÉSTOR GARCÍA Tiempos. Una peluca implantada lleva ocho horas por día de trabajo durante una semana; la peluca Luis XV, por ejemplo, una semana y media.

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